Capítulo Once

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Estoy perdiendo el control de la situación con James

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Estoy perdiendo el control de la situación con James.

No sé cómo ha podido pasar ni qué me ha llevado a ello, pero se me está escapando de las manos sin que me dé cuenta y sin poder evitarlo.

¿En qué momento he pensado que besarle el cuello es una buena idea?

Porque no, no lo ha sido, solo me han dado más ganas de las que ya tengo de por sí, que no son pocas, de besarlo.

No he pensado, me he dejado llevar, complicándome la vida por no ser capaz de frenarme.

Me está costando horrores resistirme, esforzándome en tener autocontrol, en no caer en la tentación.

Pero me está resultando demasiado difícil, estoy tan cómoda a su lado, todo fluye de una forma asombrosa y me mira de una forma que me desarma.

¿Él sabe lo expresivos que son sus ojos? Dicen mucho más que sus palabras. Es por ellos que sé que a él también le apetece besarme, que tiene las mismas ganas que yo de hacerlo desde la habitación de hotel.

Quiero convencerme a mí misma de que es más divertido alargarlo, que no sea fácil, volverle loco poco a poco hasta que no pueda más...

Lo tenía todo planeado.

Y he perdido el control.

No sé cómo sentirme al respecto siendo sincera. En muy pocas ocasiones he experimentado esto, suelo ser yo la que tiene el poder, la que decide el cómo y cuándo, divirtiéndome en el proceso y dejándolo de lado si me aburro, lo que ocurre casi siempre.

Suelo perder el interés con facilidad por los hombres, en especial si todo es sencillo y no me suponen un reto o despiertan mi curiosidad, por eso me gusta jugar, probarlos, tentarlos...

Con James no es del todo así.

Sí, en un principio el poder lo tenía yo, pero ya no. El cambio había empezado al hablar tanto por Whatsapp, las larga conversaciones, las bromas con dobles intenciones...

Hasta ahora, que después de haberse negado a devolvérmela estamos más o menos a la par.

—¿Qué te parece? —pregunta mientras estamos delante de una flor—. Es la que se conoce coloquialmente como el lirio del valle, la flor nacional de Suecia.

—Es bonita —concedo y no es que me fije mucho en ella, lo que menos me interesa ahora son las flores—. Como todas las demás que hemos visto.

Eso le saca una carcajada y niega con la cabeza. Nuestras manos siguen entrelazadas y no se me hace extraño ni me incomoda.

No he estado muy pendiente de lo que hay en el jardín botánico, muy bonito todo, sí, pero es que no puedo dejar de pensar en una forma de recuperar el control.

—¿No te gustan las flores?

—Sí, sí me gustan. Me encanta que me regalen flores —confirmo y vuelvo a fijarme en esa en concreto—. Se parece mucho a una flor que sale en un juego con el que me distraigo a veces...

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora