Capítulo Treinta

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No dejo que mis emociones me nublen la racionalidad

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No dejo que mis emociones me nublen la racionalidad. No es una noticia que me esperase, no entraba en mis planes cercanos un embarazo, pero eso no es una excusa para mí. Tengo que actuar en consecuencia y seguir los pasos normales que haría cuando me encuentro una situación así, o parecida, con una paciente. Que en este caso sea yo la afectada, no lo hace distinto.

No puede hacerlo.

—Pueden ser muchas cosas, Mireia —sugiere Oriol intentando animarme.

Sigue con ese tono cuidadoso, como si no quisiera alterarme y quisiera tranquilizarme. Lo miro, tiene el ceño un poco fruncido y sus ojos están llenos de preocupación. No sabe mentir, o mejor dicho, no sabe mentirme.

Sí, pueden serlo, pero ambos sabemos lo que puede significar y no quiero que me mienta ni me adorne la verdad.

—Trae un ecógrafo, necesito ver bien qué es lo que está pasando y tener más información.

—¿No crees que deberíamos llamar a otra persona? Seguro que alguien del departamento de ginecología está más que encantado de atenderte.

—No —niego de inmediato—, o no por el momento.

Oriol sabe que llevarme la contraria en una situación así no es conveniente, que no me va a hacer cambiar de idea, así que se marcha para traer lo que he pedido. Cuando regresa, me tumbo en la camilla del box en el que estoy y le dejo hacer, puede que lleve años sin hacer una, los dermatólogos no es que hagan ecografías de embarazo, pero no deja de ser médico y sabe lo que hace.

—Quieres verlo ¿no? —Asiento y coloca la pantalla para que no me pierda nada—. No entiendo nada si soy sincero, hace demasiado tiempo de mi rotación en ginecología cuando aún estudiaba.

—Muévelo un poco hacia la izquierda —ordeno. Estoy más familiarizada con las ecografías por mi especialidad, es una de las herramientas que más uso—. Algo no se ve bien.

—¿Lo muevo más?

—No, no es por eso. Es que no se ve bien —confirmo—. Creo que...

—¿Qué crees, Mireia?

No comparto con él mis teorías y pensamientos. Lo que he visto no me ha gustado y necesito una segunda opinión porque no quiero no ser objetiva. Sin embargo, ya me he puesto en lo peor.

—¿Puedes pedir esa consulta con alguien de ginecología? —pido e intento esbozar una sonrisa que no me sale ni forzándola—. Ellos sabrán bien lo que hacer.

—Por supuesto. —Oriol me coge la mano para darme ánimo y da un ligero apretón—. ¿Algo más?

—Avisa a mi padre —digo en voz más baja—. Lo necesito conmigo.

—¿Y qué le digo?

—La verdad.

Oriol se marcha del box y aprovecho que estoy sola para poder pensar con claridad, porque necesito poner en orden mis pensamientos e ideas. Mi mente es un caos ahora mismo.

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora