Capítulo Trece

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A la mañana siguiente, cumplo mi rutina como siempre

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A la mañana siguiente, cumplo mi rutina como siempre. Me levanto y lo primero que hago es ir a la ducha para acabar de despertarme para empezar el día con buen pie.

Al salir, aún sin vestirme, ya que solo llevo la ropa interior, y mientras me seco un poco el pelo con una toalla, suspiro al ver a Sebastian sentando en mi cama.

—¿Qué haces aquí? —gruño y con total confianza me pongo a buscar la ropa que me pondré, no es como si no nos hubiésemos visto así—. Y tan temprano.

—Mi intención era despertarte —admite—, pero a veces se me olvida que eres muy madrugador. Eso sí, te he pillado sin la cama hecha, eso ya es sorprendente.

—No me has respondido —apunto mientras me pongo unos tejanos—. Y no te di una llave para que la uses así, no es tu casa.

—Como si lo fuera —se burla—. Buenos días, James. ¿Qué me vas a hacer para desayunar?

—Tienes manos para hacerte lo que quieras, ¿no dices que es como si fuera tu casa? —murmuro y acabo de vestirme—. Sabrás el lugar donde está todo, ¿no?

Miro mi móvil al notar cómo vibra encima de una de las mesillas auxiliares cerca de la cama. Es un mensaje de Mireia en el que me desea buenos días y que si me viene bien, cuando salga de su turno del hospital, hablar ya sea por llamada, por mensajes, si no me apetece, o por audios, que me enviaría en el caso de que no pueda contestarle porque esté dormido contándome lo que le pase por la cabeza.

Estuvimos hasta tarde hablando ayer, y se me pasó el tiempo volando. No solo nos tentamos y provocamos mutuamente, jugando con el otro, también nos conocimos un poco más, contándonos experiencias, anécdotas, vivencias...

—Esa sonrisa... —Ni me he dado cuenta de que Sebastian se ha levantado y está a mi lado, casi mirando de reojo mi teléfono. Es un cotilla—. Respóndele a Mireia, no te cortes por mí.

—¿Cómo sabes que es ella?

—Por lo que acabo de decir, tu sonrisa —se ríe—. Es muy reveladora.

—Sí, es Mireia —confirmo y le respondo deseándole también que tenga un buen día y que la operación le vaya muy bien—. Aún no me has dicho qué haces aquí.

—¿Venir a desayunar con mi mejor amigo? —pregunta en voz alta buscando una excusa que suene creíble—. Hace tiempo que no pasamos tiempo juntos...

—Nos vimos ayer —le interrumpo—. Sé sincero, no des rodeos porque no cuela.

—Vale, sí, estoy aquí por algo —confirma lo que ya sé—. Tengo la ligera sensación de que ayer no me contaste todo, que te guardaste cosas para ti y no sé si es porque estábamos con Lena o porque no quieres compartirlas. Y si es lo último, siento decir que esto no funciona entre nosotros, que necesito y exijo saber todo.

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora