Me he acostumbrado a mi nueva vida en Suecia.
Es muy diferente a la que tenía en Los Ángeles; el ritmo de vida es distinto, el clima, las costumbres...
Eso sí, una de las diferencias que más me gustan, y una a la que me había costado más aclimatarme, es que es mucho más tranquila, en la que el bullicio de la ciudad no se nota tanto.
La gente tiene otra mentalidad y otra cultura y eso lo había notado desde casi el primer momento en el que me había instalado en Estocolmo.
Podía haberme quedado en Los Ángeles, o volver a mi ciudad natal, pero ni siquiera me lo había planteado.
Sebastian me necesitaba y me necesita a su lado, lo sabía a la perfección aunque directamente no me lo había dicho y no creía que ocurriese ya que su orgullo a veces le podía.
Él había dejado su vida por Lena: su profesión como cantante, su vida pública, sus redes sociales, la ciudad en la que vivía...
Lo había apostado todo por esa relación y le había ido bien.
En unos meses pasaría a convertirse en príncipe de Suecia y duque consorte de Västergötland, un gran cambio en su vida.
Uno que no ha sido fácil para él. No se me olvida, y sé que a él tampoco, todo el esfuerzo que ha hecho para que, después de años, el rey y las Cortes Suecas dieran su aprobación para el matrimonio.
Había sido un proceso largo y hecho con mucho cuidado para que no fuese brusco. La imagen de chico malo con la que se le había asociado siempre, sobre todo por su faceta de rompecorazones y fiestera, tenía que pasar a una mucho más relegada y correcta, acorde a lo que se convertiría en un futuro.
En el momento que Lena se convirtiese en reina, cuando su padre abdicase o una situación peor, él sería su consorte, por lo que debía estar a la altura.
Por ello Sebastian no solo tuvo que refinar su aspecto físico, al igual que la ropa que usaba, también aprendió sueco, leyes, protocolo, costumbres...
Por no hablar de las constantes pruebas a las que fue sometido por parte del rey para intentar que fallase.
Y mientras Sebastian se pasó horas estudiando, esforzándose para dar lo mejor de sí mismo, yo estuve a su lado en todo momento, ayudándole en todo lo que podía.
—He reservado mesa para comer en el restaurante ese que tanto te gusta —comenta Sebastian sentándose a mi lado—. Así haces un descanso.
—Estoy ocupado —murmuro sin dejar de leer los documentos que tengo encima de la mesa—. ¿No tienes nada mejor que hacer?
—Parece que no me conozcas. —Sebastian se ríe e intenta sacarme uno de los papeles, pero no le dejo—. Lena está de acto oficial en uno de estos pueblos que aún me cuestan pronunciar.
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La verdad tras su sonrisa
RomanceJames tiene un flechazo inmediato, y Mireia, aunque no lo admita, es consciente de que la tensión estalla cada vez que sus miradas se cruzan. **** Para James Watson, el día a...