Capítulo Diecisiete

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Sonrío observando a Mireia, que niega con la cabeza mientras sus amigos cuentan otra anécdota suya de su adolescencia y primeros años de universidad

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Sonrío observando a Mireia, que niega con la cabeza mientras sus amigos cuentan otra anécdota suya de su adolescencia y primeros años de universidad.

Me gusta escucharlas, es un modo de conocerla más allá de lo que ella me muestra a mí.

Por lo que dicen, siempre ha sido muy segura de sí misma y decidida, pero es muy divertido saber las tonterías que hacía años atrás como escandalizarse por un bicho en su ropa o cerca.

La cena se me pasa con rapidez, en todo momento me siento muy integrado y tanto Mireia como sus amigos hacen esfuerzos para que así sea, sobre todo la primera, que más de una vez coloca la mano en mi pierna al esperar los platos, tiene gestos cariñosos conmigo y me dedica miradas llenas de complicidad.

Es gracioso también ver cómo se molesta cuando Oriol es más rápido que ella y entrega su tarjeta de crédito para pagar.

—No, ni hablar, no me vas a invitar y menos a James, eso es cosa mía —protesta una vez que hemos salido del restaurante—. Te voy a hacer un ingreso en tu cuenta, aún la tengo guardada en favoritos.

—Mireia, no es necesario. Deja que lo haga en honor a James, ¿no? Por su primera vez en Barcelona de forma decente, no solo por un concierto.

Desde que conocí a Mireia di por hecho que no tenía problemas económicos, que vivía muy bien. Eso cada vez me es más evidente una vez que estoy viendo su día a día, tiene un ritmo de vida muy alto y todo su entorno igual, el dinero no es una de sus preocupaciones.

—Tarde. —Mireia vuelve a guardar su móvil con una sonrisa maliciosa—. Ya te he pagado mi parte y la de James, porque sí, he visto cuánto te ha costado todo.

—¿Y yo puedo pagarte a ti mi parte? —le pregunto con una sonrisa traviesa, sé la respuesta.

—Oh, Jamesito, no seas iluso —se burla de mí y me lanza un beso—. Sabes que no. —Se acerca a mí para abrazarme por la cintura y la rodeo con mis brazos. No es una noche muy fría, no si las comparo con las de Estocolmo, pero no deja de ser invierno—. ¿Algún plan para ahora o cada uno a su casa? —pregunta directamente a sus amigos.

Neus asiente y dice que no le va a dar plantón con tanta rapidez, que ya hemos tenido el suficiente tiempo para estar solos y que lo tendremos más tarde, por lo que entre las dos empiezan a debatir a dónde podemos ir y qué hacer.

A su misma vez, Oriol habla conmigo, interesándose más por mi vida y preguntándome por cómo viví mi vida universitaria o si Harvard es tan dura como le han contado algunos amigos suyos.

No es un mal chico, no me cae mal, pero que tenga tanta complicidad con Mireia, y que aún no sepa cómo me siento respecto a eso, me hace ser un poco reticente a su lado.

Unos tres cuartos de hora más tarde, y después de coger un taxi para llegar, entramos a lo que Neus me asegura que es el mejor bar de copas de toda Barcelona.

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora