Capítulo Veinte

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Sebastian lleva días poniéndome de los nervios

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Sebastian lleva días poniéndome de los nervios.

No es que eso sea nuevo, sacarme de quicio con facilidad es uno de sus puntos fuertes. A veces queriendo, solo para divertirse a mi costa, lo que es una de sus aficiones preferidas, y otras, como está pasando últimamente, que es sin pretenderlo, que lo hace de una forma inconsciente.

Sé que venir a mi loft, o pasar tiempo conmigo fuera de palacio, es una de las formas que usa para desconectar, de aislarse por unas horas de todo lo que tiene en su cabeza y de sus obligaciones, que cada vez son más.

Queda aún un mes y medio para su boda, lo que para otras personas sería tiempo suficiente para no agobiarse, incluso de decidir algunos detalles que aún no están claros, acabar de concretar asuntos e incluso hacer cambios de última hora.

No es el caso de Lena y Sebastian.

Por ser un enlace de tanta importancia, ya que no deja de ser la futura reina del país y va a haber invitados de la realeza del mundo, todo tiene que estar más que atado y comprobado varias veces para que no haya ningún imprevisto, porque no puede haberlo.

Lena, por mucho que haya personas que se encargan de eso, que llevan desde que se anunció el compromiso trabajando en ello, no se queda tranquila si no supervisa de primera mano todas las decisiones, repasándolas una y otra vez, comprobando por sí misma que todo está correcto. Para ella nada puede salirse de control, no puede haber ni siquiera un mínimo fallo, no solo por lo que podría implicar, también es porque su lado perfeccionista y exigente se lo impide.

Y por mucho que Sebastian quiera ayudarla, compartir esa carga, demostrarle que está a su lado, para él es demasiado en algunas ocasiones. Se ha adaptado muy bien a su nueva vida, a lo que implica que su futura mujer vaya a convertirse en reina, eso es obvio, pero hay veces que necesita una vía de escape: la música, una cita con Lena alejados de todo por unas horas, pasar tiempo conmigo...

Estoy muy orgulloso de él, el Sebastian de hace unos años hubiera huido, o la hubiera cagado como ya hizo una vez, incapaz de aguantar esa presión y explotando sin compartirlo con nadie. En cambio, el de ahora tiene una forma mucho más madura de aceptar estas cosas y saber vivirlas.

—¿No crees que es demasiado grande? —pregunto, observando la que será su nueva casa.

Las reformas para adecuar el palacio y que se convierta en un hogar están bastante avanzadas, sigue habiendo mucho por hacer, porque es un proceso largo, pero ya se intuye el toque que le están dando Lena y Sebastian.

—Nunca nada es demasiado grande, James. Nunca lo es. —Sebastian me guiña un ojo—. ¿Qué opinas?

—Te lo acabo de decir, ¿no crees que es demasiado grande? —repito y me muerdo el labio para no reírme.

Si lo comparamos con la mansión en la que vivíamos en Los Ángeles antes de que conociera a Lena, tampoco hay mucha diferencia, quizá incluso es más pequeña y tiene menos habitaciones. Sin embargo, el terreno y el jardín es otra cosa, parece que nunca se acaba y está perfectamente cuidado.

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora