Es muy gracioso ver a James tan nervioso e incómodo por una sola frase de su mejor amigo. Me recuerda a cuando nos conocimos por primera vez, que era incapaz de hablar con rapidez y se pensaba mucho lo que iba a decir, casi como si no se atreviera.
Como le he dicho, a mí no me importa, me ha dado la sensación de que ha sido un comentario más para molestarlo que porque lo piense de verdad. No conozco mucho a Sebastian, pero por lo que he coincidido con él le encanta meterse con su mejor amigo. En el caso de que sea verdad lo que ha dicho, y lo haya dicho en serio, ni me lo he planteado, queda muy lejano ese momento.
James y yo... Él y yo... Sinceramente no lo sé.
No es que hayamos estado mucho tiempo en persona juntos, es más, podría decirse que estos días en Barcelona vendrían a ser nuestra segunda cita, la primera había sido en Estocolmo cuando me dieron la condecoración porque la primera vez no cuenta, pero pese a eso, tengo la sensación de que hace más tiempo que nos conocemos.
No sé si será porque hemos hablado casi a diario, contándonos tonterías y casi toda nuestra vida, o porque hay algo que se me escapa.
No me gusta pensar mucho en ello, tampoco quiero hacerlo, pero es más que obvio que nos entendemos muy bien, no solo en el ámbito sexual, en la que ha superado mis expectativas con creces, también en lo cotidiano y simple.
Todo con James es fácil, demasiado fácil y eso me hace comerme la cabeza y dudar un poco aunque no lo pretenda. Así que por el momento prefiero no pensar en esa propuesta futura porque no me va a servir de nada.
Lo único que tengo claro es que James me gusta mucho y el tiempo a su lado se me pasa de una forma asombrosa, casi sin darme cuenta.
—¿Dónde te apetece que cenemos? —pregunto para no alargar el silencio.
Puedo imaginarme lo que piensa, le debe estar dando vueltas a lo que ha dicho Sebastian, alguna forma de disculparse o restarle importancia, así que prefiero que no siga con ello, no es necesario.
—Eres mucho de no comer en tu casa, ¿verdad? —asume y no va muy errado, con lo ocupada que estoy casi siempre prefiero no perder el tiempo de ese modo.
Por mi trabajo, mis horarios son un poco caóticos.
—Sabes la respuesta a ello, James —me rio y le guiño un ojo con mucha complicidad—. ¿Qué tipo de comida te apetece?
Se muerde el labio de forma inconsciente al pensar y yo no me reprimo a besarlo.
Estamos así durante un tiempo, besándonos como dos adolescentes que no son capaces de reprimir sus impulsos hasta que él se aleja un poco y me mira fijamente.
Una de las cosa que más me gustan de él son sus ojos, lo azules que son y lo que expresan sin tener que decir nada.
Sonrío mientras me acaricia la mejilla, un gesto habitual en él, es cariñoso y atento. Acabo por hacer lo mismo, sonreír mientras lo observo, captando los máximos detalles posibles de su rostro. Cada vez me parece más guapo de lo que ya es.
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La verdad tras su sonrisa
RomanceJames tiene un flechazo inmediato, y Mireia, aunque no lo admita, es consciente de que la tensión estalla cada vez que sus miradas se cruzan. **** Para James Watson, el día a...