—¿Puedo ya hacer comentarios?
Miro a Oriol sin entender a lo que se refiere, ¿es de algo del hospital? ¿Una operación? ¿Algo que se me ha olvidado mencionarle? Porque lo dudo, a mí no se me suelen pasar cosas importantes, menos cuando son de trabajo.
Como he acabado mis consultas de ese día, y tampoco tengo ninguna operación programada, ya que lo había organizado de ese modo para poder marcharme a tiempo, voy directa hacia la sala de descanso por si hay alguna emergencia antes de que me vaya poder atenderla.
—¿Qué dices ahora? —pregunto mientras miro de reojo la historia clínica de mi último paciente en la tablet y añado un pequeño comentario.
—De James y tú —comenta y sonríe—. He estado días callado, pero es que no puedo aguantarme más.
Esbozo una mueca y pongo los ojos en blanco, me había extrañado que no hubiera dicho nada cuando estábamos en el vuelo de regreso a Barcelona, como había preferido que los temas de conversación fueran del congreso y nada relacionado con James, en cómo habíamos estado y lo que opinaba.
Y más cuando yo había sacado el tema como si nada, para saber qué sacaba en claro y si hablaban mucho por redes.
No es que eso me importase, solo es que curiosidad me podía.
—Oriol... —mi voz es una advertencia, no quiero que siga—. Perdiste tu oportunidad en su momento.
—Aún no he dicho nada, no puedo perder algo que no he tenido —se regodea—. Las ganas no me faltan, ¿sabes? Me ha costado mucho resistirme.
—¿Y quién te lo ha impedido? Porque yo no.
—Que adoro ponerte nerviosa, sé que habrás estado pensando el motivo por el que no te dije nada, comiéndote la cabeza, pensando el motivo... Y una Mireia con incertidumbre es una muy divertida.
Es decir, lo ha hecho para poder torturarme a gusto.
—No seas como Pau —le pido, amenazándolo con la mirada—. En serio, no seas como mi hermano —insisto—. No va a salir bien.
Oriol sonríe de esa forma que conozco bien, la que le sale sola cuando se está divirtiendo con algo, en este caso de mí.
—Conmigo no eras tan cariñosa —comenta y no reprime una carcajada—. Tenía que ser yo el que te iba detrás para estas cosas, para los abrazos, para los besos... —enumera aún con ese tono divertido, por lo que reprimo mis ganas de darle un golpe—. En cambio con James, es un poco cincuenta cincuenta, ¿no? Te vi siendo muy atenta con él, buscando su mano, abrazándolo...
—¿Celoso? —pregunto con una ceja alzada.
—No —afirma y sé que no miente. Nuestra relación había sido muy distinta a la que tengo con James—. Me alegro mucho por ti, te mereces ser feliz.
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La verdad tras su sonrisa
RomanceJames tiene un flechazo inmediato, y Mireia, aunque no lo admita, es consciente de que la tensión estalla cada vez que sus miradas se cruzan. **** Para James Watson, el día a...