El silencio de Mireia me está poniendo nervioso.
No responde, está callada, observándome en silencio, inmutable, como si no fuera con ella lo que he dicho. Tampoco hace ningún gesto para restarle importancia, ni se ríe, ni siquiera veo diversión camuflada en sus ojos que tanto me gustan.
¿Eso es un no? ¿Es por eso que está así? ¿Porque se está pensando cómo rechazarme de forma educada?
¿Me he lanzado a la piscina sin que haya agua?
No me aparto ni me muevo, me quedo quieto, mirándola al igual que hace ella, esperando que sea la que hable, porque es lo que tiene que hacer, no puede dejarme con la duda. Si cambia de tema, o me besa para callarme y que lo deje estar, distrayéndome como le gusta hacer, no lo conseguirá, necesito una respuesta.
No solo por el hecho de si quiere ser mi pareja en la boda de Lena y Sebastian, eso es lo de menos, lo que me interesa es si quiere ser mi novia o no.
La que ha dado ese paso, aunque a su manera para que yo recogiera el gancho y lo dijera de forma clara ha sido ella.
Tampoco me esperaba otra cosa, a Mireia no le gusta expresar sus sentimientos o mostrarse vulnerable, aunque no lo es solo por decir lo que siente, y por lo que la conozco, debe tener un debate consigo misma sobre cómo hemos llegado a este punto y cómo puede recuperar el control de la situación.
Puede que me haya precipitado al decirlo de forma tan directa, pero las conversaciones con Sebastian sobre el tema siguen muy presentes en mi cabeza. Mi mejor amigo tiene razón, pero no se lo diré, y si no lo intento, ¿cómo puedo quejarme de que no haya salido bien?
No sé cuánto tiempo pasa, si son minutos, o solo segundos, sea el que sea, se me hace eterno. ¿Me está poniendo a prueba? ¿Es su manera de saber cuál es mi aguante y a dónde llega mi paciencia en estos aspectos?
Si espera a que caiga en su juego, y así reconducir la conversación a su antojo, va equivocada.
Tengo muchísimo aguante en situaciones así, cortesía de Sebastian y sus múltiples locuras a lo largo de los años.
—¿Solo gano eso? —Entorna un poco la cabeza y me sonríe con malicia.
Ahí está de nuevo la Mireia que conozco, la que juega, la que me reta con los ojos... Y por el brillo que hay en ellos solo pienso en lo que debe estar maquinando.
—¿Quieres algo más?
—Sí —admite sin miedo—, si ser tu novia solo me supone ser tu pareja en una boda, ¿qué clase de novio eres? —chasquea con la lengua—. Esperaba más de ti en ese sentido. Mucho más.
Me río al escucharla, me está chinchando queriendo.
—¿Puedes poner un ejemplo? —sugiero y acabo por sonreír. Es inevitable hacerlo si me mira así.
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La verdad tras su sonrisa
RomanceJames tiene un flechazo inmediato, y Mireia, aunque no lo admita, es consciente de que la tensión estalla cada vez que sus miradas se cruzan. **** Para James Watson, el día a...