No me he considerado nunca una persona con muchas expectativas para el futuro o soñadora con lo que puede pasar. Siempre he tenido las ideas claras y los pies en el suelo, muy consciente de cómo era la realidad y cómo me afectaba a mí en mi día a día. Tampoco podía, ni quería, ser de otra manera, no cuando Sebastian tenía ese tipo de personalidad, tan opuesta a la mía, que incluía todo lo que acababa de mencionar.
Sin embargo, desde que sé que Mireia va a venir a vivirse a Estocolmo conmigo soy incapaz de no pensar e imaginarme cómo va a ser nuestro futuro y vida en común, lleno de preguntas de lo que va a pasar e ideas conspirativas.
¿Estoy nervioso? Sí, demasiado y no puedo evitarlo.
En ningún momento se me había pasado por la cabeza pedirle que dejase su vida en Barcelona por mí, lo que me había planteado, en el pasado, había sido yo adaptarme a su vida, ser yo el que acabase dejando Suecia por ella. Creía que no estábamos en el mismo punto, que por mucho que no quisiéramos, porque eso era obvio, nuestros caminos se acabarían separándose porque la brecha era insalvable, que ninguno de los dos cedería en algo tan importante.
Me había equivocado y no podía alegrarme más de haberlo hecho.
Mireia había apostado todo por nuestra relación, haciéndomelo ver de la única forma que había encontrado, porque con el paso de las semanas me había dado cuenta de que había sido muy cabezota e intransigente y no veía más allá de lo que creía, que quería un futuro a mi lado. No estaba muy orgulloso de mi actitud y así se lo había dicho a ella, que le había restado importancia porque, según sus palabras, ya estábamos bien.
La idea había salido de ella y estaba más convencida que yo, mencionándolo de forma natural cuando salía en una conversación. Ni siquiera dudaba o le titubeaba la voz, ni cambiaba de tema para evadirlo.
Sebastian la había puesto a prueba, a su manera, cuando habíamos quedado con él y Lena antes de que se marchase de vuelta a su ciudad, mencionando como si nada que en Suecia hacía mucho frío, que el idioma era bastante complicado y a veces parecía que invocabas al diablo, a lo que Lena le había golpeado de forma disimulada, y un montón de peros del que era su actual país solo para ver la reacción de Mireia o si había algún tipo de remordimiento en su mirada.
Pero no había sido así, había respondido de la misma manera en la que me lo había dicho a mí que su imprescindible era un gran vestidor, que los demás le era igual, que si hacía frío ya se abrigaría y que no había tanto tiempo en vuelo entre ambas ciudades.
Y era cierto, yo ya me había acostumbrado a hacer el vuelo Estocolmo-Barcelona para que Mireia y yo pudiéramos vernos. No era tanto y podías aprovechar el trayecto para hacer cosas productivas, en mi caso para seguir poniéndome al día de las leyes suecas.
—¿Cómo va la búsqueda de casa? —me pregunta Sebastian mientras nos sentamos en uno de los sofás de su casa—. Si no quieres ir solo, puedo acompañarte. Sabes que estoy más que encantado, necesitas a alguien objetivo y externo.
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La verdad tras su sonrisa
RomanceJames tiene un flechazo inmediato, y Mireia, aunque no lo admita, es consciente de que la tensión estalla cada vez que sus miradas se cruzan. **** Para James Watson, el día a...