Capítulo Treinta y Siete

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Casi dejo ir a Mireia

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Casi dejo ir a Mireia.

Durante unos segundos he pensando en hacerlo, en dejar que se marche, incapaz de ver más allá de lo que sus palabras decían, incapaz de querer olvidar lo que habíamos vivido. No me veía capaz de poder borrar las últimas semanas, sin dejar de pensar en lo que creía que nos separaba, del dolor que ambos teníamos...

Sé que no está mintiendo, que si está admitiendo que está dispuesta a dejar Barcelona por mí, es porque es cierto, que se lo ha planteado, y que para ella estamos en el mismo punto de relación. La conozco lo suficiente como para saber cuándo sus ojos esconden algo más que no quiere compartir o verbalizar, habla en serio.

Pese a eso, he estado a apunto de dejar que se fuera, porque por un momento, mi orgullo ha podido más que mi razón.

Y por suerte, me he arrepentido antes de que fuera demasiado tarde, no dejando que mis dudas y temores ganasen.

Si ella está tan decidida a intentarlo, a dejar parte de su vida para que lo nuestro salga bien, yo también tengo que poner de mi parte. Una relación no sale bien si solo uno de los dos se esfuerza, no puedo rendirme con nosotros, no cuando aún tenemos tanto por vivir y estamos dispuestos a hacerlo.

Estoy enamorado de ella, y Mireia lo está de mí y quiero creer que podemos solucionar este bache, que podemos seguir siendo un equipo.

Quiero creer no, lo sé, sé que vamos a lograrlo. Estoy convencido.

Como ella se ha sincerado conmigo, hago lo mismo, le reconozco que tengo miedo, que una parte de mí no puede dejar de pensar en lo que nos ha separado, a que por mucho que lo intentemos no sea suficiente y que no tengamos nuestro final feliz. Quiero que mi futuro sea a su lado. No tengo dudas.

Mireia me mira y sé que se ha dado cuenta de que mis ojos se han desviado más de una vez hacia sus labios. He querido besarla desde que ha llegado, como siempre me ocurre al verla, y su presencia me ha dejado muy confundido porque no sabía el motivo de su visita.

Empezamos con nuestro juego, el que nos caracteriza, el tira y afloja en el que nos movemos y nos encanta mientras nos tentamos mutuamente.

No seré yo la que te bese, James asegura y se relame el labio inferior—, pero ganas no me faltan. Además, no me has dicho si quieres besarme o no. ¿Por qué no respondes mi inocente pregunta?

—Porque no hace falta que lo haga, es obvio. —Hago lo mismo que ella, provocarla al juntar nuestras narices para ver si le provoco alguna reacción—. ¿No eres de las que dices que no te gusta repetirte? Me ocurre igual.

Será obvio para ti... —Vuelve a relamerse el labio inferior y acaba mordiéndoselo un poco. Está usando esos gestos que sabe que me pierden y que hacen que acabe por perder el control—. Necesito una respuesta.

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora