EPÍLOGO

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— ¿Me puedes repetir por qué vamos?— dijo Draco por décima vez.

Hermione rodó los ojos.

— Es una reunión familiar, Draco. Ya dijimos que iríamos, no podemos faltar.

El rubio bufo y solo se dedicó a observar como su mujer se arreglaba frente a él.

— Podríamos hacer algo más divertido, tal vez — propuso lanzando una mirada lasciva a la castaña.

Hermione negó.

— No intentes convencerme.

Draco, derrotado, se tiró dramáticamente en el sofá.

— No quiero ver la cara de Potter— murmuró.

No era que se llevarán mal o algo parecido, de echo tenían lo más cercano a una amistad. Todos eran como una gran familia. Lo que sucedía era que había perdido una apuesta y no quería cumplir el reto ahora.

— Te comportas como niño.

— Eso mismo te dije yo cuando encontramos esa cana en tu cabello..., Te estás volviendo vieja, cariño.

Hermione lo fulminó con la mirada.

— Agradece que eres el padre de mis hijos, de lo contrario ya estarías muerto.

Draco río y luego la envolvió en un abrazo.

— Aunque estés llena de arrugas como una pasa de uva y tengas el cabello totalmente blanco, te seguiré diciendo lo hermosa que eres y me sentiré afortunado de acompañarte hasta el último suspiro.

— Te odio— murmuro Hermione con los ojos cristalinos—. Solo quieres hacerme llorar.

Draco beso su coronilla y juntos bajaron a la sala, dónde sus hijos los esperaban.

— ¡Al fin!— exclamó Scorpius levantándose de un brinco de su asiento.

— ¿Por qué demoraron tanto?— cuestionó Orión con aburrimiento.

— Estábamos...— empezo a explicar Draco pero fue interrumpo por una voz.

— Apareándose como dos conejos— completo Blaise desde el sofá con un tazón de cereal y viendo un programa de televisión muggle.

— ¿Por qué todavía sigues aquí?— preguntó molesto Draco.

Su amigo llevaba más de dos semanas allí.

— Ginny aún no me perdona por olvidar a Sam en el centro comercial— comentó con tristeza el moreno.

Hace una semana había olvidado a su hijo de seis años en un centro comercial muggle y todo por quedarse embobado con unos cómics de super héroes.

Hermione suspiró.

— No te puedes ocultar por siempre aquí, Blaise. Debes hablar con Ginny y resolver esto de una vez.

— Escucha a mi madre, tío Blaise — dijo Scorpius besando la mejilla de su mamá Hermione—. Si quieres podemos ser tus guardaespaldas, por si acaso.

Orión rio ante la idea de eso. Todos sabían que Ginny era una fiera peligrosa.

Blaise asintió y con un movimiento de varita Hermione lo arreglo para que estuviera decente.

— Por cierto...¿Dónde está Anne?— pregunto Draco preocupado de no ver a su risueña y pequeña hija en la mansión.

— Paso la noche en la madriguera. ¿A caso no lo recuerdas?— respondió Hermione.

Lo Que El Viento Se llevó (SIN EDITAR) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora