Lucy estaba feliz, los lazos por fin habían terminado, sus planes podían seguir y acabar con todo lo que había empezado hace casi quince años mundanos. Le había pedido a Lilith que la ayudara con lo indispensable y ella gustosa aceptó de inmediato. Ella se preparó y preparó a Samael, no quería que las cosas le comenzaran a salir mal estando tan cerca de terminar con El Dios De La Destrucción. Su entusiasmo se sentía por todos lados, tanto que mientras desayunaban, Belcebú se la pasó haciendo chistes sin sentido y ella tomándolos por el buen sentido, no hubo caras desesperantes ni sonidos de desaprobación. Lucy suspiró y puso un mechón de pelo tras la oreja, estaba tan ansiosa. Tyler sonrió un poco al verla de esa manera, le gustaba ver la ilusión en su cara, todo le estaba saliendo bien, su hijo había regresado al lugar del cual nunca debió de haber salido, su hijo ya la aceptaba y ahora, estaban a punto de terminar con el problema principal.
--tranquila, todo saldrá bien.
--lo sé, pero no puedo evitar sentirme tan... feliz, pronto todo será como antes.
Tyler asintió y Lucy sonrió, besándole los labios. Cuando la hora llegó, Lucy fue por Samael, el cual estaba esperando con paciencia en su habitación, estaba listo para utilizar sus poderes, y estaba emocionado, había sido un proceso largo de aceptación y se sentía listo para hacerlo. Se puso de pie cuando su madre abrió la puerta y salió de inmediato. Ambos fueron a la habitación de las almas, había miles de cuadros e instrumentos que en sus tiempos fueron considerados malditos, él los había visto en internet, pero nunca creyó que solo fueran copias esparcidas por el mundo. Sim embargo, la decepción se albergó en él, no era para nada a lo que él había imaginado, ¿dónde estaban los lamentos y los gritos de sufrimiento?
--¿esta es la habitación de las almas?
--sí.
--¿en serio? ¿dónde están las almas?
--en los objetos, ¿qué esperabas? ¿qué estuvieran en frascos?
Samael asintió, por supuesto que lo esperaba y no le avergonzaba admitirlo. Lucy sonrió, era todo un clásico. Miró a Lilith, que llevaba en las manos la Daga de Laton, había traído a las mejores brujas del mundo con ella, según las órdenes de Lucifer, brujas que no solo fueran poderosas, sino que también, confiables. Las brujas inclinaron la cabeza cuando Lucy posó sus ojos en ellas y Lucy solo les hizo una seña con la mano, no era tiempo de formalidades, ahora ellas, eran parte de su equipo.
--¿estás lista?
--sí.
--pues todo está listo, cuando quieran.
Lucy asintió y miró a su hijo. Samael tomó aire y se acercó a su madre, era hora de poner en práctica todos los dones que se suponía que tenía. Ella le tomó la mano y ambos se sentaron en medio del pentagrama. Samael ni se sorprendió, porque sí, había un pentagrama, al parecer toda práctica que tenga que ver con su madre incluye un pentagrama. Las brujas los rodearon y comenzaron a prender las velas.
--todo saldrá bien, Samael, estamos en una habitación con fuerza, hay miles de almas aquí, no solo humanas, hay hechiceros, brujas, dioses y muchas más criaturas que el mundo cree inexistentes. Estamos rodeados de las mejores brujas de la tierra y tú y yo, no hay de qué preocuparse, ¿de acuerdo?
Samael asintió, no tenía duda de que las cosas saldrían bien. Las velas negras terminaron de ser encendidas y las brujas formaron un círculo alrededor de ellos, como cuando estaban en el Vaticano. Lilith le entregó la daga y Lucy la tomó entre sus manos, ella la besó y comenzó a hablar en latín, las brujas la imitaron y guardaron silencio en cuanto terminaron la oración. Samael se sintió como en esas películas de posesiones que solía ir a ver con sus amigos al cine, muchas personas las encontraban horribles, sin embargo, a él, le parecían sumamente interesantes y estaba completamente seguro de que, si en algún punto de su vida le dieran la oportunidad de hacer un ritual, lo haría. Ahora sabía por qué. Lucy miró a su hijo y Samael pasó saliva, se podía imaginar lo que ella le pediría.
--tienes que repetirlo, Samael, todo lo que salga de mis labios tienes que decirlo.
--pero yo no...
Él negó, él no tenía ni idea de lo que era hablar en latín, prefirió tomar francés en el colegio que el latín, no pensó que una lengua muerta le serviría en un futuro, y ahora, se arrepentía. Lo más triste es que, ni siquiera había terminado bien sus cursos, era poco lo que sabía a cerca del idioma.
--solo dilo, Samael.
Él agachó un poco la cabeza y cerró los ojos con fuerza, tratando de recordar las palabras, tomó aire y comenzó a decirlas. Para su sorpresa, lo dijo a la perfección y entendió lo que salió de sus labios, como si él fuera Percy Jackson. Lucy sonrió y siguió hablando, estaba orgullosa de su hijo. Todos los presentes la imitaron y el corazón de Samael se aceleró cuando dijo las últimas palabras; su sangre. Al parecer su sangre era necesaria para el ritual, como lo fue en la lanza de Longino. Lucy miró directamente a los ojos de su hijo y cortó la palma de su mano, sin mostrar alguna pizca de dolor. Samael bajó la mirada y miró la daga, la mitad de ella estaba completamente llena de la sangre de su madre y la tomó cuando se la dio. Sus manos temblaron un poco y antes de pensar demasiado, cortó su mano, hizo una mueca ante el ardor y respiró profundamente, supuso que lo peor, ya había pasado. Lucy siguió hablando y tomó la daga entre las manos de Samael, dejándola totalmente atrapada. El filo de la daga se enterraba en la carne de sus manos y su herida recién hecha ardía. Samael comenzó a sentirse mareado y sentía su cuerpo cosquillear. Inconscientemente pegó su frente con la de su madre y el aire le faltó, su mente comenzó a caer al centro de su alma, lo sentía, sentía el poder correr por cada célula de su cuerpo y eso era, asombroso. Se sentía fuerte e invencible, era capaz de hacerlo todo. Tomó una gran bocanada de aire cuando su mente volvió a su cabeza, sentía esa burbuja de poder rodeándolos y se sentía completamente conectado con su madre, como si fueran una sola persona. Miró la daga, esta absorbía la sangre y parecía que cambiaba físicamente. Su madre dijo una última oración y las brujas soltaron un gemido escalofriante, las velas se apagaron y la daga absorbió la sangre por completo. Su madre se separó de él y la burbuja se rompió. Lucy miró a todos con satisfacción, todo había salido a la perfección y no podía sentirse más que orgullosa por todas aquellas personas en esa habitación.
--está lista.
Samael sonrió y de pronto, todo se puso negro a su alrededor. Lucy miró a su hijo colapsar y le dio la daga a Lilith, tomó a su hijo en brazos y lo llevó a su habitación, había gastado demasiada energía y tenía que recuperarla de algún modo. Tyler entró y frunció el ceño al ver a Samael en la cama, se preocupó al instante al verlo sangrando.
--¿qué pasó?
--no te preocupes, está bien, es normal, es su primera vez. Con el tiempo se acostumbrará.
Lucy acarició su cabello y se puso de pie, saliendo de la habitación, tomando de la mano a Tyler para llevarlo con ella. Samael abrió los ojos y se llevó las manos a la cabeza, le dolía horrible, buscó sus heridas, pero estas estaban completamente sanas, como si nada hubiera pasado hace tan solo unas horas atrás. Se sobresaltó cuando la puerta de su habitación se abrió, pero se relajó de inmediato cuando miró a su madre entrar, con una charola llena de comida en las manos.
--sabía que despertarías pronto.
--¿qué pasó?
--te desmayaste, no te preocupes, es demasiado normal, a mí también me pasó.
Lucy le sonrió y puso la charola en la cama. Samael se acercó y tomó el tenedor comenzando a comer, se sentía un poco desganado y con poca fuerza.
--¿todo salió bien?
--oh, sí, la daga está lista.
--¿lo hice bien?
--mejor de lo que esperaba.
--entonces ¿pronto lo derrotaremos?
--así es.
Samael sonrió, estaba feliz, por fin era útil en todo ese problema, dejaría de ser el niño llorón que tiene que ser protegido por todos. Pronto el encuentro sería inevitable y ahora, estaban completamente listos para la pelea.
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Samael
FantasyESTO ES UNA SEGUNDA PARTE Después de casi 15 años, Lucy regresa a la tierra dispuesta a proteger a su hijo. Samael se encuentra rodeado de una vida perfecta, hasta que su madre aparece en la puerta con una amenaza que el desconocía. Samael descubre...