EPÍLOGO

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Samael jugaba con su silla, mientras mordía la goma de su lápiz, había tenido con su madre una larga reunión con la corte infernal y se había prometido estudiar cuando llegaran al castillo, sin embargo, no podía concentrarse, no como debía. Dejó de jugar con la silla y se concentró en el libro, aunque, una hora después, bajó en busca de comida. Buscó en las alacenas y tomó varias barras de cereal con arándanos y yogurt. Salió de la cocina y le dio una mordida a su barra de cereal. Su madre entró al castillo y lo miró.

--¿qué haces?

--comer, tengo hambre.

--mañana tienes que ir al paraíso.

--¿otra vez? Fui hace dos días.

--Dios requiere tu presencia.

--aaaa, ¿para qué? solo da órdenes y no es para nada divertido.

Lucy sonrió, ella lo sabía, su padre siempre había sido tremendamente aburrido y por más que hicieras chistes, él no se reía para nada.

--lo sé, viví milenios con él.

Samael se quejó una vez más y Lucy se fue a su despacho, aun con una sonrisa en el rostro. Samael la siguió y se sentó en uno de los sillones, observando a su madre buscar algo entre sus cosas. Tomó algunos libros y le hizo una seña a Samael, él se acercó y miró los libros que su madre sacó.

--¿magia negra?

--así es, pronto cumplirás diecisiete, y es hora de que aprendas acerca de ella.

--oh, no sabía que Florence supiera acerca de la magia negra.

--no lo sabe, para esto se necesita años de estudio y práctica.

--¿entonces?

--vendrá un nuevo maestro.

Fue toda la información que dio y Samael levantó las cejas, esperando a que su madre hablara más acerca de su nuevo maestro.

--se llama Dante, te gustará.

--¿Dante? ¿cómo Dante Alighieri?

--sí, como Dante Alighieri.

--aaaa, ¿y que lo hace tan especial?

--tiene todo tipo de conocimiento, biblia negra, biblia blanca, magia negra, magia blanca, el libro de Enoc, el libro de la muerte, etcétera. Es un chico bastante sorprendente y realmente capaz, si hace bien su trabajo contigo, tal vez le demos un premio.

--solo es listo, no hay necesidad de premiarlo.

--bueno, firmó mi libro a los quince años y en estos cuatro años, ha mostrado demasiado talento.

Samael puso los ojos en blanco, no le gustaba cuando su madre hablaba de otros chicos, no debería de sentirse orgullosa de los demás, solo de él, él era su hijo.

--como sea.

Samael salió del despacho de su madre y caminó hasta las escaleras, pero se detuvo en el tercer escalón cuando miró a Lilith entrar al castillo. Samael sonrió y se acercó a ella para abrazarla, a pesar de la extraña relación que tenía con su madre, Lilith se volvió su amiga.

--¿cómo estás, niño?

--bien, aunque, ya no soy tan niño.

--entiendo, ¿tu madre ya te contó la noticia?

Samael volvió a poner los ojos en blanco, ya veía aproximarse la conversación sobre lo bueno que es ese tal Dante.

--sí, ya me lo dijo.

--¿y estás emocionado? Porque Dante es realmente bueno, creo que realmente podrías aprender demasiado de él.

--sí, sí, sí, ya lo sé, el mejor de su generación.

Dijo con desgano y metió sus manos en las bolsas de sus pantalones, poniendo una pose chula, no quería oír más sobre su nuevo maestro.

--no sé porque lo alaban tanto, ni que fuera Brad Pitt, solo es un chico que aprendió rápido, no es la gran cosa, yo lo he hecho miles de veces y no veo a nadie aplaudiéndome por eso.

--podemos aplaudirte si así lo deseas.

--ese no es el punto, el punto es que lo hagan sin necesidad de obligarlos, soy mucho más listo que ese tal Dante, tengo la sabiduría de cualquier genio matemático, soy el hijo de Lucifer al final del día.

--esa arrogancia, Samael.

--no es arrogancia, son hechos, Lilith.

--tu madre hizo un perfecto trabajo ante ese hecho, en serio que sí, eres idéntico a ella.

Samael sonrió completamente alagado, que lo compararan con su madre cada día, lo hacía sentir demasiado bien consigo mismo, alimentaba su ego, él quería ser igual o incluso hasta mejor que su madre.

--gracias.

--no es un alago.

--¿qué? ¿cómo no? ¿quién no quisiera ser el hijo de Lucifer?

--yo no.

--no, claro que no, tú quieres folla...

--¡ya entendí, Samael!

Samael soltó una fuerte carcajada, sin embargo, se cayó de inmediato cuando pudo notar la presencia de otra persona. Podía notar que era unos cuantos centímetros más alto que él. Lilith, sonrió cuando Samael notó la presencia de su acompañante y lo hizo pasar al frente, ya que Samael, a la distancia y en el ángulo en el que estaba, no lograba verlo con claridad.

--él es Dante, Samael.

El chico dio unos pasos más, quedando por fin, a la vista de Samael. Él pasó saliva al ver al chico, poseía unos cabellos oscuros como la noche y unos enigmáticos ojos grises, que, sin duda, lo habían atrapado, como si de una prisión se tratase. Samael entendió que, su nuevo tutor, sería el dueño de sus nuevas y más locas fantasías.

SamaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora