Capítulo 3

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Alendra Mac

Alendra Mac

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MARÍA 

Mi corazón se encuentra dividido. Estoy feliz porque he logrado ingresar al mejor colegio de leyes de Metrópoli, obteniendo una beca completa, pero por otro lado no quisiera dejar a los pequeños del orfanato, aunque a mis dieciocho años es imposible quedarme aquí. Ayer cumplí la mayoría de edad y el gobierno no me permite quedarme por mas tiempo. Ahora soy emancipada y sé que debo continuar sola.

—No quiero que te vayas, María. Quédate con nosotros —me suplica Regina estado en mis brazos con sus ojitos llenos de lágrimas.

—Prometo que vendré a verte en cuanto pueda —mis ojos se cristalizan intentando calmar a Regina de tan sólo cinco añitos de edad.

Desde que Regina llegó al orfanato le tomé gran cariño. Quizá sea porque en el orfanato son más niños que niñas y ella llegó aquí en condiciones muy similares a las mías.

A mí me abandonaron en la parroquia de San Francisco cuando era una pequeña de menos de un año, el sacerdote no supo que hacer conmigo, así que me trajo con las hermanas y fue prácticamente por mí que el convento se convirtió en un orfanato dirigido por monjas. Lo mismo sucedió con Regi. La abandonaron en una de las bancas de la capilla y el párroco la encontró al finalizar la misa de las doce y curiosamente como cuando sucedió conmigo, nadie vio a la persona que nos dejó allí.

—Regina —Aitana acaricia su espalda y pide abrazarla intentando ayudarme con aquella dolorosa situación—, yo vendré a verte. Jugaremos con los chicos como siempre —le habla con la dulzura habitual que nos trata a todos.

En verdad que Aitana es un ángel, le debo tanto. Ella y Alma han sido muy buenas conmigo.

—Pero, tú, sólo nos visitas los fines de semana —Regina no deja de llorar—. María nos contaba cuentos antes de dormir. ¿A hora quién lo hará?

—Regi, no puedo quedarme, ya soy mayor y en este lugar sólo pueden estar los niños —limpio sus lágrimas y trato de contener las mías.

Quizá si el gobierno dejará que yo me quedase más tiempo lo haría pero eso es imposible. Las reglas de los orfanatos son emanciparnos al llegar a la mayoría de edad.

Aitana a conseguido que una organización benéfica me dé manutención temporal, pero sólo será por un año, considerando que después de ese tiempo yo ya contaré con un empleo estable y eso espero.

—María, aquí hay mucho espacio para ti —extiende sus bracitos hacia mí para que vuelva abrazarla.

Es difícil hacer entender a Regina y a otros pequeños me voy del orfanato con el corazón destrozado. Sé que ellos estarán bien, por fortuna aquí las religiosas son muy buenas con todos los niños. A mí me dieron mucho cariño y puedo decir que tuve una feliz infancia. No pensé jamás en que era tener padres porque ellas se encargaron de hacer mi día a día realmente feliz. Agradezco al cielo por ello.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora