Alendra Mac
Han pasado ya varios meses desde el nacimiento de Gavril, ahora veo su rostro embarrado de papilla de manzana mientras se encuentra en su sillita de comer, sonrío al ver su habitual desastre, amo todo lo que Gavril me está haciendo vivir.
El dolor que aprisionaba mi pecho ante la partida de Gabriela cada vez es menor y es que mi hijo lo mengua con cada sonrisa, con sus balbuceos y dulces carcajadas. Gavril es el mejor regalo que la vida pudo haberme dado.
He adaptado mi horario en el corporativo para seguir siendo quien se encargue de cada rutina de mi pequeño Gavril, soy quien lo ducha, lo alimenta e incluso cambia sus pañales cuando estoy en casa, ahora que empieza a practicar para dar sus primeros pasos suele dejarme la espalda destrozada, pero cada una de sus etapas valen la pena, el sólo hecho de escucharlo intentar decirme papá me llena de una inmensa alegría y satisfacción.
—¿Mi pequeño consentido a terminado? —lo cuestiono sonriendo mientras acerco mi rostro.
Estira su manita e intenta alcanzarme, aún cuando sé que dejará mi rostro con una mascarilla de manzana, no me niego a que me toque.
—¡Pa...pa...pa! —expresa mientras me da suaves golpes en el rostro. Sonrío y beso su manita antes de alejarme.
—Papá —le indico tratando que perfeccione su articular mientras por mi rostro paso mi servilleta para quitar los residuos que mi hijo me ha dejado.
—¡Pa... pa... pa! —vuelve a repetir azotado una y otra vez su cuchara sobre su plato dejando el comedor aún más pringado con su comida.
—El tráfico es terrible —habla Emilia cuando entra al comedor junto a Ferkon y Eros, quien como cada día se resiste a entrar.
Ferkon y Emilia nos saludan, en tanto Eros se queda cruzado de brazos frente al marco de la puerta, su cara de enfado es muy graciosa y me hace apretar los labios para no reírme, sé que si me rio él se enfadará aún más.
Eros es un niño sumamente mimado, y sé que bien que la crianza que le estoy dando a mi hijo lo hará tan obstinado como lo es su caprichoso primo putativo.
—No se te ocurra abrir la boca —me sentencia Emilia señalándome con el dedo índice, sabe que estoy a nada me molestar a su hijo—. Coshita hemosha —se acerca a Gavril dejando un beso sobre su cabello— ¡Mmmm... manzanita! —expresa Emilia lamiéndose los labios puesto que le ha quedado parte de la comida de mi hijo en sus labios.
Creo que Gavril no tiene parte del cuerpo que no esté cubierto por la papilla.
—¡Nene feoooooo! —grita Eros desde su lugar atrayendo la atención de mi bebé— ¡Eles un nene feo y cotino! —vuelve a gritar y prometo que estoy a punto de estallar de la risa.
—Ya basta, Eros —Ferkon habla con calma e intenta ir por él pero Emilia se adelanta.
—Anda, señor gruñonsito, hay que lavarse las manos porque es hora de comer —Emilia le habla con dulzura al colocarse de cuclillas frente a él.
—¡No!
—Te quedarás enano si no comes —Ferrell aparece desde la espada de Eros y cuando pasa a su lado le revuelve el cabello para enseguida tomarlo en brazos—. Hola, Emilia —la saluda mostrándole media sonrisa.
ESTÁS LEYENDO
𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀
Romance••✦••┈┈┈┈┈┈••✦•• ❀ ••✦••┈┈┈┈┈┈••✦•• ••✦••┈┈┈┈┈┈••✦•• ❀ ••✦••┈┈┈┈┈┈••✦•• ¿Qué puede suceder cuando pretendes proponerle matrimonio a tu novia, pero ella antes de conocerte salió con un psicópata y está obsesionado con recuperarla? Bruno Castel...