Capítulo 28

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Alendra Mac

Alendra Mac

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MARÍA

Sonrío como una tonta en tanto camino hacia el estacionamiento de la universidad ya han pasado seis meses desde que Bruno y yo somos novios, jamás me imaginé que él sería tan dulce, es por demás consentidor y me siento feliz a su lado.

Cuando él no puede venir por mí porque tenga una reunión, envía a su chofer y pide me lleven al corporativo para poder pasar tiempo juntos antes que me vaya a cumplir con mi horario de trabajo, por más que ha insistido, no he dejado de trabajar, me gusta mi independencia aunque ello implique no pasar tanto tiempo con Bruno como quisiera.

—Deberías de festejar, ¿no crees? —me cuestiona Ferrell pasando su brazo sobre mi hombro tomándome por sorpresa.

—Prometo que un día de estos voy a matarte —empujo su brazo y le doy un pellizco en el mismo.

—¡Ouch! Eres una amiga muy agresiva —se soba brazo haciéndome sonreír—. ¿Te das cuenta cuánto me maltratas, pero sobre todo que disfrutas haciéndolo? —pongo los ojos en blanco ante su comentario y lo empujo por el hombro.

Ferrell sigue siendo el chico inmaduro, bromista y alegre de siempre, o por lo menos es la carcasa que muestra a todos, mi amigo en realidad vive sufriendo el desamor de Emilia y pareciera que sólo busca minimizar su sentir mostrando una felicidad que pocas veces es genuina.

En verdad que me encantaría que Ferrell encontrara a una chica de la cual pudiese enamorarse para sacar a Emilia de su cabeza porque es más que obvio que ella no pretende divorciarse de Ferkon para reintentarlo con mi amigo.

—Si fueses un chico con un pizca de madurez, seria distinto —sigo caminando mientras él sigue mis pasos.

—Para ti necesito muchas pizcas: una pizca de madurez, una pizca de paciencia, una pizca de ingenio, una pizca de puntualidad, una pizca, una pizca, una pizca...

—Ferrell eres terrible pero te adoro —me detengo y acerco para darle un beso ruidoso en la mejilla.

—Lo sé, nena, soy irresistible —me da un beso de vuelta y continuamos caminando—. Sólo no me pidas una pizca de celibato porque dejarás de ser mi amiga.

No puedo evitar sonreír al escucharlo, giro mi rostro hacia él por un instante y enseguida muevo la cabeza en negativa. Esa es otra de sus manías, creer que acostándose con todo lo que se mueve podrá dejar de amar a su amor de la infancia.

Ojalá Ferrell entendiera que eso no ocurrirá mientras siga de promiscuo, lo que necesita es entregarse de verdad.

—Eres un golfo —digo de inmediato.

He conocido todas las versiones de Ferrell. Ahora se que es un mujeriego, que copea terrible y por ello he sido su niñera algunos fines de semana.

En ocasiones cuando está ebrio, incluso se pone en su plan sensible y podré parecer que yo no lo soy, pero se ve tan gracioso llorando como una Magdalena hasta porque alguien le sonría. Mi amigo es un caso.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora