Capítulo 43

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MARÍA

No dejo de llorar mientras Fernando me obliga a caminar en dirección al estacionamiento, suplico al cielo que Bruno esté bien, no quiero perderlo, aunque mi destino es tan incierto como el suyo, no sé cuál es el objetivo de Félix al traerme consigo y tampoco tengo idea de hacia donde pretende llevarme.

—Vas a estar bien —susurra Fernando sin retirar el arma de mis sienes—. Bruno también lo estará.

Félix abre la puerta trasera de la camioneta haciéndome subir en ella, se sienta a mi lado haciendo que tome distancia suyo. Estira su mano hasta tomar el cinturón de seguridad y colocármelo, lo veo deslizarse en el asiento acto seguido, deja el arma que traía a mi lado, se queja sosteniendo el costado de su abdomen y parte de sus costillas.

Por un segundo veo el arma y pienso en tomarla, pero analizo enseguida que de nada me serviría porque no sé siquiera cómo disparar.

Fernando sube enseguida quedándose en el asiento del piloto, como Félix le ha ordenado él conducirá. Por un breve instante se aferra al volante de la camioneta sin ponerla en marca, le escucho sollozar.

—¿Por qué carajos no acudiste a mí antes? —cuestiona entre llanto.

Félix no responde, escucho que sorbe por la nariz y volteo hacia él, su rostro también se encuentra empapado. Comprendo menos lo que ocurre, pero no me atrevo a preguntar. Enseguida vuelve a quejarse. Llevo mi vista hasta su abdomen, él levanta la orilla de su camisa para verse, hay un gigantesco hematoma y una herida.

Elevo mi vista hasta encontrarme con su mirada. Siento la camioneta ponerse en movimiento y enseguida salimos del estacionamiento.

Félix no deja de quejarse y hacer presión sobre la herida, la sangre que emana es minúscula, pero empieza a manchar la camisa que trae puesta.

—Nunca ha sido mi intención hacerte daño —habla con la voz afectada—. Te prometo que no voy a permitir que te suceda nada. Sé que no confías en mí, pero no tengo más opción.

No digo nada, sólo lo observo por un instante hasta que la camioneta se detiene cuando hemos salido de la zona urbanizada, estamos a orilla de la carretera, no he percibido siquiera que Fernando a conducido con rapidez puesto que de lo contrario seguiríamos  en medio de los edificios de Metrópoli.

—Voy a revisarte —dice Fernando quitándose el cinturón de seguridad.

—Estoy bien —Félix habla entre gemidos—. Sigue conduciendo —pide—. ¡Por favor! —súplica logrando que Fernando no baje y vuelva a colocarse el cinturón de seguridad.

Un par de golpes en el cristal de la camioneta hacen que me sobresalte nuevamente, hay un chico vestido de médico frente a mí, en la puerta de Félix.

Abre enseguida y me observa antes de hablar con Fernando y Félix.

—¿Por qué se detienen? —cuestiona.

—La curación que le he hecho no servirá de mucho si no sutúranos pronto —responde Fernando.

—Entonces dense prisa, no pierdan el tiempo y no hagan ninguna estupidez —advierte alejándose.

Busco nuevamente la mirada de Félix deseando que me aclare todo lo que ocurre, quién es ese sujeto y por qué Félix está herido.

Fernando vuelve a poner en marca la camioneta a penas el sujeto se aleja. Volteo en busca del chico y veo subirse a un coche que está a pocos metros de nosotros.

A penas Fernando se pone en marca, él hace lo mismo conduciendo detrás de nosotros.

—Conduce más lento —pide Félix acomodándose—. María necesita saber —explica.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora