Capítulo 35

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Alendra Mac

MARÍA

«•••2 días después•••»

"Intento correr pero mis pies no responden, son como dos bases de concreto que me fijan al piso. Mi respiración se acelera cada vez más al ver aquella silueta que apunta con un arma al hombre que amo. Esto no puede estar sucediendo me digo internamente mientras intento gritar para que Bruno se dé cuenta que un hombre al cual no puedo verle el rostro camina decidido a arrebatarle la vida.

Cierro los ojos para poder gritar y la silueta desaparece.

Ahora son esos bellos ojos que me arrancan el aliento los que me observan. Sonrío feliz porque me pertenecen. Veo hacia mis pies y las pesadas lozas ya no se encuentran. Puedo correr al encuentro de mi amado. Pero una mujer rubia con estilizada figura aparece antes que llegue a nuestro encuentro, veo como él rodea su cintura para besar brevemente sus labios. No dejo de caminar, necesito cerciorarme que no sea producto de mi imaginación. Me quedo observándolos pero parecen no verme, la mujer tiene a Gavril en sus brazos y Bruno los ve como si los venera.

—Gabriela. Jamás te he dejado de amar —le escucho decir.

Lloro, lloro sin poderlo evitar, tapo mi rostro ante mi escandaloso llanto, él me ha traicionado. Mi mundo se hunde y no puedo respirar, él era mi oxígeno, mi todo. Las piernas me fallan y caigo estrepitosamente al helado piso.

Un ruido estruendoso hace que quite mis manos de mi rostro y veo hacia donde Bruno se encuentra, ahora él yace en el piso rodeado de un rojo charco.

—¡Nooooo! —logro gritar. Siento que el cielo oscuro cae a pedazos sobre mí y algo me presiona con gran fuerza."


—¡María, María, mi vida... bonita! —escucho la voz de Bruno.

Abro precipitadamente mis ojos y de golpe me siento sobre la cama llorando desconsolada, siento los brazos de Bruno rodear mi cuerpo y me aferro a él sin poder controlar mi llanto, a sido una espantosa pesadilla.

—No me dejes, Bruno... nunca me dejes —digo entre llanto. Él acuna mi rostro con suma ternura y besa ligeramente mis labios.

—¿Cómo podría dejarte? Si eres mi vida —sonríe y a mí sólo me sale una mueca que simula una sonrisa—. Sólo ha sido una pesadilla, mi vida. Sigo aquí, siempre seguiré aquí —me besa con ternura.

Me envuelve entre sus brazos y hace que me recueste a su lado, recargo mi rostro sobre su pecho y el no deja de besar mi sien. Acaricia suavemente mi espalda dándome consuelo y haciéndome ver que nada ha sido real. Estoy con él y siempre será así. Me acerco a sus labios para cerciorarme que son míos, nuestras caricias aparecen y hacemos el amor.

Despertar envuelta entre sus brazos después de hacer el amor es como un breve instante en el paraíso, no quiero que nada me arranque del lugar que sin duda alguna ahora pertenezco. Su lento respirar mientras duerme es como un arrullo el cual disfruto a diario.

—Amor —le doy un ligero beso sobre los labios cuando despierto—. Mi vida, debo ir a clases —insisto y él sólo se remueve para atraerme más a su cuerpo.

—Te amo —dice con los ojos cerrados y yo sonrío.

—También te amo, mi vida —respondo—. ¿Nos duchamos juntos? —lo cuestiono y él sonríe sabiendo que no sólo busco ducharme.

***

Una extraña sensación me ha acompañado desde que Bruno me ha dejado en la universidad, una presión en el pecho que me hace sentir desesperación y me mantiene nerviosa.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora