Capítulo 24

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Alendra Mac

MARÍA

Siento esa extraña sensación de vacío en el estómago cuando sus labios rozan los míos al encorvarse, cierro los ojos deseosa que se atreva a besarme. Me pregunto cómo puedo desear tanto sus labios si tan sólo le he visto un par de ocasiones. Será verdad aquello que las almas gemelas existen. No tengo idea de si esa rara teoría sea cierta pero yo sólo deseo que los labios de Bruno se apropien de los míos.

Su cercanía me hace vibrar como una gelatina regalándome la más bella sensación.

—Soy un abuelito —me susurra provocando que sus labios rocen aún más con los míos.

—Uno al que me encantaría besar —respondo sin inhibición alguna con los ojos cerrados.

Mis palabras parecen darle autorización y siento como sus labios se mueven lentamente sobre los míos, me aferra más a él y yo a su cuello colocándome de puntillas. Muevo los míos a su ritmo disfrutando cada segundo de aquel beso que extrañamente he deseado tanto, nos besamos por tanto tiempo que siento que mis labios se encuentran hinchados al separarnos.

—Hablaré con Raúl —me dice al alejarse de mis labios y colocando su frente pegada a la mía—. Me gustas mucho, María y no quiero malos entendidos por lo que estamos iniciando —sonrío al escucharlo. Está dando por hecho que estamos iniciando algo.

—¿Qué estamos iniciando? —cuestiono fingiéndome inocente.

—María, ahora tus labios son míos —hablamos sin despegar nuestras frentes, lo cual me parece muy dulce.

—Eres un abuelo muy machista.

—No —responde alejando su frente de la mía y soltando mi cintura. Obligo a mis manos abandonar su cuello y me ve a los ojos para enseguida acunar mi rostro—. No es machismo. Tus labios ahora son míos —me da un ligero beso—. Tu mirada ahora me pertenece —vuelve a besarme brevemente—. En tus pensamientos debo ser el único —otro beso—. Tus manos sólo deben sentir mi piel. Porque eso es exactamente lo que te ofrezco. Te daré todos mis sentidos, vivirás en cada uno de ellos y serás la dueña absoluta de mi ser, acepta María y te prometo que jamás vas arrepentirte de tomar el riesgo, sé que es una locura. Que no te conozco y tú no me conoces pero quiero ser tuyo y que tú seas mía, ¿aceptas? —sonrío y asalto sus labios para darnos un tórrido beso.

—Quiero, quiero todo lo que me ofreces. Quiero sentirme tuya, quiero sentirte mío. Quiero esta locura sin importarme que todo sea tan abrupto —respondo abandonando brevemente sus labios para después besarlo nuevamente.

—¿Es ahora cuándo debo llevarte a un psiquiátrico? ¿O debo de esperar a que digas que eres mía? —me bromea y yo golpeó su hombro.

—Aceptó que me recluyas en uno si tú eres mi médico —digo sonriente.

—Lo lamento, cariño, soy neurocirujano, no psiquiatra —me sigue el juego sin dejar de sonreír.

—Que lástima, tendré que refugiarme... —me da un pequeño mordisco en los labios sin dejarme terminar la oración.

—Tú, sólo tienes por refugio mis brazos —me da otro mordisco y yo aprovecho para besarlo—. María —dice cuando abandono sus labios— ¿Quieres ser mi novia? No sé si sea lo que se siga usando pero recuerda que estarás con un abuelito —sonrío—. Y es lo que mi edad dice que se debe de hacer.

—Me gusta a la antigua. Si quiero ser tu novia —le sonrío y él a mí—. Por cierto, esta cosa ya se ha tardado demasiado —digo refiriéndome al elevador ya que llevamos rato en él.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora