Capítulo 36

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Alendra Mac

MARÍA

Siento que mi corazón se comprime dentro de mi pecho, aún no puedo creer que Bruno he haya echado de su casa que me haya dicho tantas cosas. Sollozo tratando de controlarme, no quiero despertar a Gavril.

En mi interior algo me dice que nada de lo que me dijo es lo que en realidad siente, no se puede mentir cuando sus manos han recorrido mi cuerpo con tanta devoción.

Me recuesto a un lado de Gavril y acaricio su suave mejilla sin dejar de llorar. Sé que las palabras de Bruno son mentira, hay algo más, el corazón me lo dicta y seguiré mis instintos y no sus hirientes palabras.

Veo hacia la puerta cuando está se abre con sumo cuidado, noto un silueta y enciendo la lámpara de noche.

—¿Se ha quedado dormido? —cuestiono a Leonora. Ella asienta con la cabeza mientras camina en mi dirección.

—Está ebrio, seguro mañana se arrepentirá de todo lo que ha dicho —habla en un tono bajo. Sonrío con dolor y me siento con cuidado para no despertar a Gavril.

—Sé lo que siente por mí —sonrío y Leonora se acerca para abrazarme.

—María, eres la mujer perfecta para Bruno. No comprendo la razón de su actuar y no la justifico pero mañana cuando esté sobrio debes hablar con él —su mano sube y baja por mi espalda tratando de darme confort.

—Tendrá que darme muchas explicaciones —sonrío secándome las lágrimas.

—Eres una chica muy madura para tu edad —me ve sonriente— Y has mostrado ser una madre extraordinaria para este pequeñito —ambas vemos hacia Gavril.

—Es mi bebé —otra lágrima escapa y la seco de inmediato— Lo que sea que esté sucediendo con Bruno voy averiguarlo y voy hacerle ver que cuenta conmigo, que nada va a separarnos —digo sonriente.

—María —Leonora me habla con dulzura— Eres admirable, niña —acaricia mi rostro— Ahora descansa que mañana será un día agotador para todos —asiento con la cabeza y Leonora sale de la habitación.

Vuelvo a recostarme al lado de Gavril y lo envuelvo entre mis brazos dejando un beso en su pequeña cabecita.

—No van a separamos, mi amor. Si tu papi decide continuar con la tonta idea de alejarme de él lo aceptaré, pero de ti, jamás voy a alejarme —le susurro— Eres mi bebé, ahora también eres mío, cariño y no pienso renuncie a ti —lo estrujo con delicadeza.

Son los pequeños y suaves toques en mi rostro los que me despiertan cuando la luz del sol empieza atravesar las ventanas. Sonrío viendo a Gavril.

—¡Ma... ma... ma! —me nombra tocando mis labios.

—¡Hola, mi vida! —besó la punta de su naricita y el ríe— ¡Te amo!

Me quedo con él algunos minutos, abrazándolo y llenándolo de besos mientras ambos reímos. El sólo hecho de pensar alejarme de él me duele, no voy a permitirle a Bruno que me saque de su vida por que no sólo lo perdería a él si no también a mi pequeño bebé.

Dejo a Gavril con su niñera para dirigirme a la habitación donde Leonora me ha dicho que Bruno ha pasado la noche. Toco un par de ocasiones pero no recibo respuesta. Decido girar la perilla para adentrarme. Escucho que Bruno se encuentra en la ducha, me siento a la orilla de cama a la espera de que salga.

—¡Hola! —le hablo cuando sale de la ducha tan solo con una toalla atada a la cintura.

Me observa por un par de segundos sin decir nada, me coloco de pie sonriéndole y doy un par de pasos hacia él con la intención de abrazarlo.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora