Capítulo 12

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Alendra Mac

Alendra Mac

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MARÍA

Sonrío recordando el dulce y bello rostro de Vega mientras me dirijo a mi primer clase. Ya hace una semana que la hermosa Vega está en la pensión, suelo ayudar a Jaune cuando vuelvo del restaurante puesto que Vega es una pequeña chillona casi imposible de consolar, al parecer mis dones con los niños a ella no le funcionan.

A mis pensamientos se asoma Ferrell cuando ha dicho que Jaune tenía muy buena suerte porque la ayudaría con Little Pea, si supiera que mis manos no son mágicas como lo ha sugerido, sonrió ante mis pensamientos y vuelvo a recordar el rostro de Vega, los bebés son tan bellos.

En segundos la siguiente imagen es la del pequeño que tuve en brazos, tan rubio como Vega, el papá del pobre bebé se veía devastado, suspiro con dolor al recordar. La vida es extraña, dos bebés que nacen el mismo día y ambos tienen un sólo padre.

Mientras continuó caminando veo a Cyan a unos pasos de mí y me apresuro para darle alcance. Desde el nacimiento de Vega no la había visto.

—¡Hola! —le hablo cuando ya me encuentro a su lado y ella pega un salto asustada tirando todos sus libros— No era mi intención asustarte —me justifico agachándome para ayudarla a recoger sus libros.

—Lo sé —ve por un instante hacia mí, sonriendo con timidez—. Estaba distraída, ha sido culpa mía.

Terminamos de recoger sus libros y caminamos juntas hacia nuestro salón de relaciones humanas, la clase que tomamos juntas.

—Nunca te he preguntado qué semestre cursas —trato de entablar conversación con ella.

—El séptimo —me sonríe y esta vez su sonrisa pareciera de felicidad—. Estoy por cumplir los veinte años— abunda mostrando emoción en sus palabras.

—¿Te emociona cumplir veinte o es que te gustan los festejos de cumpleaños? —le pregunto sonriendo al adentrarnos al aula y tomando asiento.

—Después de mis veinte años vendrán los veintiuno y por fin seré libre —hay emoción en el tono de su voz pero yo me desconcierto.

—¿Libre? —pregunto logrando que se ponga mas nerviosa de lo habitual.

—No me hagas caso —dice desviando su mirada de la mía—. Sólo fue una expresión, nada importante en realidad.

—Sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto? —vuelve su mirada a la mía.

—Lo sé —su mirada se cristaliza corroborando con ello que algo anda mal.

—Cyan —hablo preocupada y colocó mi mano en su hombro. Hace un gesto de dolor y realiza un movimiento con el hombro para que quite mi mano de allí. Su comportamiento es sumamente extraño—, ¿estás bien? —arrugo el ceño deseando que me diga lo que le sucede.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora