23 - Tartle

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"Tartle: ese momento de vacilación al presentar a alguien por haberte olvidado de su nombre."

Aunque el estruendo del disparo pudo escucharse a varios (muchos) metros a la redonda, Lan Zhan deseó con todas sus fuerzas que no hubiera ningún policía cerca que pudiera interrumpirlos. Poco probable estando a las afueras de la ciudad, pero siempre es mejor prevenir que curar. Su interlocutor (por una vez y sin que sirva de precedentes) pensaba lo mismo, pero quizá él lo deseaba porque acababa de ponerse de muy mal humor y sabía que si algún humano osaba hacer acto de presencia, le arrancaría la cabeza sin planteárselo dos veces. Con una mezcla entre indignación, asco y ganas de reír, Jiang Cheng contempló primero a la herida de bala que ahora tenía justo en el corazón, al desagradable roto en su camiseta, a Lan Zhan, a la expresión congestionada de Lan Zhan y al revolver humeante que sostenía con la derecha. Ni le importó que se le escapase una risotada sardónica ni, la verdad sea dicha, se molestó en contenerla.

-Ay. -Habló, fulminando al cazador con la mirada-. Eso casi me hace cosquillas.

-No estás muerto.

Lan Zhan tragó saliva, sin saber muy bien si debería bajar el arma o recargarla y disparar una segunda vez, solo por probar. Esta vez apuntaría a la cabeza del demonio de ojos azules que les había citado a él y a su hermano mayor en aquel edificio de apartamentos semi abandonado. Menos mal que Lan Huan seguía revisando los pisos inferiores. Aunque, el cazador estaba seguro de ello, el sonido del disparo ya debería haberle alertado de que algo no iba como debería.

Porque... ¿acaso alguna vez les había salido bien algo?

-Soy un demonio. ¿Crees de verdad que con esa imitación barata puedes hacerme algo, genio? -Ante el tono tanto burlón como irascible de sus palabras, Lan Zhan frunció el ceño solo un par de milímetros, molesto. El pulgar le picaba ante la tentativa de bajar el seguro del arma. Al ver el resplandor de esa mirada dorada, Jiang Cheng se permitió una sonrisa tan petulante como afilada-. Adelante, prueba a disparar otra vez. El resultado va a ser el mismo.

-¿Qué quieres?

-Ahora mismo, una camiseta nueva. Y partirte las piernas por imbécil. Pero, dada nuestra situación y estando en el culo del mundo, me temo que ambas van a ser inviables.

Lan Zhan no necesitó más que esas palabras para decidirlo: aquel demonio no le gustaba. No era una sorpresa, después de todo. Aunque había conocido a algún par de habitantes del infierno que resultaron no ser tan malignos como parecían, este le estaba poniendo de los nervios. Esa expresión de superioridad, la mirada confiada y desafiante de esos ojos azules... No pasaría nada si le disparaba por segunda vez, ¿verdad? 

La explosión de la bala al abandonar el revólver volvió a hacer acto de presencia. Esta vez la herida floreció sobre la arteria pulmonar, un disparo lo suficientemente grave como para matar a cualquiera en segundos. Jiang Cheng se limitó a alzar una ceja como si ni siquiera lo hubiese sentido.

-Y yo que pensaba que los Lan eran gente civilizada. -Se mofó, cruzando los brazos sobre el pecho y dando golpecitos con el pie sobre la madera putrefacta-. Tu linaje va de mal en peor, perdona que te diga.

-Cuida tus palabras.

-¿O qué? ¿Me dispararás otra vez? -Hastiado, el demonio puso los ojos en blanco-. Siento ser yo el que te dé la noticia, pero esa pistolita tuya no funciona. No lo hará hasta que no aceptes mi ayuda. Así que adelante, vacíame el cargador entero si eso hace que te sientas mejor.

-¿Qué pretendes?

-Te lo acabo de decir. Ayudarte a tu hermano y a ti a ganar la guerra que se os viene encima.

-¿Por qué?

-Mis motivos no son relevantes. -Sin embargo, un resplandor fugaz en esos ojos azules pudo revelar la mentira de sus últimas palabras. Lan Zhan se encontró sorprendido hasta cierto punto. Para ser un demonio, mentir no parecía lo suyo.

Culpemos al segundo disparo o directamente al primero. Mientras el joven cazador intentaba discernir las motivaciones que podrían estar llevando a Jiang Cheng a aliarse contra su propia raza, los pasos apresurados de unas botas de montaña hicieron eco por las escaleras. En menos de dos minutos, Lan Huan llegó a la carrera, armado y dispuesto a defender a su hermanito a muerte. Su gesto preocupado se torció en una mueca de sorpresa al ver un panorama cuanto menos desconcertante. Lan Zhan no solo estaba en perfectas condiciones físicas —si no contamos el todavía cicatrizante mordisco de hombre lobo que recibió la semana pasada en un brazo— si no que además era a todas luces el artífice de los tiros. El joven cazador seguía apuntando al frente con su arma en dirección a la esbelta figura de expresión aburrida que se cruzaba de brazos con toda la tranquilidad del mundo. Lan Huan reconoció al instante aquellos ojos azules, aquella sonrisa burlona que se abrió paso en su rostro al ver cómo entreabría los labios en muestra de su asombro.

De su anhelo.

-Hermano...

Lan Zhan, ante la llegada de su hermano mayor, acabó bajando el arma con ciertas reticencias. No sabía por qué, solo que se vio impulsado a hacerlo. Cierta vergüenza por haber disparado dos veces (no una en defensa propia, no. Dos, y una de ellas por despecho) a alguien desarmado, demonio o no, amenazó con atenazar sus pensamientos.

-A-Zhan, ¿qué está pasando aquí?

-Hermano. Este es...

Se detuvo casi en seco, incómodo por más de un motivo. ¿Había llegado el demonio a presentársele en algún momento? No, ¿verdad?

-Jiang Cheng.

El nombre abandonó los labios de Lan Huan en forma de un suspiro. Antes incluso de que Lan Zhan pudiera procesar lo que ocurría a su alrededor, el otro cazador avanzaba a grandes zancadas en dirección al demonio de ojos azules para abrazarlo. En su estoicismo habitual, se permitió parecer asombrado.

En dos años de viaje por carretera, eso era sin duda lo más raro que había visto nunca, y mira que había visto cosas raras.

Bueno, pues más extraño se volvió cuando Jiang Cheng no solo suavizó su mirada, su sonrisa y toda su expresión corporal, si no que además correspondió al abrazo de su hermano como lo harían dos amantes que llevan demasiado tiempo sin verse. Como si se conocieran no solo en cuerpo, también en alma.

¿Pero qué demonios?

-Hola, Lan Huan.

-Estás vivo. -El cazador parecía conmocionado. Sin terminar de romper el abrazo, se separó solo para sostener ese rostro imposiblemente pálido entre sus manos como si fuera algo precioso. Acariciar sus mejillas como si estuviera enamorado-. Dios, la última vez que te vi pensé que... Pero estás aquí, estás vivo.

-Eso parece, ¿no? Aunque se ve que tu hermano tiene prisa por remediarlo.

-Hermano -Lan Zhan no pudo evitar hablar, atrayendo así la mirada en conflicto del otro cazador- es un demonio.

Lan Huan bajó la vista solo para alzarla apenas un segundo después, mirar a Jiang Cheng y mirar a la pistola que hacía ya unos minutos apuntaba al suelo. Hastiado, agotado de todo (y sus buenas razones tenía para estarlo), suspiró. Luego volvió a atreverse a buscar a su hermano menor. 

-Lo sé. Desde hace tiempo. Somos... viejos amigos.

Jiang Cheng se permitió un único bufido, uno que casi parecía una risa. Y, para la estupefacción de Lan Zhan, las manos que en algún momento de aquel extraño abrazo de reencuentro se habían entrelazado nunca llegaron a separarse.

Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora