"Cagamosis: un matrimonio infeliz."
Lan Huan se sentía frustrado. Muy frustrado. No creía haberse sentido tan frustrado en su vida.
Había poco que pudiese hacer en su situación, lo sabía, se lo repetía internamente y trataba de no culparse por ello, sin embargo su autoanálisis no le estaba saliendo del todo bien. De hecho, no le ayudaba para nada, porque solo conseguía ponerse de los nervios a sí mismo cada vez que se repetía que no podía cambiar lo ocurrido, que no estaba en su mano. Quería sentirse útil, quería creer que podía hacer algo para mejorar la situación. El daño estaba hecho, sí, pero de alguna forma se podría encontrar un atenuante, ¿no?
¿La verdad? No podía. A su alcance no había nada posible para cambiar las cosas, ese asunto escapaba por completo de su control. Pero ¿qué podía hacer además de admitirlo y frustrarse todavía más a cada tenso segundo que pasaba?
Cuando giró la cabeza en su dirección, la sonrisa amable que siempre esbozaba casi le salió torcida. Luchaba contra un ceño fruncido, falsa y forzada. Por suerte, Jiang Cheng no le miraba. Su vista añil estaba perdida en las ondas del té, como si la taza que sostenía entre ambas manos fuese lo más interesante del mundo en aquel momento. La imagen era insólita. Solía ver a Jiang Cheng tan seguro de sí mismo cuando caminaban por los pasillos de la facultad, con la cabeza siempre alta y la mirada orgullosa... Llevaban dos años siendo amigos y en esos dos años era la primera vez que contemplaba esa faceta suya: la frágil, la insegura, la destrozada. Le frustraba tanto que se le rompía el corazón solo de pensarlo.
Jiang Cheng y él se conocieron gracias a que sus hermanos empezaron a salir. La relación de Lan Zhan y Wei Ying les acercó inevitablemente, llevándoles a desarrollar una cómoda amistad en la que el temple calmado de Lan Huan suavizaba la crudeza de Jiang Cheng y donde la capacidad de análisis fría de Jiang Cheng hacía reflexionar con cuidado a la amabilidad innata de Lan Huan. Ambos se complementan sorprendentemente bien, como a cierto estudiante de Bellas Artes le gustaba puntualizar cada vez que tenía ocasión. Tras presentarse como "pseudo-cuñados", de alguna forma acabaron adquiriendo la costumbre de invitarse mutuamente a café de vez en cuando al coincidir en la cafetería de la universidad. Su relación era sutil, disfrazado el interés mutuo de una amistad en la que se mantenían elevadas las barreras sentimentales, como si al ver el apabullante y devoto amor de sus hermanos, ambos prefirieran un ataque cardiovascular a sufrir la posibilidad de enamorarse. Por desgracia, Lan Huan había caído antes siquiera de darse cuenta. Y Jiang Cheng también, no nos engañemos, pero la dulce historia de su relación no es lo que toca para hoy, por desgracia. Al fin y al cabo, si no hubiera caído en las redes del primer amor, se estaría derrumbando a solas en una esquina de su cuarto en vez de en un sofá que en nada se parecía al de su casa. Y menos mal, porque lo último que quería en aquel momento era estar en el infierno que se había vuelto el lugar al que debería llamar hogar.
Suspirando, Lan Huan le acarició la espalda con suma suavidad, como ya llevaba un rato haciendo. Solo se había separado de él para preparar un par de infusiones que calmasen los nervios alterados. En aquel momento daba gracias por ese mensaje de su hermano diciéndole que dormiría fuera. Que Wei Ying le caía genial, sí, pero lo que menos quería era a la parejita feliz revoloteando por allí y haciendo que Jiang Cheng se sintiese todavía peor consigo mismo. Llevaban sentados en aquel sofá casi una hora y, desde que logró calmarse, el estudiante de Criminología se negaba a despegar los labios. Lan Huan ni siquiera estaba del todo seguro de lo que ocurría. Se olía cosas —porque tonto no era y ya tenía algunos datos al respecto que le hacían teorizar y sacar conclusiones— pero no terminaba de entender qué habría podido ser tan grave como para que Jiang Cheng se apareciese un domingo por la tarde a las puertas de su piso y se echase a llorar nada más recibirle. Después del ayudarle a manejar uno de los peores ataques de ansiedad que había visto en su vida (aunque tampoco había visto tantos, su entorno se caracterizaba por ser bastante calmado), no se atrevía a pedir respuestas. Tampoco creía que tuviera derecho a ellas. En realidad, solo quería animarle. Con eso en mente, trató de hablar.
No fue él más rápido.
-Jiang Cheng...
-¿Puedo quedarme a dormir hoy? -Le interrumpió con voz rota-. Solo necesito una manta.
-Por mí, no hay ningún problema. El cuarto de mi hermano está libre esta noche. -Y en mi cama hay sitio de sobra, quiso decir, pero supo que no era el mejor momento.
-El sofá está bien. -Murmuró.
-No voy a tenerte durmiendo en el sofá, no seas tonto. Puedes dormir en mi cuarto, yo usaré el de WangJi.
Jiang Cheng ni siquiera discutió, no parecía tener fuerzas para ello. Asintió. Luego alzó los ojos y buscó la mirada contraria. A Lan Huan se le encogió el corazón al sostenerle la vista. Los ojos del otro estudiante todavía estaban rojos, como sus mejillas marcadas de lágrimas.
-¿Por qué eres así de amable conmigo? -Soltó de sopetón. Antes de que pudieran contestarle, continuó hablando-. Soy desagradable, orgulloso y prepotente. Nadie me aguanta, ni a nivel personal ni a nivel académico. Me paso el día insultando a los demás y siendo autoritario, como mi madre. Y ni siquiera tengo la capacidad de hacer las cosas bien, da igual cuanto me esfuerce. ¿Por qué, Lan Huan? ¿Por qué eres así de bueno con alguien que da tanto asco como yo? No valgo la pena ni el esfuerzo.
Bueno, y ahí tenía su respuesta sobre lo que debía de haber pasado, más o menos. Y también un puñetazo en el estómago en forma de discurso autodestructivo. Jiang Cheng se sentía fatal, se sentía inferior al mundo entero, un fracaso absoluto. Lan Huan supo de donde provenían esos sentimientos. Su hermano se lo había dicho. No referente a él en concreto, pero le había hablado de la familia de su novio. Los Jiang tenían un panorama doméstico... complicado, y eso siendo suaves. Al parecer Yu ZiYuan era demasiado exigente con el menor de sus hijos, cosa que preocupaba bastante a Wei Ying. No sabía hasta qué punto podría su hermano adoptivo lidiar con la presión que le imponían casi a diario. Y al parecer, Jiang FengMian apenas le hacía caso, algo también preocupante, y cuando se dirigía a él parecía estarle recriminando su mera existencia. Por lo que podía percibir en su mirada apagada, los tiros iban por ahí. Lan Huan elucubraba acerca de una discusión familiar acalorada. Lo que desconocía, por suerte para él, era la verdadera gravedad del asunto, las peleas constantes durante años y años en las que ambos cónyuges usaban a su hijo más joven como arma arrojadiza, como amenaza o como reproche. Jiang Cheng había acabado en el piso de los hermanos Lan después de que la cosa se descontrolase por completo. Supuestamente aquella iba a ser una comida familiar agradable con su hermana embarazada, su cuñado casi insoportable y con Wei Ying fuera del radio de acción por iniciativa propia. Iban a tener la fiesta en paz, lo habían pactado. Sus padres habían firmado una especie de tregua para esa semana solo por el embarazo de su primogénita, que era lo único que le aportaba un poco de armonía a esa familia desestructurada. Habían resultado ser los días más tranquilos que habían tenido desde que Jiang YanLi se graduó en la universidad y dejó de vivir en casa. Una pena que esa calma falsa explotara en una de sus discusiones más rastreras y que Jiang Cheng tuviera que oírla.
Él solo estaba ayudando a su hermana a llevar los platos sucios a la cocina, comentaban entre risas posibles nombres para su sobrino nonato. Sus padres habían ido minutos antes a empezar a encargarse del postre. Ambos les escucharon gritar.
"-¡Es que lo tratas como si ni siquiera fuese tu hijo! ¡Para esto no debería haberlo tenido!
-Quizá hubiese sido lo mejor.
-Ah, así que hubieses preferido que abortase. ¡¿Es eso?!"
Nunca escuchó la respuesta de Jiang FengMian. Los platos se rompieron con un crujido estruendoso que atrajo a Jin ZiXuan a la escena del crimen y él salió corriendo sin esperar explicaciones. Tenía diez llamadas perdidas de Jiang YanLi desde entonces, un par de su cuñado y cinco de su madre. Ninguna de su padre.
Con la mirada fija en esos ojos que parecían estar a nada de romperse otra vez, Lan Huan le abrazó. Sintió como se tensaba bajo sus brazos para segundos después relajarse y enterrar la nariz en su cuello. Su hombro tardó poco en humedecerse.
-No sé quién te ha hecho pensar esas tonterías, Jiang Cheng, pero quiero que sepas que es mentira. -Susurró sin separarse-. Vales la pena y el esfuerzo. Lo vales todo. Sé qué es difícil de aceptar, pero de verdad lo pienso. Nunca lo dudes, por favor.
En un momento como aquel, Jiang Cheng no era capaz de creérselo, pero agradeció el bálsamo que esas palabras supusieron.
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Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]
FanfictionColección de one-shots XiCheng basada en un post que me encontré por Tumblr hace como mil años, cuando lo usaba. Porque si las palabras son tan variadas y hay tantísimas que no conocemos... ¿por qué no emplearlas para contar historias, lo que más no...