16 - Basorexia

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"Basorexia: un abrumador deseo de besar."

-Mierda.

La cosa no empezaba bien.

Por llamativo que parezca, Jiang Cheng no tenía mal despertar. Bueno, no solía tenerlo. Para todo hay excepciones. Se levantaba con el pie izquierdo cuando se iba a la cama de mal humor, cuando peleaba con su hermano, cuando se despertaba en una cama en la que quizá no debería estar o cuando recordaba que tenía que llamar a su madre al día siguiente. Y... vaya, qué sorpresa, ese día coincidían tres de cuatro. Si no se había ido a dormir estando enfadado con su existencia, con el mundo que lo rodeaba y hasta con su gata, se lo debía única y exclusivamente a la persona que todavía descansaba a su lado, abrazándole por la espalda. A esa persona, por cierto, le había comido la boca en más de una ocasión, y siempre se sentía muy dispuesto a ello, aunque lo negase a diario porque lo suyo no era nada oficial. Gracias a él se había llevado uno de los mejores polvos del año. Por desgracia esa persona era la causante también de que se despertase en una cama que no era la suya cuando se había prometido que no volvería hacerlo. Una pena que los calentones le hiciesen débil y que cuando estaban juntos no pudiesen mantenerse ni con los pantalones en su sitio ni con la boca quieta.

Decían que los Lan se levantaban pronto. A las cinco de la mañana para ser más exactos. ¡Ja! Había dormido con Lan Huan las veces suficientes como para saber que eso era un cuento chino por más de una razón. Su propio despertador sonaba a las ocho y media, él había logrado apagarlo y coger el móvil a eso de las nueve menos diez y, a su espalda, Lan Huan seguía roncando. Vale, no, no roncaba, pero porque ese hombre era un ángel demasiado perfecto como para roncar. En serio, todavía no se lo explicaba. Ni cómo es que existía alguien así —tan gentil, luminoso y amable que ni parece real— ni cómo precisamente él (que tenía el temperamento de un demonio de Tasmania en un mal día, palabras textuales de su sobrino previas a huir por su vida) había logrado tirárselo.

Mientras se despertaba (justo después de soltar esa maldición mascullada al aire) Jiang Cheng pasó como quién no quiere la cosa por sus redes sociales, la típica rutina del millenial de antes del desayuno, pero al quinto chiste sobre le lenguajes de programación que le asaltó por Twitter ya estaba pensando en tirarse por la ventana. Su cerebro no quería pensar en código a esas horas intempestivas, muchas gracias. Era demasiado pronto y se le venía encima una jornada laboral demasiado larga. Por suerte —o no—, su compañero no oficial de cama decidió despertarse justo a tiempo. Más o menos. Más menos que más. En realidad lo que decidió fue comenzar a acariciarle la espalda y a besarle la piel expuesta de sus omóplatos tatuados. Con los labios comenzó a recorrer un camino marcado en líneas de tinta que, a aquellas horas y con las cortinas corridas, no veía. Menos mal que después de varios meses de citas subidas se tono ya se las conociese bien. Muy, muy bien.

Ronroneó sin poder evitarlo. Lan Huan era todo un tramposo.

-Buenos días, A-Cheng. -Saludó divertido, con esas confianzas que solo él y sus hermanos podían tomarse sin que eso supusiera un riesgo para sus piernas. Todavía tenía la voz un poco ronca por el sueño, pero eso no parecía imposibilitarle a la hora de repartir rápidos besos por la espalda del programador. Poco había tardado en colocarle las manos en la cintura y bajando.

-Lo serán para ti. -Gruñó.

-Cada vez que me despierto contigo lo son, efectivamente.

Si pudiera, Jiang Cheng le atizaría con la esquina del teléfono móvil. Como no llegaba y no le apetecía moverse (porque aunque no fuese a admitirlo ni muerto estaba muy a gusto), se limitó a gruñir y a esconder la cara en la almohada.

-Llegaré tarde al trabajo. -Acabó por mascullar contra su voluntad. Realmente lo que le gustaría sería quedarse en la cama todo el día recibiendo muestras de cariño como quien no quiere la cosa, y Lan Huan lo sabía. El mundo de los adultos responsables no está bien pagado-. Suéltame.

-¿Tienes mucho que hacer hoy?

-Me quedan tres putas IA's por programar para la semana que viene. Sí, claro que sí.

-Vaya. ¿Quieres desayunar?

-Por favor.

Tras él, escuchó a Lan Huan reír. Su lado de la cama no tardó en quedarse vacío. Menos perezoso de lo que realmente se sentía, Jiang Cheng alzó la mirada solo para verle buscar la ropa que perdieron en algún momento difuso de la noche anterior. La suya estaba sucia y sudada debido a ciertos... contratiempos, llamémoslo así. Lan Huan le había prometido una lavadora y que le prestaría unos pantalones entre medias. Mientras tanto, el informático se podía dedicar a mirarle el culo según se vestía. Era mejor idea que pensar en las tremendas ganas que tenía de arrastrarle de vuelta a la cama para besarle como si no hubiese un mañana.

-Por cierto, A-Cheng -comenzó Lan Huan al sacar de su armario una camiseta y unos pantalones limpios para él. La sonrisilla que traía no auguraba nada bueno-, ayer por la noche dijiste algunas cosas bastante vergonzosas.

Le mataría algún día, eso lo daba por hecho. Pero, para su desgracia, ahora que se lo había recordado no podía mirar las marcas de arañazos en la espalda del Lan sin recordar ciertos momentos concretos de la noche. Fue intensa y le debía dinero de la caja condones que compraron a medias y que gastaron sin remordimientos. Ah, cómo le odiaba. Si alguien se atreviese a insinuar lo contrario, lo dejaría tetrapléjico de una paliza.

-No sé de qué me estás hablando.

-¿Ah, no?

La mirada asesina de Jiang Cheng lo decía todo, incluida la promesa iracunda de un beso en los labios. Cualquier otro en la situación de Lan Huan estaría temblando de pies a cabeza y buscando un agujero en el que esconderse. Pero claro, cualquier otro en la situación de Jiang Cheng no se comportaría así ante semejante ángel venido del cielo. Por eso precisamente, por no ser y no comportarse como cualquier otro, habían hecho match en Tinder.

Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora