14 - Agelast

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"Agelast: una persona que nunca ríe."

-¿Jiang... Cheng?

-¿Lan Huan? ¿Qué estás haciendo aquí?

-Pues... vivo aquí.

-¿En este edificio?

-Sí. Justo en el piso de arriba.

-Ah.

Para entender las situaciones y las reacciones (la cara de horror de Jiang Cheng, por ejemplo, o el velado entendimiento de Lan Huan) que se dan a lo largo de la existencia de un ser humano suele ser necesario ponerse en un cierto contexto social o ambiental. Lan Huan acababa de llegar a casa después de hacer la compra de la semana un miércoles por la tarde. Llevaba dos bolsas del supermercado, una en cada mano, y lo último que esperaba era ver saliendo de uno de los apartamentos del tercer piso de su edificio a ese precioso chico que había conocido por Instagram hacía tres meses y con el que estaba quedando de manera bastante satisfactoria. Parpadeó confuso, porque no acostumbraba a ver a Jiang Cheng de esa guisa. Aunque fuese el abogado de una empresa de seguridad informática, es verdad que no solía aparecerse con camisas a sus citas, pero su apariencia siempre era muchísimo más cuidada de lo que ahora veía. Esa sudadera holgada gris y esos vaqueros desgastados en nada se parecían a las prendas ajustadas que alguna que otra vez le había quitado con los dientes. Parecía rozar lo desaliñado, como si se hubiese vestido a toda prisa y sin ganas. Su postura para nada erguida y su aspecto sencillo, su cabello recogido sin demasiado cuidado y las gafas de pasta que solía suplir con lentillas fueron una buena primera pista de que algo no iba todo lo bien que debería, o no todo lo bien que él había creído, por lo menos. Su rostro conmocionado fue la segunda, y cuando leyó el cartel metálico sobre el timbre del tercero C, terminó de unir los puntos.

Frente a él, Jiang Cheng tragó saliva, visiblemente sorprendido. Quiso trazar una ruta de huida, pero la única salida era el hueco del ascensor que Lan Huan había decidido no usar aquella tarde. Ah, no, eso sí que no, eso no podía ser verdad. ¿Por qué (de todas las malditas personas que podían descubrirle) tenía que encontrarse con él, su ligue guapo y perfecto? Con lo bien que pintaba la relación con Lan Huan, ambos dos adultos estables perfectamente normales... ¿por qué él, joder? De todas las personas que no quería encontrarse al salir del psicólogo, esta era la última.

O, bueno, podría estar exagerando. Que su hermano se enterase sería todavía peor. Vale, Lan Huan era la penúltima persona.

No pudo sostenerle la mirada durante demasiado tiempo. Desvió la vista tras un par de segundos, justo cuando le vio leer el cartelito que rezaba: "Doctor Shen Yuan, psicoterapeuta." Fruncía el ceño y apretaba los puños en los bolsillos de la sudadera, impotente. Ambos se mantuvieron en silencio durante algunos tensos segundos, hasta que Lan Huan tomó la iniciativa y habló. Siempre tomaba la iniciativa a la hora de hablar.

-¿Quieres subir a tomar un café?

Jiang Cheng parpadeó dos, tres, hasta cuatro veces, confuso. Frente a él, el otro hombre sonreía, tan amable como siempre, como si ese encontronazo se hubiese dado en el supermercado mismamente. El abogado en realidad lo que quería era salir huyendo de allí como alma que lleva el diablo, pero, por alguna extraña razón —el magnetismo Lan lo llamaba él cariñosamente, pues era lo mismo por lo que habían empezado a hablar por mensajes privados cuando eran perfectos desconocidos— se vio obligado a asentir. Antes de darse cuenta, estaba en el coqueto salón de Lan Huan con una taza de café caliente recién hecho entre las manos, frente a él y con un plato de galletas entre ambos. Casi parecía que no hubiese llegado a salir de la consulta de su psicólogo. Shen Yuan compraba galletas de la misma marca y le hacía sentir vulnerable de la misma molesta forma, aunque, por suerte, por motivos bastante distintos.

-Bueno... ¿qué tal estás? ¿Algún avance con ese intento de hackeo de la semana pasada?

Jiang Cheng alzó una ceja, casi incrédulo. La sonrisilla conciliadora que recibió en respuesta no le hizo demasiada gracia, así que le frunció el ceño antes de hablar.

-¿No vas a hacer preguntas?

-No tengo derecho a meterme en tu vida privada. Pero, si quieres hablarlo, estoy aquí.

El silencio volvió a instalarse durante largos y tensos minutos. Qué horror. Ya veía su relación —su intercambio de agradables citas con esporádicos resultados sexuales— yéndose a la mierda. Justo como se habían ido todas gracias a su temperamento y a su habitual falta de ganas de sincerarse con la gente que le rodeaba. La ausencia de conversación se estaba haciendo incómoda por momentos, pero Lan Huan no sabía que decir. Nunca antes les había pasado. Sus citas solían estar plagadas de conversaciones interminables sobre sus ámbitos de trabajo —el derecho, la seguridad informática y el diseño de interiores— y sobre todo aquello que se les ocurría. Pero el diseñador no quería presionarle, así que buscaba en silencio urdir un cambio de tema que no resultase demasiado abrupto y que tampoco le llevase a su pregunta inicial, porque no parecía haber funcionado como él creía. Al final, el propio Jiang Cheng le ahogó ese trago. Si iba a enterarse, al menos que lo hiciese con todos los detalles.

-Depresión. -Confesó. Lan Huan buscó su mirada, confuso hasta que le miró a los ojos-. Depresión y trastorno explosivo intermitente. Problemas de control de la ira, comúnmente conocidos.

-Entiendo. -Asintió con lentitud. El programador le contempló incrédulo.

-¿No piensas echarme de tu casa?

-¿Por qué debería? ¿Por haberme enterado de que vas al psicólogo? -Jiang Cheng se encogió de hombros-. Es bueno que lo hagas. No hay nada peor que necesitar ayuda y quedarse solo.

-Parece que sabes de lo que hablas.

-Hasta cierto punto. -Durante unos minutos, volvieron a callar, hasta que Lan Huan decidió que sería interesante continuar esa conversación-. Pero por tu actitud parece que no mucha gente en tu entorno lo sabe.

-Nadie lo sabe, de hecho.

-¿Por qué?

-A mis padres no les importaría una mierda. -Masculló encogiéndose de hombros-. Y a mis hermanos... bueno, prefiero que no se enteren, simplemente.

-¿Es por vergüenza?

-Es porque no quiero tenerlos detrás de mí todo el puto día dando vueltas a mi alrededor como pollos sin cabeza. -Gruñó-. Gracias pero no, gracias.

Más serio, Lan Huan contempló a su (quizá) futura pareja. Jiang Cheng frunció el ceño de nuevo, si es que en algún momento había llegado a relajarlo.

-Supongo que ahora viene la parte en la que dices que mejor si no nos vemos más, ¿verdad?

-¿Por qué tendría que hacer eso?

-Nadie quiere salir con un gilipollas depresivo.

-Claro, yo tampoco, pero resulta que no salgo con uno. Salgo con Jiang Cheng, un chico maravilloso que resulta que va al psicólogo porque tiene algunos problemas.

-¿Y no te importa?

-Para nada. Bueno, a ver, sí, claro que me importa, pero me importa en el sentido en el que quiero ser un apoyo dentro de mis posibilidades. Me importa en el buen sentido.

Las miradas confusas de hito en hito se habían convertido en el aderezo habitual de esa tarde de miércoles. La que recibió de Jiang Cheng en aquel momento tenía sin embargo un deje de gratitud. Y ese deje de gratitud se convirtió al final en una media sonrisa. Porque era la primera vez que alguien lo sabía, y la primera vez que alguien le aceptaba por completo, conociéndole.

-¿Quieres quedarte a cenar?

Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora