7 - Lygerastia

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"Lygerastia: la condición de alguien que solo es cariñoso cuando las luces están apagadas."

Solo la luz de la luna osaría penetrar al Hanshi durante aquella velada confidencial. Sin embargo, las cortinas se encontraban echadas, impidiendo el paso de la mayor parte de esos rayos pendencieros que pretendían iluminar el engañoso encuentro entre dos eminentes líderes de secta. Hacía una hora había sonado el toque de queda en Gusu Lan. Jiang WanYin no pensaba regresar a sus aposentos oficiales en lo que restaba de noche, y Lan XiChen no pensaba permitírselo. Ay, si Lan QiRen supiera lo que ocurría en aquel recinto de inmaculada tranquilidad, si supiera lo que realmente ocultaba la Conferencia de Discusión celebrada en Gusu... Al pobre hombre le daría un infarto al descubrir que no solo el segundo de sus sobrinos era un manga cortada. Y no sería el único. Su romance era un secreto, un hecho oculto que hasta sus hermanos ignoraban y que no planeaban darles a conocer ni antes ni después. Ni siquiera Jin Ling sabía nada, porque la supuesta indiferencia de su tío al primer jade conformaba una máscara perfecta e impenetrable que ambos habían pactado para las ocasiones politizadas. A solas se desbordaba como un mar embravecido por amor, pero su condición como compañeros de cultivo no se expondría al mundo en un futuro próximo. No podían. De cara al público, eran dos líderes de secta con una relación absolutamente neutral, solo unidos por las altas esferas que frecuentaban, el matrimonio de sus hermanos y la estadía de Jin Ling en los Recesos de la Nube para estudiar. Solo. El hilo de saliva en el que se acababa de disolver el beso pasional que previamente los unió o el revoltijo de extremidades en el que yacían enredados no existía ni existiría nunca para el mundo del cultivo.

No si ellos podían evitarlo.

Las luces estaban apagadas. No ardía ni una vela en el Hanshi y apenas se escuchaba sonido alguno. Jadeos musitados, quizá. Un suspiro ansioso, un nombre susurrado, pero nada que pudiera amenazar la calma y el silencio imperecedero de Gusu. Siempre procuraban ser cuidadosos, por eso se obligaban a actuar a oscuras, para que ningún resplandor indiscreto alertase a los discípulos que vagaban por los Recesos durante sus rondas de guardia nocturna. También tenía algo que ver el erotismo que sugiere la falta de visión, aunque no admitirían que eso les divertía. En Yunmeng era más de lo mismo, aunque allí, dada la privacidad de los aposentos de Jiang Cheng y el bullicio general que caracterizaba al Muelle del Loto, se podían permitir gemir con un poco más de ligereza.

La famosa cinta de la frente del clan Lan se encontraba ahora entre los labios de Sandu ShengShou, que en aquella clara oscuridad trataba de vislumbrar la silueta de su pareja con algo más que el tacto. Sus manos ansiosas vagabundeaban de aquí para allá sobre los bien formados abdominales ajenos mientras botaba sin descanso sobre su miembro erecto, tratando de hundirlo lo más profundo posible dentro de sí mismo. ZeWu-Jun sostenía el extremo de su propia cinta entre los dientes. Les gustaba jugar con ella, atarse con ella o envolverla entre sus cuerpos. Sus manos se habían afianzado en torno a la cintura de Jiang Cheng mientras yacía tumbado boca arriba en la cama, ayudándole a sobrellevar el ritmo de los movimientos. Apenas era necesario. Jiang WanYin tenía energía e ímpetu de sobra como para cabalgarlo toda la noche marcando él mismo las directrices a seguir. No sería la primera vez que lo probaban, mucho menos la última. Pero le encantaba tocarle, acariciarle mientras notaba el cálido interior del líder Jiang contraerse de placer en torno a su erección. Le encantaban sus gemidos, sus besos, todas y cada una de las manifestaciones de su gozo... y le encantaba saber que era él el causante de todo lo que emitiría la ácida boca ajena, que solo en instantes como aquellos se tornaba dulce. Incluso en la oscuridad, distinguía a contraluz su exquisita silueta.

Cerca de alcanzar un clímax mutuo, Jiang Cheng se alzó y cayó con una potencia que les hizo temblar. El flujo de energía espiritual conjunto que vagaba de un cuerpo a otro se intensificó por momentos, dejándolos sin respiración. Sus poderosos cultivos entrelazados vibraron a la vez, y ellos gimieron en consecuencia, como si el propio qi acariciase sus nervios para hacerles sentir un indescriptible placer. La barbilla del temible Sandu ShengShou se elevó hacia el cielo al emitir un suspiro de deleite. Una cascada de largos cabellos negros caía por su espalda cuando Lan XiChen se incorporó para abrazarle. Envuelto entre sus brazos, siguió cabalgándole sin descanso. Sus bocas se encontraron en un beso húmedo y desenfrenado, la cinta de la frente atrapada entre sus lenguas. Al separarse, el líder Lan creyó distinguir un resplandor violeta frente a él, unos ojos que, lo sabía, se hallaban cristalizados por el placer que sentían y el cariño que los acompañaba. Aquella era, después de todo, la máxima expresión que podían procurarse sobre la conexión que compartían, al menos en ese momento y en esas circunstancias. Quién sabe si algún día cambiarían las tornas.

-XiChen... XiChen... -llamó ansioso Jiang Cheng, antes de lanzarse a besarle-. Lan Huan...

-WanYin... -Le respondió en un susurro amoroso, como si saborease su nombre.

El ansiado orgasmo llegó. Los brazos de Lan XiChen se apretaron en torno a la sinuosa silueta del líder de Yunmeng Jiang. Sintió un mordisco en su hombro derecho, fuerte y cortante. Dolía, pero el placer era mayor. Así solía soportar Jiang Cheng el verse de pronto lleno y casi al mismo tiempo el descargarse entre sus vientres. Para las situaciones inversas, que existían en la misma medida, Lan Huan le agradecía a la estricta educación recibida el saber mantenerse en silencio independientemente del impulso dominante. Al fin y al cabo, incluso cuando era Jiang WanYin quien se venía dentro de él, prevalecían las marcas y los ataques por los dientes. Pero no significa esto, no nos confundamos, que los mordiscos recibidos le desagradasen lo más mínimo.

Ambos líderes se mantuvieron así, en la misma postura en la que se encontraban durante un largo rato, sin que el honorable ZeWu-Jun llegase a abandonar nunca el anhelante cuerpo de su amante. Jiang Cheng logró normalizar su respiración justo antes de tomar el rostro ajeno con ambas manos y depositar en sus labios un beso trémulo, casi tierno, cargado de unos sentimientos cuya intensidad era tal que apenas lograba manejarlos dentro de su pecho. A veces se sentía explotar gracias a ellos, pero no de ira.

-Sabes que te quiero, ¿verdad? -Musitó mientras le acariciaba las mejillas con los pulgares. Así supo que Lan XiChen le sonreía, y que esa sonrisa era de las sinceras, de las que le dedicaba solo a él.

-Sabes que te adoro, ¿cierto?

-No hagas de esto una competición.

-¿Por qué no?

-Porque no puedes ganar, baobei. -Susurró Jiang Cheng muy muy cerca de su oído, justo antes de volver a besarlo. Solo por ser llamado así, Lan XiChen correspondió con un ansia inusitada a esos labios que le sabían a dulces semillas de loto. Cuando los abandonó, su boca se dirigió al cuello contrario, lamiendo con la suavidad suficiente como para excitarle de nuevo sin dejar pruebas del delito cometido-. XiChen...

La espalda del líder Jiang se apoyó sobre las sábanas. La cinta yacía atrapada entre ambos cuerpos, pegajosa. A la mañana siguiente, Lan XiChen debería lavarla. No le importaba. Nada le importaba salvo alzar el rostro y saber aun incluso en la oscuridad que Jiang Cheng sonreía.

Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora