17 - Apodyopis

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"Apodyopis: el acto de desvestir mentalmente a alguien."

Si había algo que Jiang Cheng no esperaba recibir en una mañana de sábado, era un mensaje de whatsapp del cuñado de su hermano diciéndole que saliese al balcón de su apartamento cuanto antes porque hacía frío fuera.

Con el ceño fruncido, envuelto en una chaqueta de punto gris que podía ser fácilmente la prenda más vieja y cómoda de todo su armario, dejó los guiones que había estado ojeando sobre la mesita de café de su salón. Ni siquiera se puso las zapatillas de andar por casa, aunque eso luego le hizo maldecir por estarse congelando los dedos de los pies. Gran idea la suya, la de salir descalzo al balcón en pleno febrero. Tenía ese mal hábito desde niño, desde que tenía memoria, y ni las broncas de su madre se lo habían quitado. Pasados los veintitantos, nada ni nadie se lo quitaría.

Abrió la ventana, y allí le vio.

Lan Huan era un hombre carismático como poco. Atraía a todo el mundo, pero parecía no saberlo. Esa falta de narcisismo solo lo hacía todavía más atractivo. Jiang Cheng no había sido capaz de darle esquinazo a su magnetismo, y eso que lo había intentado sin parar. Sin embargo, el destino parecía tener un fetiche raro con verlos juntos. Coincidían año tras año, mes a mes, (a veces incluso semanalmente) como si alguna fuerza los atrajese de forma inevitable, como si fuesen imanes tirando hacia polos opuestos que no podrían más que acercarse. Era inevitable y, llegados a aquel punto, cierto alguien ya se había resignado. Quizá por eso se limitó a esbozar una media sonrisa al encontrarse a Lan Huan en la acera de enfrente a la de su balcón, con un pequeño ramo de margaritas y violetas en la mano y un gesto afable en los labios. Le saludó al encontrarse sus miradas, preguntándole incluso sin hablar si podía subir. Jiang Cheng suspiró y asintió, abandonado el balcón para ir a abrirle la puerta de la calle. Se mordió el labio inferior para contener cierta expectación. Lan Huan se había presentado allí con esa chaqueta de cuero que tanto le gustaba, la que le quedaba de maravilla y le provocaba sueños eróticos como los que había tenido esa misma noche, sin ir más lejos. Y con esos pantalones otra vez... seguro que era porque se había dado cuenta de que no podía dejar de mirarle el trasero cada vez que se los ponía, y eso le encantaba. A ambos, la verdad.

Jiang Cheng dejó la puerta entreabierta al escuchar el ascensor moverse entre pisos. Se dirigió a la cocina en vez de quedarse esperando en la entrada. Odiaría parecer demasiado ansioso, aunque lo estaba. Cuando Lan Huan pasó, se lo encontró con una cafetera en mano, una bonita jarra de leche y dos tazas dignas de cualquier cafetería de moda que se precie. Por estar mirando hacia abajo, hacia el café que servía con esmero y habilidad, las gafas de pasta negras que usaba para ver de lejos se le resbalaban sobre el puente de la nariz. Le pareció tan precioso que no pudo evitar sonreír.

-Buenos días. -Saludó el invitado tras cerrar la puerta del apartamento tras de sí.

-Más vale que esas flores sean para mí, o no te invito a café. -Contestó mordaz Jiang Cheng, manteniendo esa bonita media sonrisa en los labios. Lan Huan le mostró el ramo, halagador.

-Unas flores preciosas para una persona preciosa. -Habló para, acto seguido, besarle en la mejilla y subirle las gafas. Se le escapó la mirada casi hambrienta que recibió de esos ojos que parecían dos gemas enmarcadas. Jiang Cheng lo contempló de arriba a abajo, deseando omitir la ropa en su exploración sensorial. Le quedaba de maravilla, pero estaba seguro de que le sentaría incluso mejor tirada en el suelo de su salón.

O en el de su cocina. O en el de su cuarto. Tanto da.

-Adulador. -Bufó-. Sabes, cuando dije que podías pasarte cualquier día a desayunar, no me esperaba que lo hicieras.

-¿Era una oferta falsa? -Cuestionó Lan Huan con sincera preocupación. En él, después de todo, no cabían tretas como las segundas intenciones.

-No. Simplemente no esperaba que la aceptaras.

-Pero aquí estoy. Y con flores.

-Ya lo veo, ya. -Se mofó-. ¿Con o sin leche?

-Con leche, por favor.

Jiang Cheng se giró para tomar la clásica jarra metálica de leche, ese utensilio tan típico en todas las cafeterías que sirven esos cafés tan bien presentados que da auténtica pena bebérselos. Con manos expertas —y unos ojos que trataban por todos los medios de no volverse en dirección a su acompañante o se veía capaz de empezar a babear— mezcló la leche, creando un bonito dibujo en la espuma. Sorprendido a causa de esa habilidad que desconocía de él, como tantas otras cosas que le maravillaba ir descubriendo poco a poco, Lan Huan parpadeó un par de veces.

-Vaya, me siento de pronto transportado a una cafetería del centro. -Bromeó-. Te ha quedado precioso. ¿De verdad me lo puedo beber?

-Si no lo haces, te lo tiro por la cabeza. -Le bufó Jiang Cheng, sirviéndose a sí mismo otro café. Frente a frente, sentados cada uno en un extremo de la barra de la cocina, se contemplaron al sorber de sus respectivas tazas, incapaces de apartar la mirada del otro, de sus labios y de sus manos. En sus cabezas, ya habían volado muy lejos las camisetas, e incluso los pantalones-. ¿Te gusta?

-Es delicioso. -Alabó-. Y precioso. No sabía que tenías esa habilidad.

-No es ninguna habilidad. Es práctica. -Explicó-. Durante la universidad, trabajé en una cafetería muy metida en lo del arte latte. Pagaban muy bien, así que me servía para cubrir la mayoría de mis gastos.

-¿Y tus padres?

-Me independicé pronto. -Habló, encogiéndose de hombros-. Mi padre y yo no nos llevábamos del todo bien, así que me marché en cuanto pude.

Lan Huan asintió, captando las pocas ganas que tenía Jiang Cheng de hablar de su familia. Como la mañana estaba siendo encantadora, no incidió en ello. ¿Para qué? No había ninguna necesidad de estropearla.

-Debo decirte que este es uno de los mejores cafés que he probado nunca.

-Ya, ya.

-Es verdad.

-Es una exageración.

-Pero una exageración verídica.

-No. Es una exageración erótica, que no me engañas.

Lan Huan enarcó ambas cejas. Su sonrisilla picarona gritaba a todas luces "pillado" y a Jiang Cheng le encantaba. Le volvía loco incluso. Por eso se estiró por encima de la barra hasta juntar sus labios en un prometedor beso de sabor a café recién hecho. Y por eso poco tardó en empezar a quitarle la ropa con las manos, además de con los ojos.

Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora