"Strikhedonia: el placer de poder mandar algo al diablo."
-¿Sabéis que estáis quebrantando al menos cinco de nuestras reglas, líder de secta Jiang?
-¿Pensáis delatarme, ZeWu-Jun?
-Probablemente debería. -Suspiró Lan XiChen, contemplando la mirada expectante del hombre frente a él-. Sin embargo, yo también estoy rompiendo alguna.
-Vaya, no sois tan rígido como HanGuang-Jun después de todo.
-WangJi y yo somos distintos, por supuesto. Y él ha cambiado mucho desde aquellos días en los que exigía el estricto cumplimiento de nuestro muro de reglas.
-No hace falta que lo juréis.
Gracias al indudable sarcasmo en sus palabras, ZeWu-Jun se vio obligado a enarcar una ceja. Jiang Cheng entonces le obsequió con una extraña expresión, una especie de media sonrisa que rara vez se aparecía en su iracundo rostro. En respuesta no pudo hacer más que suspirar.
Tomó asiento junto a él, aunque nunca fue invitado. Lo prefería a quedarse de pie.
Nie MingJue había muerto apenas medio año atrás, antes de la Conferencia de Discusión que hospedaría Gusu Lan. Era de noche en los Recesos de la Nube, hacía ya tiempo que había pasado el toque de queda. No fue impedimento para ninguno de los dos líderes de secta que, por curiosas casualidades de la vida, se encontraron a las orillas de la Primavera Fría. Primera regla rota: el toque de queda. Segunda: lo de los paseos clandestinos. Tercera: Jiang Cheng a sus pies tenía varias jarras vacías de vino. No era la Sonrisa del Emperador —porque solo recordar su sabor le provocaba tanto arcadas como ganas de llorar— pero era un vino fuerte y caro. Cuarta regla: además de las vacías, en sus manos había una a medio beber. Quinta: y tras él, había otras cuantas llenas que había ordenado a sus discípulos que le consiguiesen. Lan XiChen, sin embargo, se veía en la incapacidad de culparle o acusarle por romper sus férreas directrices. Quién sabe si era por lo inesperado del asunto, por la momentánea hipótesis de que el espíritu de Wei WuXian había poseído a su antiguo shidi o porque se sentía lo suficientemente afligido como para entenderle.
-¿Ahogáis vuestras penas en alcohol, líder de secta Jiang?
-O me ahogo a mí mismo, quién sabe. -Bufó sarcástico. Sus finos dedos acariciaron la superficie del agua. Llevaba el pelo suelto y una túnica considerablemente más sencilla de lo que acostumbraba a lucir para los eventos oficiales. No parecía un líder de secta. Parecía un alma rota, hermosa pero malherida de muerte. Gracias a sus mejillas sonrojadas por el vino y a sus ojos vidriosos, algo en su imagen se le antojó fascinante-. ¿Deseáis acompañarme, ZeWu-Jun?
-Conocéis las reglas de mi secta.
-Eso no es una respuesta.
Con cierta cautela, Lan XiChen rio. No, no lo era.
-No bebo, líder de secta Jiang.
-Yo tampoco debería beber en vuestros dominios, ZeWu-Jun, pero -penetrantes y desconsolados, los ojos de amatista de Jiang Cheng se fijaron en los suyos. ¿Cómo es que nunca se había dado cuenta de lo hermosos que eran y de lo tristes que estaban?- a veces uno encuentra cierto placer en mandar las reglas al diablo.
Por parte de Lan XiChen, a esas palabras en apariencia despreocupadas, pero que en realidad guardaban tanta frustración y tanto dolor, les siguió una trágica realización. En aquel momento, el líder de Yunmeng Jiang se comportaba casi como lo habría hecho su hermano adoptivo en su día, solo que todos y cada uno de sus actos estaban teñidos de cruel melancolía. Y si lo pensaba bien, ¿no se estaba acercando aquella fecha?
-Estuvisteis muy ausente durante la mayor parte de la Conferencia. -Comenzó el inquisitivo ZeWu-Jun, que creía que podía leerlo casi tan bien como a su hermano-. Aunque no tanto como WangJi. Dígame, líder de secta Jiang, el aniversario de la muerte de Wei WuXian... es hoy, ¿verdad?
Por unos instantes, temió que Jiang Cheng montase en cólera, que le tirase una de las jarras de vino a la cabeza. Desconocía su temperamento borracho, pero sobrio ya era lo suficiente violento, y la sola mención de ese nombre ante su presencia podría desencadenar auténticos incendios. Tuvo suerte, sin embargo. Estaba ebrio, agotado y había vagado hasta allí para liberarse, no para discutir ni disfrazar sus penas. Claro que, aunque lo sospechaba, Lan XiChen desconocía las resoluciones de su corazón. Por eso se sorprendió cuando el temido Sandu ShengShou se limitó a mirar al cielo, suspirar y asentir con trémula lentitud.
-El de mi hermana fue hace un par de días. -Confesó.
-Entiendo.
-¿De verdad, ZeWu-Jun? ¿De verdad cree que me entiende?
-Perdí a mi hermano jurado hace menos de un año, líder de secta Jiang. Puede que no haya sufrido tanto, pero entiendo su pesar.
Jiang Cheng le contempló en silencio durante algunos instantes, tenso, calmado y sin pestañear. Zidian no brillaba.
Y, justo cuando Lan XiChen pensó que sería incapaz de seguir sosteniendo esa mirada hecha trizas, le tendió una jarra de vino.
-¿Al diablo las reglas?
Se arrepentiría al día siguiente de aceptar. Copiaría varias veces las mismas normas que estaba a punto de desechar. Aunque lo sabía y aunque se sintiese culpable no pudo evitar esbozar una sonrisa. Latía un impulso placentero entre toda aquella amargura.
-Al diablo las reglas.
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Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]
FanfictionColección de one-shots XiCheng basada en un post que me encontré por Tumblr hace como mil años, cuando lo usaba. Porque si las palabras son tan variadas y hay tantísimas que no conocemos... ¿por qué no emplearlas para contar historias, lo que más no...