11 - Gymnophoria

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"Gymnophoria: la sensación de que alguien te está desnudando mentalmente."

-Me estás desnudando con los ojos, Lan Huan.

-En mi defensa, mi querido A-Cheng, diré que ya estás medio desnudo.

Una risa sardónica dejó los bonitos labios pintados de negro del modelo. A ver, razón a Lan Huan no le faltaba, pero le apetecía provocarle, ver hasta dónde podían llegar. Lo de jugar con fuego o tentar a la suerte era algo que solía disfrutar, sobre todo cuando podía anticipar los divertidos resultados de sus actos. Ante esa carcajada, los flashes de la cámara de fotos se dispararon a la velocidad del rayo, todo con tal de captar la hermosa y esquiva sonrisa de Jiang Cheng. El modelo se llevó las manos al cabello. Se lo retiró bajo la atenta mirada del fotógrafo, que no dejaba de buscar el ángulo perfecto para enmarcar su imagen.

-Estira el cuello un poco más. Sí, justo así.

A pesar de llevar un par de años metido en la profesión, Jiang Cheng agradecía que pudiesen tener el estudio de fotografía para ellos solos. Se sentía más cómodo así, sin otra gente mirando, sin nadie más que Lan Huan sacándole fotos. Se le hacía más íntimo, más confortable, y también más fácil de llevar a un... "final feliz". Y uno merecido, no nos engañemos. Con esa perspectiva en mente (que al otro no le era para nada ajena) se giró sobre el escritorio escolar que estaban usando como decorado hasta quedar boca abajo. Su temática para aquella sesión era la vieja escuela, literalmente, la que estaba llena de pupitres garabateados y que pegaba maravillosamente con la atrevida estética rockera de los años ochenta. Los codos apoyados sobre la superficie de madera garabateada y maltratada, la barbilla alzada con aire altivo y uno de los botines de tacón de la marca que pretendía promocionar sobresaliendo por detrás de su cabeza gracias a sus piernas dobladas. Lan Huan optó por enfocarse en los pantalones de cuero ajustados por unos instantes, quizá incluso un poco más de lo necesario, pero esas fotos las guardaría para su colección personal. Tenía toda una tarjeta SD llenita de fotografías de su modelo favorito, algunas meramente comerciales y otras... bueno, otras de sesiones privadas, sesiones que habían hecho sin contárselo a nadie con la cámara del móvil, entre las sábanas y fuera del horario de trabajo. Sesiones no remuneradas, las llamaban ellos, o remuneradas en besos. Jiang Cheng no podía mirar esas fotos sin ruborizarse, pero en realidad a su ego le encantaba que Lan Huan las atesorase así. Que venerase su cuerpo como lo hacía y que siempre pareciese estar comiéndoselo con la mirada. De alguna extraña —y erótica— manera le hacía sentirse amado.

O adorado más bien, porque esos ojos de cordero que solían ser tan amables y dulces, a él lo miraban con un sentimiento que bailaba entre la devoción y el hambre. Un tanto distinto al amor, pero igualmente pasional.

Dos fotos más en esa pose y Jiang Cheng decidió que era hora de cambiar de aires. No abandonó la mesa, pero se incorporó sobre ella. Quedó sentado con las piernas cruzadas, sus finas manos blancas agarrando uno de sus tobillos. Se aseguró de mostrar sus tatuajes, a la gente le encantaban sus tatuajes. A Lan Huan le encantaban sus tatuajes. Un enjambre de lotos, rayos y mariposas envolvía su brazo izquierdo hasta su pectoral. Algunas de las gotas de tinta más atrevidas hasta habían formado enredaderas que bajaban rumbo a su abdomen y rebelde por la cintura del pantalón asomaba el emblema que llevaba dibujado en la cadera. Todo un cuadro digno de contemplar y de admirar, sobre todo teniendo en cuenta la pincelada experta del tatuador. Solo le confiaría un trabajo semejante al mejor ilustrador que conocía en el mundo, y que resultaba ser, curiosamente, su irritante hermano mayor.

-¿Sabes? Me muero por bajarte los pantalones, A-Cheng.

De nuevo, una sonrisilla. Lan Huan la capturó aun a sabiendas de lo que significaba. Estaba muy claro. Ante él, después de todo, Jiang Cheng ya sentía haber perdido toda la ropa.

No le molestaba lo más mínimo. De hecho, estaba deseando que se cumpliera.

-¿Cuántas fotos llevamos?

-Déjame que lo mire. -Habló Lan Huan, incorporándose desde su incómoda posición arrodillado en el suelo para utilizar un contrapicado. Examinar la galería de su cámara apenas le llevó unos segundos-. Van como unas trescientas.

-Más que suficiente. -Declaró el modelo con una mirada de aparente satisfacción. ¿O era de anticipación quizá? Dejó caer las piernas al borde de la mesa, separadas una rodilla de la otra lo justo y necesario como para que Lan Huan cupiese entre ellas. El fotógrafo supo interpretar la invitación, siempre lo hacía-. ¿Qué tal si nos tomamos un descanso?

Lan Huan sonrió, pero en nada se parecía su sonrisa al amable gesto que siempre exhibía. Era su rostro el de un depredador que se relame los labios, nada más y nada menos. Y Jiang Cheng lo sabía, lo sabía y no le importaba. Nada tenía que envidiar su propia mirada, después de todo, no cuando contemplaba todos y cada uno de sus movimientos al guardar la cámara como si se estuviese preparando para saltar sobre él.

Lan Huan se coló entre sus piernas nada más asegurarse de que su preciosa cámara estaba a salvo en su estuche. No sería la primera vez que se llevaba un golpe accidental en algún arrebato, pero no le apetecía que se repitiese. Las heladas manos del fotógrafo acariciaron la estrecha cintura ajena, sintiéndole estremecerse bajo su toque. Se sonrieron anhelantes, deseosos el uno del otro tanto como lo estaban de perder la ropa. Sus labios se rozaron, compartieron un suspiro. Antes incluso de darse cuenta, las manos de Jiang Cheng ya estaban trabajando con los botones de la camisa ajena, sus ágiles dedos desabrochándolos a la velocidad del rayo, y sus piernas ya se habían enroscado en torno a sus caderas. Los dedos de Lan Huan dejaron su piel para empezar a juguetear con la hebilla de su cinturón.

-¿No quieres que esperemos a llegar a mi casa, A-Cheng?

-No.

-¿Y si alguien viene?

-¿Te crees que serías el primer fotógrafo al que descubren follando con su modelo favorito?

-Pues no, pero odiaría que repercutiera en tu carrera.

-Podemos ser rápidos.

-Pero...

-Lan Huan, si sigues haciéndote el difícil te partiré las piernas y me largaré, en ese orden.

-¿Así vestido?

-¿Algún problema?

-Que estamos en enero, A-Cheng, y no llevas camiseta.

-Pues aprovecha y calla de una vez, joder.

Lan Huan rio. Sí, ya se había divertido lo suficiente a su costa, y ahora estaba empezando a tener hambre. Por eso lo besó como si su vida dependiera de ello, y en esos labios maquillados encontró exactamente la misma pasión, el mismo sentir.

Poco tardó en comenzar a desnudarle de una forma mucho más literal, y no solo en sus pensamientos.

Inefable [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora