Capítulo 22.

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Después de un par de copas y de intentos por romper la piñata, la gente se empezó a ir.

Dulce, Maite, Derrick, Christian, la nueva churri de Chris, Alfonso, Anahi y yo nos quedamos para recoger. 

Todos íbamos un poco pasados, así que más que sin saber porque acabamos jugando a ‘las parejitas’.

Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en el porche con un par de vinos chilenos y muchas velas y cojines. 

Mientras Anahi y Alfonso se abrazaban y bebían, Christian y Anguelique (la amiga de Anahi con la que Christian había intercambiado impresiones) se daban el lote. 

Por otro lado, Derrick y Maite se decían al oído lo mucho que se querían y luego, pues…Dulce y yo nos dábamos la mano para que nadie notara demasiado nuestro ‘amor’.

–Oye. –me susurro Dul al oído, sonreí al visualizar la situación y sonreí.

–Dime preciosa.

-Me gustaría enseñarte una cosa.

–Ya es tarde…

-Es importante para mi, por favor no esta lejos de aquí. –dijo dándome un beso en la mejilla.

–okey, okey, vámonos.

Nos inventamos una escusa barata y salimos de allí, como yo había ido en el coche de Chris, Dulce me llevo hasta allí.

–llevamos más de media hora en el coche Dul, ¿no estaba cerca?

–venga Uckermann, si te digo que esta a casi una hora de tu casa no querrías ir. –rió.

–Bueno, entonces…necesitaré una recompensa por todo esto ¿no crees?

-mmm, será negociable. –sonrió mirando al frente. 

Eran sobre las once cuando llegamos allí, a simple vista solo era un montón de basura rodeando una pequeña y cochambrosa casa árbol.

-no entiendo nada, ¿qué es esto? ¿por qué…por qué estamos aquí?

–ven, sígueme. 

Nervioso e intrigado cogí la mano de Dulce y la seguí hasta la casa. Cuando me disponía a preguntar de nuevo, vi como una lagrima caía por su mejilla y comenzaba a hablar.

-Quería enseñarte esto porque...bueno yo…

-tranquila, tengo tiempo. –dije mientras sonreía quitándole con el pulgar la lagrima derramada momentos antes.

–okey, ya. Cuando yo era pequeña mis papas, mis hermanas y yo no pasamos una buena racha. No tenían trabajo, mi mama se puso muy enferma y yo tenía que cuidar de mis hermanitas. Todos los días veía a mi madre en la cama y a mi papa llorando. Mis hermanas eran pequeñas y no veían nada raro, pero yo ya tenía 10 años y me enteraba bien.

-no hace falta que me lo cuentes, de verdad, tranquila.

–no, estoy bien, yo he querido traerte aquí y contarte todo, no te preocupes guapo. –sonrió débilmente y siguió.

–el caso es que, mi papa trabajaba de lo que podía día y noche para poder llevar a mi mama a un médico, y…lo consiguió. El médico les dijo que estaba muy enferma muy enferma, y para poder sus medicaciones, tuvimos que dejar nuestra casa y…yo deje de estudiar para ser mama de mis hermanitas. Y adivina donde nos tuvimos que mudar…si, aquí vivimos mi papa y mis hermanas durante casi un año. Hasta que un día, tuvimos la suerte de que alguien nos dejó dinero. No sabemos quién, pero un día al volver de ver a mi mama al médico,  nos encontramos un sobre con mucho mucho dinero.

–mientras contaba todo esto, la agarré de la mano, quería que notara que tenía mi apoyo, que yo estaba ahí.

–lo que intento decirte con esto, es que estoy muy feliz. Porque te tengo a ti, y tengo un trabajo, ahora mi familia es muy feliz y tampoco me faltan amigos, algo que nunca he tenido, gracias Ucker, gracias por aparecer. –dijo acurrucándose en mi pecho.

Extraña sensación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora