Capítulo 15

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Bajo de la jeep y con un brinco ya estaba abriéndome la puerta. Justo ahora, un flashback paso por mi mente: dos jóvenes llegando a un gran castillo, bajando de una carreta tirada por caballos, los ojos del chico verdes, anormales de la manera más preciosa, intensos pero transparentes al mismo tiempo, y mantenía su sonrisa mientras le tendía la mano a la doncella para ayudarla a bajar.

—Vamos, Gitana —me dijo tendiéndome la mano y sacándome del ensueño. Seguía lloviendo a cántaros, pero sólo eran unos cuantos metros hasta llegar a el observatorio.

Aun de cerca era más impactante, era gigante y estaba pintando de color rojizo, desde afuera era magnífico, no me imagina al entrar. Alex tomo mi mano y abrió la puerta, ¡wow!

—¡Ufff! —exclamé yo. Las paredes eran del mismo rojizo que afuera, había unos cuantos escalones para descender, el piso era de madera, al lado derecho había una chimenea, y ahora claramente apagada, justo al frente había una pared de cristal, por la cual se podía observar la lluvia caer, el patio verde, entre otras cosas.

—Nadie nos puede ver —me explico él— digamos que está polarizado, nadie puede ver nada de allá hacia aquí.

Sonreí y seguí observando. Había un escritorio pegado a la pared y sobre el libros (ahora entiendo también dónde quedaba la otra parte de ellos), un portátil, entre otras cosas. Había a los lados de las paredes estanterías llenas de libros, y había una escalera de metal para subir al piso de arriba, desde donde me encontraba podía observar que en el piso de arriba había más estanterías llenas de libros, pero también estaba el telescopio, donde suponía que estaba la abertura para observar el cielo y el universo, era técnicamente hermoso.

—Ven, sentémonos —me dijo Alex. Me dirigió a una silla y nos sentamos, no se en que momento prendió la chimenea y saco unas cuantas toallas y cobijas. Me tendió una toalla para que me secara, y luego una sudadera color negro, al principio me sentí incómoda. —¿Qué? —preguntó él con una sonrisa burlona en el rostro. Puse los ojos en blanco.

—Voltéate —soltó una carcajada y haciendo una mueca se volteó. Me quite la ropa mojada y me puse la sudadera que tendió Alex, me quedó algo larga, llegaba a la mitad de mis muslos, inmediatamente el olor de Alex invadió mis fosas nasales, olía a perfume, pero levemente a menta, sonreí, me impregne completamente de su aroma, quería recordar este aroma el resto de mis días.

Me giré hacia él y estaba sin camisa, los rulos rubios-castaños le caían por los lados de la cara, sus bíceps y su abdomen marcado, intenté que mi cara no pareciera la de una idiota por observarlo así, estoy segura que tenía la boca abierta. Debía apartar mis ojos de él, pero no era tan fácil, estábamos a escasos centímetros, quería y deseaba a Alex más de lo que había deseado algo en esta vida, era mi estúpida droga personal, mi dopamine, no lo quería lejos de mi, no podía darme el lujo de vivir sin Alex. Antes vivía sin Alex, no sabía que lo necesitaba, no era consciente de que algo le faltaba a mi vida, y ahora que Alex entro a mi vida, no podría sobrevivir sin él, faltaría una pieza en mi vida, una grande, poderosa, tierna y preciosa, que jamás, jamás podría ser remplazada por otra.

Nuestros ojos se conectaron, vi esos malditos ojos verdes que me sonreían burlonamente, que me decían que había caído, que no tenía caso resistirme. ¡Ojos de mierda!

—Que buen repertorio de libros tienes... yo pensé que no sabías leer —bromeé, él rodó los ojos y me sonrió, acortó el espacio entre nosotros, me tomo de la cintura y me besó en la frente, me acunó en su pecho y podía escuchar nuevamente como el ritmo de nuestros corazones se comenzó a hacer regular hasta que nuestro latido fue uno sólo, nos enlazábamos. Y perfectamente.

—La vida te da sorpresas, Hayley —era la primera vez que me llamaba así, a menos que yo recordara, y no se si es bueno o malo— algunas veces leo, este es mi mundo. Se supone que debía escapar de la realidad cada que mis padres peleaban, cada que papá recaía, cuando mamá se fue, cada que mamá me fallaba, cada que me quedaba solo, cada que venías e ibas, cuando te admiraba... te sigo admirando, no me malinterpretes —me dijo tomando mi barbilla, yo mordí mi labio inferior levemente. La lluvia repiqueteaba contra las puertas, el techo y el cristal. El calor de la lumbre invadía todo el espacio, ya no tenía frío. Alex me abrazaba con fuerza pero con ternura, me miraba con esos entrañables ojos verdosos, el paraíso en ellos, no se si sabía que tenían un poder especial en mi, sin embargo no sólo sus ojos, todo él en general, lo único que espero es que no use esa arma contra mi.

Mi inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora