Capítulo 22

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Llegue, aparqué lo más rápido que pude, baje de la jeep, corrí a la puerta, llame y me abrió un señor que jamás había visto, se tallaba los ojos e iba en pijama.

—¿Está Alex? —pregunte. Él frunció el entrecejo, supongo que enojado por irrumpir a esta hora, eran las 4:00 am. Alzo la vista a las escaleras y me dirigí a ellas rápidamente.

—No creo que quiera visitas —me anunció en voz alta. Mi corazón latía tan rápido que lo ignoré, no me importó nada, si debía quebrarme para reponer a Alex no me importaba, ni siquiera dejar mi orgullo a un lado.

Subí, mis latidos zumbaban en mis oídos, no sabía cómo reaccionaría, subí las escaleras, Drac corrió detrás de mi, recorrí el pasillo, llegue a su habitación, no escuché gran cosa.

—Por favor ya vete —no entendí a que se refería, lo dijo con voz vacía. Abrí la puerta de golpe, ni siquiera llame.

Mi corazón se desquebrajo (sí, más), mi estúpido orgullo quedó por los suelos, quise llorar y gritar, mis piernas flaquearon ante la imagen que tenía delante de mi.

Diane estaba en ropa interior y Alex en la cama. Ella sonrió con malicia y a él los ojos se le desorbitaron, mi corazón estaba echo añicos, yo pensé que... pensé... El silencio era incómodo, quise llorar, pero no le daría el gusto, no a él. Apreté los dientes, me tragué mi dolor, me di media vuelta y caminé por el pasillo en dirección a las escaleras, comencé a descender de dos en dos. En mi mente resonaban las palabras del hombre, no dejaba de repetirse esa imagen una y otra vez, casi flaqueó... aguanta, espera a salir, espera...

Una mano apretó mi brazo, ni siquiera me giré, me detuve.

—¿Que quieres? —pregunte en tono frío.

—Lo que viste no es lo que crees... —comenzó a explicar— si sólo me dejas explicarte...

Solté una ruidosa carcajada, llena de furia y decepción, sabía que si miraba aquellos ojos todo el muro que acaba de levantar se caería, pero decidí arriesgarme. Lo mire, en sus ojos había tristeza, casi la misma que cuando se despidió de mi. Pero a él no le importo la primera vez, cuando me humille, así que le daría a probar un poco de su propia medicina.

—No tienes porque hacerlo, —dije en tono neutro— ¿lo recuerdas? —le recalqué, sus ojos me miraban desesperados, pidiendo clemencia, pero no la tendría, por mucho que me doliese, él destrozo mi alma. Queridas almas, nos vemos... quizá...— tú y yo no somos nada, no más. Ahórrate tus explicaciones.

—Entonces, ¿que haces aquí? —pregunto. No respondí.

—Creo que debo irme, Diane debe estar esperándote —insinué. Deseaba que fuera un sueño.

—No quiero perderte —me dijo en voz baja, aun sin soltarme. Bajo la mirada, yo me armé de valor, tomé su barbilla, lo obligué a mirarme y con todo el dolor de mi rota alma, sabiendo que lo amé con ella misma demasiado... y ¿para que engañarme?, lo seguiré amando así pasen 100 años, le dije:

—¿Como vas a perderme? —un brillo apenas visible se extendió por sus verdes ojos, su paraíso... ver sus ojos y su rostro me mataba, desgarraba mi alma verlo roto... —no podrías hacerlo. —toque su barbilla y me deshice de su agarre— porque no puedes perder algo que ni siquiera es tuyo...

La tristeza volvió a sus ojos, me odie por destruirlo así, pero lo que vi me destruyo más, no se que sea, pero se qué hay algo, esa estúpida rubia.... la estúpida soy yo. Debe estar burlándose de mi ahora. Di media vuelta, no sin antes grabarme hasta el último detalle de él, de su bello rostro ahora destrozado, de sus verdes ojos. Baje los escalones y al llegar al último me giré hacia él.

Mi inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora