I

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Miraba desde su pequeña ventana a los carruajes pasar, a la gente pasar y a su vida yéndose de su lado.

Aún se sentía bastante triste por tener que sucumbir ante los caprichos del príncipe, pero no podía hacer nada, su vida ya estaba escrita.

Maldecía y renegaba contra su realidad, si pudiese volver en el tiempo nunca se hubiera presentado ante el príncipe en aquel baile.

Pero ya no podía hacer nada, todo estaba sentenciado.

Él sería el futuro esposo del príncipe.

—Ay cariño, quita esa cara larga, no la has quitado ni un momento. Te saldrán arrugas y serás feo.—Dijo su madre mientras se refrescaba con su abanico.

—¿Enserio? Entonces no quitaré la cara larga.—Dijo desganado, aún mirando por su ventana.

Recordaba que por lo único que el príncipe se había fijado en él era por la belleza que poseía, solamente por eso y nada más.

Suspiro ante su madre rodando los ojos y recostó su cabeza contra las cortinas del carruaje, viendo más cerca los puertos.

Ya llegaban a Londres, estaba a sólo unas horas en las que ataría su vida a un palacio y a una corona.

El tiempo pasaba rápido, se iba en un chasquido, en un suspiro. El carruaje se había detenido para las debidas revisiones pero siguió con su marcha porque tenía el escudo real en las puertas.

El corazón de Jimin latía como un loco, sonaba en su pecho y azotaba contra sus tímpanos, logrando que los nervios y el miedo se apoderara de él.

—¿Estás bien?—Preguntó su madre.

—No, necesito algo de aire.

—Cuando entremos más hacia la ciudad nos detendremos para comer y tomar aire.

—Okay.

—¿Estás nervioso?

—¿Cómo no estarlo?—Suspiró.

—Pues no deberías, fuiste la envidia de todos los omegas en Manchester, estás viviendo el sueño de cualquiera.

—Sabes que ser el capricho de un príncipe jamás fue mi sueño.

—Ay, Jimin, tú y tus historias, supéralo. El príncipe es el mejor alfa que alguna vez va a querer emparejarse contigo.

—Solo quería que alguien me pretendiera por lo que soy y no solo por lo hermoso que él cree que soy.—Se cruzó de brazos.—¿Eso es mucho por pedir?

—Lo es, hijo, lo es.

Jimin se recostó en su asiento, aún la tristeza latiente en su cuerpo, se tenía que deshacer del sueño del ayer, tenía que tirar la esperanza de vivir su propio cuento de hadas. Porque si seguía imaginándose que alguien le salvaría de su compromiso; moriría de tristeza.

Su omega tendría que conformarse en emparejarse con alguien que no aceptaba, él tenía que lidiar con desposar a alguien que nunca amaría.

Algunas veces ganas y otras pierdes. Ahora a Jimin le tocó perder.

Dejo de vagar en sus pensamientos cuando su puerta fue abierta por el chofer, le extendió su mano y le ayudó a bajar, tomó entre sus manos cubiertas de seda una sombrilla lo que menos quería ahora era insolarse.

Su madre bajó junto a él y le tomó del brazo para que no se separaran.

O para qué Jimin no huya.

Una vez aún en su estadía en Manchester Jimin había intentado huir, se había escabullido en la noche y se había montado a un caballo para ir hacia la estación más cercana, por suerte lo habían podido atrapar antes de que se subiese a un tren cualquiera. Aquel día lo habían regañado por querer cometer una estupidez que arrastraría sus nombres a los libros de historia y marcaría el curso de su apellido.

Calypso ՞๑ kookmin; omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora