XXII

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La noche se acercaba, veía al horizonte y como el cielo se pintaba de naranja anunciando la pronta visita de la luna y las estrellas. Ahora tenía que conseguir algún lugar donde pasar la noche, algún lugar en el que refugiarse del frio que traía consigo las olas; pues al estar más cerca del océano el viento llegaba a ser más helado. Llegaba a rajar las mejillas.

Mientras veía las estrellas adornando el ancho cielo, se puso a pensar en aquella necesidad vital de encontrar un lugar donde pasar la noche, no sabía de lugares en donde podría hacerlo; por aquello quiso golpearse en la frente en señal de frustración, lo menos que debió de hacer antes de poner un pie fuera de la Escarlata era preguntar si conocían una posada para pasar la noche. Ahora tendría que atinar por la moneda.

Espero que su intuición no le fallará y consiguiera un buen lugar donde pasar sus días hasta que consiga alguna forma de ir por otros rumbos y nuevos aires. Según su intuición y el atinado de la moneda se fue por una bonita casa, era bastante simple, de aquellas pequeñas casas que te puedes topar en el campo. Aquella pequeña casa no era nada comparada como los hoteles en los que se había hospedado en la vida pasada que dejó atrás, no tenía las paredes adornadas con gamuza o con mármol, no tenía siquiera cortinas, pero era un lugar cálido, la mujer que esperaba en el mostrador lucia amigable. Se acercó a ella, pidiendo algo de información sobre las noches que podía pasar ahí dentro, los precios eran considerados por él, un regalo, eran apenas unos centavos. Cuando las llaves de su habitación le fueron entregadas subió por el único piso que aquella casa tenía, puertas simples y nula iluminación, pero sería su refugio mientras trazaba nuevos caminos.

Al entrar a su habitación lo primero que hizo fue trancarla con una silla, siempre tuvo aquella manía, pues su madre era muy impertinente, a veces entraba en los momentos menos inoportunos—como cuando se cambiaba, por ejemplo—siempre mantenía las puertas bien cerradas por aquello y por su propia seguridad, una vez de niño escuchó que a sus vecinos les habían robado a media noche, desde aquella vez le tuvo algo de recelo a la noche.

Y con aquello, con el recuerdo de la manía que tenía, repasó sus pasos en la Escarlata, su barbilla quiso caer al piso, recordó que solo los primeros días de haber conseguido una habitación propia en el barco del capitán Jeon había trancado su puerta al dormir, o en general, casi nunca le había puesto tanto seguro, era nulo; ahora que recuerda.

—Me sentía seguro allí. —Susurro, respondiendo a todas las interrogantes que surgían en su cabecilla rubia.

Y era así, se sentía seguro en las alas de Jungkook, sentía que nada podría pasarle mientras esté bajo su ojo silencioso.

Con aquellos pensamientos, la nostalgia no se hizo de esperar, la melancolía de lo que fue su vida hace horas atrás de dejar el navío del capitán Jeon. Con aquel sentir fue a la buena vista de su ventana, siendo iluminada por la luna y las estrellas, reflejando el amplio mar que alguna vez fue parte de su camino, se preguntó, ¿Dónde estaría la Escarlata?, ¿el capitán Jeon aun pasara las noches heladas fumando de su pipa?

Muchas, muchas preguntas se fueron apilando mientras miraba al océano, con tal vez una pequeña esperanza que desde la proa Jungkook lo pudiese ver. Porque, aunque Jimin no se lo expresara ni a él mismo.

Extrañaba demasiado al capitán. Extrañaba su silenciosa compañía y aquellos ojos profundos.

Lo extrañaba.

Al igual que Jungkook lo hacía, así como el omega no podía expresarse a sí mismo de aquel sentimiento tan extraño en su pecho, el alfa tampoco podía hacerlo. Solo pensaba en él, lo peor era que solo habían sido unas horas en las que sus caminos se desviaron, no quería ni imaginarse que sería de él cuando pasen semanas o meses desde la última vez que vio los ojos soñadores de Jimin. Capaz a las semanas lo olvidaría y olvidaría que lo extraño tanto, o en el peor de los casos; jamás olvidaría los ojos rasgados del omega y mucho menos lo mucho que lo extrañaba.

Ambos miraron a las estrellas, con muchos kilómetros de distancia, sin saber que las estrellas unían sus miradas, sin saber que a kilómetros ambos se extrañaban, pero que no podían expresarlo.

Es que a veces, uno no sabe de los sentimientos acumulados hasta que un suceso se interpone en su vida, hasta que aquello le hace ver muchas cosas que creía imposibles.

Pero nada cambiaría el cómo se extrañaban, ni siquiera las olas que rompían contra las rocas de la costa, ni siquiera el barco que arribaba al puerto.

Un barco lleno de piratas que seguían la orden de su capitán, aquella orden impuesta por el futuro rey.

—¿No teníamos que seguir la ruta para encontrar al prometido del príncipe? —Preguntó uno de sus tripulantes.

—Así es, pero necesitamos abastecernos, casi no hay comida y un poco de diversión en Santa María no estará de más. —Sonrió, encendiendo la pipa que reposaba en sus manos. —Además, el pequeño omega no ira a ninguna parte, estará en el barco de Jeon así nos adelantemos o retrasemos.

—¿Cuántos días nos quedaremos?

—No lo sé, una semana o menos, como le estoy haciendo un favor al príncipe me autorizo que podemos pedir unas cuantas armas a la base militar que está cerca de aquí. —Sonrió. —Así la tenemos más fácil al atrapar al rubiecito.

El peligro estaba en sus narices, pero no lo sabía, Jimin solamente podía pensar en lo que haría los días siguientes; había visto un anuncio que estaban buscando meseros para un restaurante cercano, podría postular para el trabajo y así trazar algo en su mapa. Sin saber que el peligro de ser arrastrado por los cabellos si es posible estaba muy cerca, en el este y en el oeste; con aquel barco pirata esperando encontrarlo o aquella base militar con órdenes de traer a Jimin devuelta al palacio.















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oficialmente mis finales acabaron así que estaremos muy activas por acá mi gente :3

gracias por leerme <3

Calypso ՞๑ kookmin; omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora