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Una pequeña familia feliz.
Tres años después.
Stefan.
Me gusta este ambiente campestre rodeado de ovejas, cerdos, vacas y olor a pan en la mañana. Nos trae paz y nos ayuda a superar lo que perdimos.
El sol canadiense se apaga poco a poco y la vida en las montañas nos ha sentado bien a todos teniendo lo necesario para vivir, escondiendonos de aquellos que nos persiguen.
—No quiero que vengan niños a la casa —se queja la personita que peino—. Me hartan...
Suelto a reír cuando refunfuña, es tan inteligente y habla con una fluidez que parece que estuviera ante un cerebrito de cinco años.
—No los conoces.
—No quiero conocerlos —se voltea y los ojos grises como el acero son algo hermoso en su rostro—. Van a querer tocar el perro y es mi perro.
—Nadie va a tocar el perro —acomodo el cerquillo que tiene en la frente y ella tuerce la boca haciendo rabietas—. Te vas a poner como una uva pasa.
—Siempre dices lo mismo —se aparta el cabello de los hombros y sujeto su rostro besando su frente enfureciéndola más antes de abrazarla a las malas y se termina zafando buscando la puerta.
—Me prometiste que te ibas a portar bien —le advierto y no me contesta— ¡Milenka!
La llamo y se detiene cruzando los brazos con el cejo fruncido. Milenka Morgan James es la niña más peleonera, egoísta y enojona que existe con solo tres años. Me acerco a alzarla porque también es la criatura más preciosa que he visto heredando los rasgos de su madre como la melena negra que le llega a la mitad de la espalda, las pestañas largas y las cejas definidas.
Su difunto progenitor le gritó al mundo que tendría dos niños, «Es lo que busca la mafia», y el acto de sus padres es una maniobra de evasión que la teniente apoyó desde el día que lo anunció.
—¡Milenka no quiere compartir en la fiesta de hoy! —grito cuando entro a la cocina y Cayetana sacude la cabeza desgranando los frijoles.
—Entonces le daré las alitas a los cerdos ¡Ya mismo lo voy a hacer! —advierte mi tía poniéndose de pie.
—¡No te metas con las alitas, nani! — la niña baja de mis brazos pataleando mientras ella corre al patio.
Sacudo la cabeza con los gritos que la pequeña le suelta a Cayetana mientras me adentro en la alcoba de ella y su hermano.
—No quiero que vengan niños a la casa —se queja el pequeño que yace en la cama al lado de la ventana con el oxígeno puesto repitiendo lo que ya me suponía —. No me agradan...
—No te puede desagradar una persona que no conoces.
Rompo su excusa. No se relacionan con nadie y los niños que invité son de una familia de granjeros que viven a kilómetros y ni siquiera salen de las montañas. Fija la vista en la ventana y no lo noto cómodo.
—Cuéntale al tío Step qué es lo que pasa.
Acaricia el pelaje del perro que se mantiene a su lado.
—Ya te dije que no me agradan.
Se centra en mí y no deja de impresionarme, siempre genera cierto impacto que atemoriza... De hecho, es difícil acostumbrarse a verlo y por ello rebusco en mi bolsillo sacando lo que quería entregarle desde esta mañana para que no lo molesten.
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DESEO, (BORRADOR)
RomanceHubo Lascivia, hubo Lujuria y ahora todo se define en medio de un ardiente deseo. El mundo está en llamas y Rachel James camina de la mano del que se alzó como ganador, pero el campo de batalla clama revancha, sangre y pelea en una guerra de todos...