CAPITULO 7

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Banquete.

Antoni.

Acomodo el traje mientras camino hacia la puerta principal. Visitar a Greta es algo cotidiano desde que se convirtió en mi amante y ella trata de ser una buena madre sacándole provecho al tiempo que le dejo a Lucca.

Los empleados me dejan pasar manteniéndose en silencio, solemos cenar cuando vengo y hoy no es la excepción, ya que tienen la mesa lista. No me recibe como acostumbra, por ello el personal me señala el comedor sin inmutar palabra mientras los halcones se ubican en sus respectivos puestos.

—Me apetece vino —pido tomando asiento.

Obedecen mientras acomodo la servilleta, hay un silencio sepulcral que incomoda y van trayendo los alimentos. La demora de Greta raya al irrespeto y le atribuyo la tardanza a los achaques del embarazo.

—Ella no se ha sentido bien hoy —me indican con la mirada gacha y me molesta que no me avisara antes de venir hasta acá.

—Sírveme que mi esposa me espera y por mi amante no aguardare toda la noche —estipulo.

—Si señor.

Me ponen el plato y tomo los cubiertos. Los primeros bocados llegan a mi boca y alterno con el vino, todo está en el punto perfecto, la cremosidad del plato complace mi paladar,el guiso está en su punto y la carne bien cocinada, pero hay algo que mancha el momento. Las empleadas no se han movido de su sitio, se denota la postura rígida y que miren a otro lado con la barbilla temblorosa es algo que interrumpe mi paz.

—El siguiente plato —pido llevándome la copa a los labios.

La cocinera sale con una bandeja entre las manos la cual deja en el centro de la mesa, las demás empiezan a llorar y el que tiemblen hace que Alí se acerque.

—Él lo pidió —dice una de ellas—. Él quiere saber.

—¿De qué hablas?

—Él quiere saber si el cuervo estaba en su punto —la encargada de la cocina levanta la tapa y una oleada de vómito inunda mi plato a la vez que siento que me rasgan con la hojas más afiladas de todas expulsando todo.

Las arcadas son incontrolables y tomo el mantel mandando todo abajo, la cabeza cae, sus ojos me miran y me levanto aturdido sin poder dejar de verlo.

—¡Maldito! —no respiro con el sabor salado de las lágrimas— ¡Mil veces maldito!

No puedo detener los temblores que me toman, los espasmos internos y los latidos acelerados al verlo así de esa manera y lo único que hago es llevarme de nuevo las manos a la cabeza. El vómito me toma otra vez y la comida en el suelo me hace tomar el arma disparandole a todas ellas por hacer semejante asquerosidad.

Me apresuro arriba yendo por Greta, pero tampoco está y me voy a la otra alcoba queriendo hallarlo, pero no, no hay más que sangre en las paredes y eso me hace vomitar de nuevo.

«Maldito», me lo ha quitado ese maldito y contengo el castañeo de mis dientes jurando que lo voy a acabar. Puede querer ser lo que sea, pero el líder sigo siendo yo, el que está en lo alto y ellos no son más que plebeyos, los cuales deben callar.

Tomo asiento en busca de estabilidad, sin embargo, no la consigo y lo único que hago es taparme los oídos cuando los recuerdos con él me funden a la vez que Damon y Lucian siembran el terror de que esto pueda ser mil veces peor. El sabor sigue en mi boca, sus ojos mirándome y el calor que causó el haberlo tenido hace poco.

DESEO,  (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora