CAPITULO 27

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Antoni.

Sunah /Argelia.

El fogaje me envuelve mientras camino entre las calles de la ciudad de Sunah, la tierra de los asesinos más letales de la mafia italiana (los Halcones Negros). Damon y Bratt Lewis caminan a mi lado junto con Gema Lancaster, Bernardo, Angela, Ivana, Leonel y Sabrina Lewis.

Las madres, abuelas, abuelos, padres, hijos y mujeres de mis hombres salen de sus casas, queriendo saludar a los Halcones que llegaron y, aunque estén programados para matar, su lado humano sale a flote con lo que llaman "su pueblo": Una comunidad unida desde el nacimiento, la cual cada día ruega al cielo por ellos, siendo los que más se benefician con lo que ganan.

La comida, los recursos y los beneficios que se les trae se reparten, mientras me muevo a la casa de los Mahala quienes me esperan con las puertas abiertas, dejándome pasar. Pedí una reunión con todos y eso incluye a los asesinos que no están en Italia y están aquí, velando por los suyos, los cuales son más de cuarenta.

—Señor —Me recibe el abuelo de Alí tomando mi mano y pegando la frente al dorso antes de hacer lo mismo con Damon—, bienvenido.

Alí se inclina aceptando la bendición de su madre, mientras que sus hermanas se acercan a recibir lo que les trajo.

—Soy Bratt Lewis, ella es mi esposa Gema Lancaster y esta es mi hermana Sabrina Lewis —se presenta el ministro detallando el entorno. A Bernardo, Angela, Ivana y Leonel ya los conocen.

Los Mahala me miran y camino por el espacio con las manos atrás, la ventana está abierta y la arena se levanta con el peso de las maquinarias que arman el enorme domo acorazado y anti explosivo que ordené y en los que se está trabajando ya hace varias semanas con materiales del ejército y de los Mascherano. Se necesita espacio para torturar, interrogar, reunirse, pensar, planear, crear, respirar y asesinar.

—Necesito que todo el que tenga más de siete años sea llevado a las cuevas de Pakistán a empezar el entrenamiento —aviso—, sin importar el sexo. Quiero que entrenen, enfocándose en que deben servirle a su próximo líder.

Adentran las cajas que contienen vestimenta, Gema Lancaster destapa con la ayuda de la cuñada y varios de los Halcones se miran entre ellos cuando ellas les ofrecen los uniformes del Ejército de Paz, pero terminan cediendo cuando ven que no digo nada. Los compré y hago lo que quiera con ellos.

—Una parte de mis hombres empezará a tener entrenamiento militar, la cual le hará frente al famoso "Ejército Rojo" —aviso encendiendo el puro—. Quiero a todos mis asesinos activos y aniquilando a todas las amenazas.

—Si señor —contestan.

Tienen todas las habilidades para hacerlo, de hecho, son los únicos que pueden darle pelea ya que los conocimientos de un soldado no son suficientes ahora que el otro resucitó a hacer de las suyas. Es un mito el que el mundo solo está regido por los buenos, cada vez que oigo eso me río, porque siempre hay una mano negra por debajo y más si de poder se trata.

He sido un hombre paciente, sin embargo, es hora de que todos saquen sus mejores cartas y así vemos quién es quién, ya que mi espíritu clama súplicas, sangre y sufrimiento, en especial la de mi bella principessa.

Inhalo con fuerza recordando su olor, mi sien palpita y es que tengo tantas ganas de verla con su mayor miedo corriéndole por las venas, para así tomarla como se me antoje. Oh sí, eso me daría mucho placer, el desquite es el mejor de los manjares. Clavo la mano en el marco de la ventana imaginando todas las lágrimas que derramará.

Por otro lado, están los dos malnacidos: pestes de mil vidas a los que no veo la hora de obligarlos a ver como voy a torturar a sus hijas en la cara. A la del coronel la voy a sumergir en ácido y dejaré que sus partículas se deshagan, haré lo que no pudo hacer el Hasse en el vientre de su madre.

DESEO,  (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora