CAPITULO 9

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Rachel.

París/ Francia.

Respiro hondo fingiendo que sigo afligida por la muerte de Angelo Mascherano, (internamente lo celebré), pero el dolor de la familia se supone que también debe ser el mío y la muerte del consejero es algo que los tiene de luto.

Mantengo la taza y el platillo de café entre las manos mirando como cortan el césped del hotel de lujo donde me hospedo. Hace poco me contacté con el príncipe de Gehena, me confirmó que ya le había entregado el inhalador a Uda y le estoy rogando a Dios que esté haciendo milagros en Owen.

Sam y Luciana siguen en Italia, papá se está recuperando y por lo bajo estoy estudiando la manera de sacarlo de Irons Wall junto con Alex y Gauna. De la Élite me encargaré también, por ahora estoy yendo paso a paso con lo que tengo planeado.

Bernardo, el primo de Antoni, se me acerca por un lado y le doy otro sorbo a mi café. Siento que quiere decirme algo, pero lo está dudando.

—Angela está lista para volver a sus deberes—me suelta—. Supongo que las diferencias ya son nulas, ¿Cierto? Con todo el respeto que te mereces quiero que sepas que a los Mascherano nos gusta estar unidos como familia.

Mi conflicto con la teniente Klein es que en su afán de querer ser una buena amiga hizo todo mal.

—Que no maniobre sin mi permiso porque la dama de la mafia soy yo —esclarezco y me hace un leve gesto con la cabeza—. Díselo para que no tengamos problemas futuros.

—En estos momentos está a cargo de la protección de Damon y Domenico mientras regresas —me avisa—. Antoni ya viene en camino.

Me retiro entregandole la taza de café a la mucama y meto la mano en mi bolsillo tocando el anillo del Boss, la joya es como una minimedalla por empequeñecer a la basura.

Para llegar a la cima hay que limpiar el camino y la mafia rusa es el tipo de enemigo que si no tienes de tu lado es mejor muerto, aparte de que Ilenko es una de las peores pestes que ha pisado esta tierra estando a la par de Antoni y detrás de estos viene Bratt, «Todos huelen a muerto».

Por primera vez en tres años he conseguido el equilibrio entre los clanes que requiero, tengo un nuevo distribuidor de armas y he venido a París a pulir la tarea. Los franceses pagan bien, son un clan numeroso que me servirá a la hora de marchar y por ello me arreglo con el fin de reunirme con el cabecilla en el club privado.

Mantengo el luto con un vestido negro que me queda por encima de la rodilla, opto por un maquillaje suave, abrocho la jadeita Mascherano y me dejo el cabello suelto. Sacudo el poco polvo que me quedó en el escote y noto la protuberancia de mis pezones, tocarlo desencadena una descarga en mis bragas y las acomodo lidiando con uno de esos días donde quiero sexo.

Son necesidades carnales que no se pueden evitar, pero que al mismo tiempo me hacen recordar lo que no quiero y por ello cada que pasa procuro pensar en otra cosa.

Amarro el cinturón de armas en uno de mis muslos, me echo perfume y bajo a la recepción del hotel donde Antoni acaba de llegar y me está esperando trajeado como siempre. Los halcones me abren la puerta y abordamos el auto juntos, Ali está en el puesto delantero y mi acompañante mantiene la vista fija en la ventanilla durante el trayecto.

—¿Sucede algo? —le pregunto a italiano que no ha inmutado palabra.

—No.

Le pregunto por Damon, pero no ahonda mucho en el tema, simplemente me confirma que Angela está a cargo de su seguridad.

DESEO,  (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora