Veinte

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Louis se despertó y tras buscar al ojiverde con la mirada no lo encontró, así que se imaginó que estaría con el grupo explorador.

No sabía muy bien el motivo pero lo cierto es que se sentía distinto, extrañamente feliz y tranquilo, era una sensación nueva, como si el estar allí ya no le causase tanta tristeza.

Tras salir y hacer sus necesidades en un lugar apartado, volvió a la cueva, buscó en su maleta y se cambió de ropa.

Las mujeres estaban decidiendo que tras desayunar algo, irían a la cascada del interior de la isla y lavar la ropa pues ya apenas tenían mudas y no sabían cuanto tiempo más permanecería allí.

Este se apuntó al plan y entonces cogió toda su ropa sucia y la metió en una de las mantas e hizo un nudo a modo de bolsa.

Luego de unos minutos, los hombres regresaron pero el castaño reparó que este no estaba entre ellos, entonces decidió salir a buscarle para preguntarle si quería apuntarse a ir a la cascada.

Tras coger un par de raciones de fruta, este volvió a salir de la cueva y caminó hasta la playa donde a lo lejos divisó al capitán del equipo de baloncesto, el cual vio que estaba frente al mar.

Tras coger un par de raciones de fruta, este volvió a salir de la cueva y caminó hasta la playa donde a lo lejos divisó al capitán del equipo de baloncesto, el cual vio que estaba frente al mar

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Con una enorme sonrisa se acercó a este y tras posar las frutas en la arena, caminó de puntillas para sorprenderle por la espalda, entonces reparó en que ya no tenía su larga melena.

Harry estaba demasiado absorto en sus pensamientos por lo que soltó un breve chillido cuando este le abrazó por la espalda.

—¿Qué haces aquí?, te traje el desayuno...oye, ¿Por qué te cortaste el cabello?

En un principio el deportista sonrió pero rápidamente al notar el cuerpo de este pegado al suyo, se apartó.

—N-No debiste molestarte, no te-tengo hambre.

El ojiazul frunció el ceño pero no le dio más importancia, por lo que a continuación lo agarró de la mano y lo llevó hasta el lugar donde había dejado las frutas.

—Ven mira, sentémonos aquí...ah por cierto, iremos a la cascada para lavar la ropa, ¿Vendrás?.

El más alto resopló ante el entusiasmo de este y acto seguido se soltó de la mano.

—Iré en otro momento.

Louis lo miró confuso.

—¿Ocurre algo?, estás muy raro esta mañana.

Este negó y tras coger su ración se dio la vuelta y caminó hacia las rocas pero entonces, el castaño no se dio por vencido, por lo que cogió lo suyo y lo siguió.

—¿Dime que te ocurre?, ¿Que te pasa?, ¿Acaso dije algo que te molestó?

De repente, el deportista se giró y lo miró con notorio enojo.

—Oye, te agradezco que me trajeras esto—dijo señalando el desayuno—…te agradezco que me hayas dicho lo de la cascada pero ya está.

Este frunció el ceño nuevamente.

—¿Qué estás intentando decirme?, no te entiendo—habló este aproximándose—... anda dime que te ocurre, quizás pueda ayudarte…es lo justo, tú me has ayudado muchas veces a mi.

Harry resopló furioso pues estaba visto que el ojiazul estaba apegado a él por agradecimiento y no lograría alejarle si no actuaba como un cerdo egoísta.

No le gustaba recurrir a eso y mucho menos con él pero lo cierto es que no le resultaba nuevo, ya que lo había hecho varias veces con las chicas, para así lograr alejarlas.

—Louis, te pido que no me sigas, ni hagas cosas por mi, ¿Ok?, no lo necesito.

—Pe-Pero y-yo.

—Oye, estamos aquí en este lugar y no sabemos cuánto estaremos...debes aprender a defenderte y solucionarse los problemas, yo no soy tu guardaespaldas, no tu hermano, ni nada tuyo.

Unas lágrimas asomaron  inevitablemente a los ojos del castaño.

—Pero creí que e-eramos amigos.

El deportista universitario negó.

—Escuchame bien...yo no soy tu amigo y no lo seré, así que déjame tranquilo de una jodida vez.

El castaño limpió sus mejillas y lo miró con molestia.

—Está bien, perdóname... no tenía ni idea de que te molestase tanto mi presencia...está visto que me he vuelto a equivocar contigo y si que eres el maldito egocéntrico y egoísta que creía.

—Bien, que bueno que lo hayas entendido.

—Tranquilo, ya no te molestaré más, adiós.

Tras decir eso, el ojiazul tiró su desayuno pues ya no tenía hambre y se fue corriendo hacia el interior de la selva, mientras que el rizado se quedó mirándolo con tristeza.

—Lo siento pero esto es lo mejor para los dos.

—Lo siento pero esto es lo mejor para los dos

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61. La isla - Larry Stylinson TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora