Veintiocho

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Un nuevo día llegó y como siempre hacía, Harry se levantó muy temprano pero esta vez fue diferente, ya que no era a causa del insomnio, sino porque estaba feliz y entusiasmo con sorprender a Louis.

El día anterior había sido el mejor de su vida, ya que el castaño lo había besado por iniciativa propia y le había dicho que también tenía sentimientos por él.

Luego de eso, habían hablado mucho y también habían dormido juntos y abrazados, aunque esa vez había sido totalmente diferente pues no había sido por tormenta alguna, sino porque estaban juntos.

Con una gran sonrisa, este dejó un beso en la frente del ojiazul, el cual dormía plácidamente y tras coger ropa limpia para cambiarse, luego de darse un baño en la laguna, salió de la cueva.

El rizado, cogió además algunas telas y cuerdas de las restantes que habían rescatado del avión y fue al lugar donde había construido los columpios para el castaño.

Tras estrujar su cerebro un poco más y buscar el lugar idóneo, este comenzó con el nuevo proyecto, el cual le llevó menos tiempo del que pensaba, por lo que cuando lo terminó se fue rápidamente a la cascada.

Mientras en la cueva, los más perezosos se fueron levantando y tras asearse con el agua que los más fuertes habían traído desde la cascada, se tomaron sus raciones.

Al terminar, Louis se puso a buscar al moreno y al no verlo supuso que estaría en la playa así que puso rumbo allí pero tampoco lo encontró.

...-¿Dónde demonios estará?-habló extrañado.

-¿Buscas a tu novio?, él está en la cascada, muchacho-le dijo el piloto, el cual venía de allí.

-Ah ok, gracias-agradeció este con una sonrisa.

Rápidamente, se encaminó hacia el lugar y cuando llegó minutos después, se encontró a este terminando de vestirse.

Sigiloso caminó de puntillas y tras llegar a la espalda del rizado, lo abrazó sorprendiendolo.

-Buenos días, hombre de la selva.

-Ah hola mi precioso, Boo bear.

-¿Boo bear?-preguntó el ojiazul frunciendo el ceño.

-Si, eres un hermoso osito Boo

-¿Por qué?, no, no lo soy.

Harry rió ante el gracioso puchero que hizo este.

-Si lo eres...eres un precioso, tierno y adorable osito como el que yo tenía de pequeño.

-Déjame adivinar, se llamaba Boo ¿No?— sonrió nuevamente el castaño al ver a este asentir-...ah bueno, creí que era por mis orejas o por tener mucho pelo.

El más alto negó sonriendo.

-Nada de eso, ¿Cómo crees?, además, tus ojeras son perfectas y me gusta que tengas pelo... todo tú eres hermoso.

Lluís chasqueó la lengua incrédulo.

-Eres muy adulador pero me gusta.

Harry se giró y besó sus labios.

-Lo cierto es que solo lo soy contigo.

Este sonrió sonrojado.

-Oye, ¿No has tomado tu ración aún verdad?, anda vayamos.

El deportista universitario negó y lo abrazó.

-No tengo hambre, además tengo una sorpresa para ti.

-¿Otra sorpresa?-preguntó el castaño muy emocionado-...¿Qué es?, ¿Qué es?

-Debes ser paciente, primero debemos llegar allí.

-Pues venga, vamos...vamos -habló el ojiazul tirando de este-...quiero verlo ya.

-Ok, vamos entonces.

Tras colgar a secar la ropa que se había quitado y la cual había lavado mientras se bañaba en la laguna, se fueron a su lugar secreto.

Poco antes de llegar, Harry le tapó los ojos con su pañuelo.

-¿Preparado?

-¡Si!, ¡Si!, ¡Venga!, ¡Venga!, ¡Date prisa!, ¡Tengo mucha curiosidad!.

Este rió.

-Ok.

Tras andar unos pasos, este le sacó la venda por fin y entonces este sonrió ampliamente al ver lo que este había construido.

-Oh vaya, una hamaca...wow, es fantástico, ¿Lo has hecho tú solo también?

Harry asintió.

-Si, anda pruébala.

El castaño se subió, se tumbó y comenzó a balancearse.

-Buah... es muy cómoda.

El rizado sonrió feliz pues le encantaba ver a este sonriendo como un niño.

-Me alegra que te guste.

De repente el castaño detuvo la hamaca y le hizo una seña para que este se subiese también.

Este asintió y acto seguido se tumbó e inmediatamente Louis se acomodó en su hombro.

-Wow, esto es el paraíso.

-Si, si que lo es...gracias Hazza.

—¿Hazza?

—Si yo soy Boo, tú eres Hazza.

-Ok, me gusta.

El resto de la mañana, la pareja se la pasó allí tumbada disfrutando del silencio y su mutuas respiraciones, hasta que llegó la hora de la comida, dónde devolvieron a las cuevas.

Luego de llenar sus estómagos y ayudar a los demás con los trabajos que estaban pendientes, estos volvieron a su lugar favorito, hasta el atardecer, cuando ambos decidieron terminar el día bañarse en el mar.

Ambos rieron, jugaron, se hicieron bromas, se abrazaron y besaron.

...-Estoy muy feliz, gracias por todo lo de hoy.

-No tienes que agradecerme nada, Boo, lo hago porque te quiero.

El castaño suspiró entristecido pues aunque se sentía dudoso y culpable, no podía evitar sentir lo que sentía.

-Yo ta-también, te qui-quiero.

.......

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61. La isla - Larry Stylinson TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora