—¿Estás bien? -preguntó Hans.
—¿Estás segura que no necesitas ayuda? -le siguió Jorgen.
—Recuerda que debes tener cuidado con la herida.
—¿Te duele algo?
Habían pasado aproximadamente dos minutos desde que Ayn había comenzado a cambiarse la ropa húmeda por la nueva tenida que había traído Martin, y esta era la tercera vez que sus amigos preguntaban por su estado. Con un último suspiro y una sonrisa de diversión en el rostro, Ayn corrió el biombo para que los chicos comprobaran con sus propios ojos que estaba bien.
Sus miradas de tonalidades claras la seguían con preocupación y cariño. En respuesta al silencio que milagrosamente poseyó al par, la chica comenzó a carcajear y a observarlos con cariño.
—¿Por qué nos miras así? -preguntó Jorgen.
—¿Y por qué no te has puesto tu chaleco? -le siguió Hans.
—Ustedes dos, déjenla respirar -Simone se acercó con rapidez hasta su amiga para alejarla de la escena.
—¿Por qué te la llevas? -comentó con tristeza el crespo.
—¿Hicimos algo malo? -imitó su tono el menor.
Simone solo río mientras mantenía sus manos sobre los hombros de su amiga y la encaminaba hacia el otro extremo de la sala.
—¡Los adoro! -exclamó Ayn mientras era alejada- Nunca cambien.
—Son divertidos, -comentó con buen humor la doctora mientras limpiaba sus instrumentos en una mesa- supongo que no deben aburrirse jamás.
—Sólo si Rasmus es tú única compañía -bromeó Hans.
—Y pensar que te creí cuando dijiste que era divertido y el mejor amigo que tenías, -el rubio entrecerró sus ojos- acabas de perderme.
—Solo jugaba, sabes que eres el único en mi corazón.
—¿Crees que volveré a caer?
—Oye, yo fingía mis derrotas cuando jugábamos a las luchas. Podrías simular que me crees.
—¿Fingías? -preguntó asombrado Rasmus- Claro que no, es mentira.
Hans se mantuvo en silencio, con una sonrisa de diversión en su rostro.
—Es imposible, -reiteró su amigo- gané limpiamente.
El chico mantuvo su posición y expresión.
—¿De verdad me dejaste ganar?
—¡Hans! -gritó Martin desde afuera- ¿Debo enviarte una invitación por correo para que vengas a ayudarme?
—Debo irme -mencionó el crespo antes de dirigirse a la salida.
—¿Te irás sin contestar? -gritó Rasmus.
—El deber me llama.
—¡Hans, regresa!
—¡Los esperamos afuera, no tarden!
Ayn se sentó a un lado de Rasmus, quien seguía mirando la puerta por donde se había ido su amigo.
—¿De verdad creíste que podrías ganarle a Hans en las luchas?
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𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]
AdventureNo acudan a mí con la verdad. No traigan el océano si me ven sediento, ni el cielo si pido por la luz; traigan mejor indicios, un poco de rocío, una partícula, así como los pájaros llevan del agua sólo gotas, y el viento una brizna de sal. - Trust...