XII

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Martin se colocó de pie en el instante en que vio a Hans y Ayn de pie, vestidos y con sus mochilas en la entrada del comedor.

—¿Que están haciendo?

Su semblante era serio y casi oscuro.

— Iremos tras Rasmus y Simone. -respondió Hans con tranquilidad.- veníamos a avisarles sobre nuestra partida.

Un suspiro pesado fue la respuesta de Patrick, mientras que el resto se mantuvo en silencio observando cómo se desenvolvía la escena.

— No estoy de ánimos para bromas, Hans. -le advirtió el mayor.- deja esa mochila y ven a comer.

— La ruta que haremos está marcada en el mapa que pegamos en el muro de la sala, por si quieren alcanzarnos.

— Hans. -advirtió una última vez el mayor.

— Para los que decidan quedarse, este es el adiós. -les sonrió el rubio.- fue un gusto viajar con ustedes.

— No todo el tiempo, pero si la mayoría. -acotó Ayn de forma divertida.

Un golpe se escuchó en la mesa. El impacto hizo que la vajilla y la comida saltaran en su lugar y volvieran a caer sobre ella, causando un sonido seco y duro. Jean saltó en su lugar ante el estruendo, mientras que el resto contenía su sorpresa en silencio.

—¡Ya basta! -Martin se alejó de su asiento para caminar hacia los jóvenes.- ¡No saldrán por esa puerta y no irán tras ellos!

Pero una vez que se posicionó frente a ellos y logró observarlos de cerca, una sensación aguda y súbita invadió en silencio el pecho del mayor.

Ellos lo observaban diferente, se veían diferente. Ya no eran los pequeños que debía cuidar, no eran los niños que lo seguían y obedecían, ya no tenían 12 años y tampoco podría detenerlos, lo sabía.

Este era el momento que temió en secreto por años, en donde ellos podían decidir irse y seguir su camino aparte, este era el momento en donde se separaban.

Y Martin no quería eso.

— Así que así serán las cosas. Se irán porque los eligen a ellos sobre nosotros. -habló Patrick mientras se acomodaba en su asiento.- Prefieren a los "hijitos de papá" que apenas conocen y abandonan a sus amigos de años.

— Realmente eres un imbécil Patrick. -comentó Ayn.- Eso es algo que nunca cambiará.

El aludido pensó en levantarse o responder, pero Martin levantó su mano al instante indicándole que no se moviera o intentara algo.

— Iremos tras ellos porque es lo correcto. -Hans respondió más alto para que todos escucharan.

—¿Como están tan seguros? -Intervino Martin intentando refutar su argumento.- apenas los conocen.

— El día que te conocimos decidimos seguirte. -respondió Ayn.- y fue lo correcto.

Hans sonrió ante la respuesta de su amiga, aquello definitivamente había concluido la discusión.

El rubio tomó su mano para comenzar a guiarla hasta la salida. Martin en cambio, los observaba en silencio y con dolor.

Ninguno se atrevió a agregar algo más, ya fuese un "hasta luego" o un "nos vemos al rato". Y para cuando Martin dejó de escuchar las pisadas de los jóvenes sobre las escaleras y la puerta del búnker se cerró, una lágrima finalmente logró escapar de sus ojos.

—¿Martin? -preguntó Beatrice con notoria preocupación.- ¿Que haremos? ¿Los dejaremos ir?

[...]

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora