XXI

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—¿Qué haremos? -preguntó Beatrice.

—Seguir con el plan. -contestó Martin- Aún nos queda un largo camino hasta nuestro destino.

—Me refería a Lea. Lleva sentada allí una hora sin moverse ni hablar.

El grupo estaba de pie, reunido a varios metros de la rubia, pero ella estaba tan desconectada de su realidad que no era capaz de notar la presencia de todos, ni tampoco era capaz de esconder o disimular la gran desolación que la estaba consumiendo ante la pérdida de Jean.

Los labios de Ayn se apretaron y sobre sus hombros cayó una enorme tensión. Era el sentimiento de pérdida, la horrible sensación del duelo reciente, pero su preocupación se centraba realmente en Lea, quien era la más afectada de todos.

—Iré por madera para la fogata -dijo la pelirroja antes de salir del lugar.

—Te ayudó -la siguió Simone.

—¿Hablan en serio? -preguntó indignada la pelinegra.

Pero el equipo sabía que no podían hacer nada para encontrar a Jean, simplemente no había forma de rastrearlo. Ya habían pasado más de 4 horas, y conociendo el modus operandi de los forasteros, el crespo debió durar no más dos horas bajo su custodia antes de que finalmente lo asesinaran. El ya se había ido.

Las chicas caminaron en silencio por el bosque, concentrándose en sus pasos y en la paz del lugar. El día aún no terminaba y parecía que jamás lo haría, era un bucle eterno, pero por el momento la pausa entre la naturaleza era el oasis que necesitaban.

—¿Cómo te sientes? -rompió el silencio la pelirroja antes de ponerse en acción para recolectar la materia prima.

Simone inhalo y exhalo profundamente, buscando en el proceso despejar su mente para contestar, pero no sabía cómo expresar con palabras lo que pasaba por su cabeza.

—No lo sé, -mordió su labios- todo es un caos.

Ayn asintió en silencio mientras apilaba las ramas al lado de la rubia. La tarea no era dura y sabía que su amiga apenas tenía ánimo para hacer algo, así que la escucho atentamente mientras divagaba.

—Tengo tantas preguntas y siento que a cada segundo nace una nueva. Me duele la cabeza -tocó sus sienes y su expresión adolorida corroboró su malestar.

—Ven acá -Ayn lanzó unos pequeños troncos a la pila y se acercó a contenerla.

No era mucho lo que podía hacer y tampoco se sentía capaz de buscar palabras para animarla, pero podía demostrarle que estaba allí para apoyarla.

—Iremos resolviendo todo de a poco ¿Si? Pero debemos ir un paso a la vez.

—Suena bien. -mientras la apretujaba una sonrisa de alivio se posicionó en sus labios- Tampoco podría intentar resolverlo todo ahora, es imposible y mi cuerpo no da más por hoy.

Simone se sentó al lado de la madera mientras su amiga buscaba y juntaba más material. La soledad que compartían era bienvenida, y para cuando lograron sentirse más calmadas, decidieron que era hora de regresar.

El cielo se había cubierto de nubes y el olor en el aire indicaba lluvia. Debían colocarse a salvo.

—Nada como terminar un mal día al lado de una buena fogata y chocolate caliente.

—Suena bien.

—Entonces apresuremos la llegada de la noche con el fuego. Ayúdame a llevar esto.

Simone sonrío, viéndose notoriamente más tranquila antes de cargar una buena cantidad de madera entre sus manos y comenzar a marchar de regreso.

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora