XVII

1K 78 5
                                    

— No dejen que me duerma -dijo con dificultad Ayn.

Todos se giraron a observar a la pelirroja. Estaba pálida y con un aspecto fatigado, su mirada se veía apagada, tenía bolsas de una tonalidad verdosa y morada, sin mencionar que sus ojos estaban comenzando a hincharse tras tanto llorar y pestañeaba con más frecuencia de la usual, luchando contra el sueño que la invadía. Su ropa, por otro lado, parecía verse a cada minuto más sucia y ensangrentada.

— Soy O (+).

—¿De qué habla? -preguntó Patrick.

— Es su tipo de sangre -respondió Jorgen mientras se concentraba en sus palabras y el suelo del bosque.

Tenían la sensación de llevar horas corriendo. El cielo y su luminosidad parecía confirmarlo.

—¿Cuánto queda? -preguntó ansioso Rasmus.

— Allí está -respondió su hermana- Vamos.

Ayn se sentía mareada y su abdomen parecía cargar una enorme y pesada roca. Todo en su interior ardía.
Por otro lado, sus manos estaban empapadas de sangre seca, pero afortunadamente la hemorragia se había detenido.

— Alguien estuvo aquí -mencionó la rubia.

— Iré a ver -dijo Martin.

— Pueden seguir abajo.

— Entonces tendrán que irse.

Simone comprendía que no tenían más alternativas.

— Voy contigo.

— Jorgen -llamó Ayn- ¿Como se ve?

— Ayn... -intentó detenerla Hans.

— Quiero saber.

Si tuviese la fuerza se habría levantado o movido, pero no podía y prefería no arriesgarse.

— Dejó de sangrar -dijo el menor.

—¿Y de que color está?

— La cinta adhesiva cubre el corte y no voy a moverla hasta que sea hora de limpiarte.

La chica se veía conforme con esa respuesta. Asintió y se mantuvo en silencio, aceptando las palabras del menor.

— Ayn, abre los ojos -dijo Beatrice.

— Están abiertos.

— Estas cerrándolos, -comentó más cerca de ella- resiste un poco más.

— Estoy intentando, -arrastró las palabras- lo juro.

— Intenta con más fuerza. -la movió- ¡Ayn!

— No te duermas. -dijo Hans a su lado- Ayn, abre lo ojos.

— Hans... -susurró la pelirroja.

—¡Ayn, no! -el rubio la movió bruscamente.

La pelirroja abrió los ojos, pero no por completo.

—¡No puedes dormirte!

— Claro. -susurró- No... dormir.

—¡Ayn! -llamó Patrick- No juegues, por favor.

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora