El dolor de cabeza de Ayn era envolvente y palpitante, casi como si su cerebro estuviera golpeando su craneo para exigirle que lo dejara salir de allí.
Ya habían transcurridos varías horas desde que todos se habían dormido, sin embargo, ella continuaba despierta.
La lluvia había cesado y por ende, la sensación cálida que la acompañaba había terminado para dar paso a la crudeza del frío. Y sin notarlo, Ayn estaba congelándose.
La mayor parte de su cuerpo era protegido por el saco de dormir pero sus brazos y cabeza estaban a la intemperie, y a pesar que sus extremidades superiores contenían a sus piernas y las apegaban a su pecho, el gesto no parecía protegerla del ambiente congelado ni de mantener su temperatura corporal.
Otra cosa que Ayn tampoco había notado era que inconscientemente había estado por horas manteniendo una postura defensiva. ¿Y cómo no hacerlo? Se sentía débil, dañada y triste. Y a pesar de que sabía que tenía personas que la apreciaban, no podía evitar sentirse sola en aquel momento.
Miraba a la nada mientras su cerebro, sin piedad alguna, reproducía imágenes aleatorias de su hermana. Inclusive aquellas que con mayor anhelo deseaba poder olvidar, específicamente aquellos recuerdos en donde la realidad se había vuelto cruda y desoladora. Recordaba momentos donde Anne jugaba despreocupadamente y luego volvía a revivir los instantes de su muerte.
La pelirroja estiró sus brazos para acercar aún más sus piernas al pecho, ignorando voluntariamente el dolor punzante de su abdomen. La sensación quizás podría ayudarla a alejar de su mente la imagen sin vida de la pequeña.
Lágrimas volvieron a acumularse y a caer de sus ojos. Se aseguró de llorar en silencio, conteniendo su congelada y dañada figura entre sus brazos delgados y heridos.
"Déjalo ir, déjalo ir" se repetía, "No voy a pensar en eso. Me detendré ahora" pero lo cierto es que jamás lo hacía.
Jorgen la observaba con lastima a pocos metros de distancia. Sabía que no podía comprender su dolor porque jamás había experimentado la sensación del duelo debido a que nunca había conocido a su familia, pero podía identificarse con las acciones de la chica. Él también actuaba así cuando estaba herido y sabía que era la peor sensación del mundo.
Se sintió más molesto que hace unas horas. Odiaba a Beatrice profundamente.
Podía comprender que su estado mental no era normal, pero no podía ignorar y negar el brillo en sus ojos durante el enfrentamiento y las sonrisas fugaces que aparecían cuando terminaba de pronunciar palabras que sabía habían herido a la pelirroja. Y aquello no podría explicarse sino como odio hacia la otra persona.
El menor llevó sus manos hacia la cabeza para tocar los bordes de la herida que le habían hecho esa misma tarde y reflexionó sobre lo ocurrido.
Sabía que el evento podría haber terminado peor, pero la idea de tener que seguir coexistiendo con Beatrice ya le parecía un infierno.
—No toques la herida si tus manos no están limpias, -la voz gangosa y resquebrajada de Ayn era lo suficientemente alta como para que solo él la escuchara- puede infectarse.
Jorgen se levantó al instante y aprovechó la oportunidad para evaluarla desde una mejor perspectiva a pesar de que la poca luz que iluminaba el lugar no era suficiente para observar claramente el estado de sus heridas.
Y también la observaba con curiosidad, sin poder explicar cómo había logrado sentirse tan cómodo a su lado.Una luz en su mente lo iluminó, más bien era una palabra.
Hermana.
Ella representaba para él una figura fraternal. Y le hubiese gustado que realmente fueran parientes sanguíneos porque estaba seguro que debía ser una excelente hermana mayor.
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𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]
AdventureNo acudan a mí con la verdad. No traigan el océano si me ven sediento, ni el cielo si pido por la luz; traigan mejor indicios, un poco de rocío, una partícula, así como los pájaros llevan del agua sólo gotas, y el viento una brizna de sal. - Trust...