XXIV

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—Es una herida profunda -comentó el médico del lugar al levantar la camiseta de Ayn para evaluar la perforación.

El sujeto era alto, crespo y también extrañamente amable y generoso.

—Si, la cosió una médico... -comenzó a explicarle Simone, pero fue interrumpida.

—No quiero saber nada del pasado -el hombre le sonrió.

"Solo fue hace un día, maldita sea" se quejó en su mente la pelirroja. Hasta respirar se había vuelto agotador.

—¿Tiene algo para el dolor? -preguntó Rasmus.

—Voy a sedarla.

—S-Si, -celebró Ayn- dormir.

—Necesita antibióticos pero se nos acabaron. Y debe permanecer en reposo, al menos una semana.

—Pronto acabará -dijo Jorgen.

—No te preocupes, con esto te sentirás mejor.

Ayn giró sus ojos con cansancio hasta ver una jeringa que le resultaba extrañamente familiar.

—¡Espere! -Simone lo detuvo antes de puncionar- No, gracias. No la sede.

Tres pares de ojos la observaron con confusión.

—¿Por qué? -preguntó el hombre.

—Excelente pregunta -comentó con sarcasmo Ayn.

—No quiero que la sede.

El hombre la observó en silencio antes de mirar a Ayn. Claramente no estaba convencido de la voluntad de Simone mientras su paciente se quejaba sobre la camilla.

—¿Puedes aguantar el dolor?

—Dije que no -sentenció firmemente la rubia.

Ayn no comprendía que ocurría con su amiga pero tampoco tenía la capacidad para indagarlo, así que solo se remitió a esperar a que el hombre terminara su trabajo. Y preferentemente, lo antes posible.

—Tengo morfina en la mochila -dijo Simone.

—Buena idea, necesita analgésicos. Pediré que traigan sus cosas.

—Gracias.

—Voy a limpiarte y coserte ¿Esta bien? -en sus ojos vio la clara pregunta que atormentaba a la chica- Te va a doler.

—Solo hágalo, Doc.

Cerró sus ojos con fuerza, entregándose por completo al sufrimiento.

"Quizás estoy pagando mi Karma" comentó en su mente.

—Respira hondo, voy a comenzar.

Una mano envolvió la de Ayn.

—Aprieta con fuerza, no te contengas -dijo con preocupación Rasmus.

—¿Cómo se ve? -preguntó la chica.

El trío de jóvenes se observó en silencio, todos indecisos ante esa pregunta.

—Estarás bien, -los salvó el hombre mientras comenzaba a limpiar- ahora intenta no gastar energías.

La limpieza fue larga y dolorosa. La sesión de suturas que le siguió fue igual en tiempo y sensación. Para cuando Ayn quedó lista, sólo era capaz de pestañear, respirar y responder con breves palabras.

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora