IX

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El arduo y tenso viaje había finalmente llegado a su fin. El grupo se encontraba frente a la entrada del búnker, expectantes a las acciones de Simone.

Una vez que sus huellas fueron analizadas, el lugar les dio la bienvenida y la compuerta comenzó a abrirse.

—¿Por que estas autorizada? -preguntó Martin.

—¿Eso importa? -preguntó de regreso Simone.

— Claro que si, quiero saber que información tienes.

Una vez que la puerta se abrió por completo, todos comenzaron a ingresar.

— Gracias. -dijo Lea con una sonrisa.

— De nada. -contestó con gratitud Simone ante el gesto.

Los últimos que seguían fuera eran los hermanos Andersen junto con Martin, Hans y Ayn.

— Dicen que todo es más fácil de solucionar con el estómago lleno. -comentó Simone con ánimos de aligerar el ambiente.

— Es verdad. -comentó Martin agradecido por el salvavidas.- un poco de comida suena bien.

— Podríamos cocinar algo. -le ofreció Simone a Martin en modo de tregua.

— Claro. -respondió levemente sorprendido.- no suena mal.

—¿Necesitan que hagamos algo? -preguntó Hans.

— No, nada aún. -comentó con voz calmada el mayor.- ¿Por que no van a descansar? Yo me encargaré de la cena con Simone.

— Las frazadas están en la bodega, saca lo que necesites y escoge una habitación. -comentó Simone.- te avisaremos cuando esté todo listo.

— Gracias. -comentó Hans con un destello de sonrisa sobre sus labios antes de bajar.

— Entren chicos. -indicó Martin.- fue un largo viaje.

Martin y Simone se quedaron en sus puestos mientras Ayn y Rasmus bajaban.

— Bueno, lo logramos. -comentó Martin.- bien hecho.

— Nos iremos mañana. -comentó Simone.

—¿Estas segura?

—¿Ahora te preocupan mis decisiones?

— Eres muy ingenua. -confesó el mayor.

—¿Por que dices eso? -preguntó defensivamente la rubia.

— Porque crees que el mundo es como antes, y no es así.

— No me conoces. -señaló Simone.- te vi matar a tres personas, no te atrevas a juzgarme.

— Está bien. -pareció disculparse Martin.- pero no sobrevivirán.

[...]

Ayn observaba el techo. Su mente parecía un lugar muy ruidoso en comparación al ambiente de su habitación, el cual estaba en completo silencio.

—¿Ayn? -un par de golpes en la puerta detuvieron el bombardeo mental que la aquejaba.- ¿Puedo entrar?

De todas las personas en el lugar, no pensó que Rasmus sería quién la buscaría. Intrigada, se colocó de pie para permitirle ingresar, y apenas movió la barrera que los separaba un intenso aroma a chocolate caliente inundó el ambiente.

—¿Y esto? -preguntó sorprendida.

— Pensé que te ayudaría a estar más animada.

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora