II

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—¿No quieres que te revise?

— Hasta ahora no creo tener una costilla o el trasero roto -respondió la chica.- no te preocupes.

—¿Como no hacerlo? Saltaste de un edificio.

La sonrisa de Simone se volvió una carcajada. La aparente forma de ser de la rubia era agradable y calmada, algo que llamó la atención de Ayn y también la capturó.

—¿Que se sintió estar allá fuera después de tantos años?

— Aún no se como describirlo, sinceramente sigo procesándolo.

Para su sorpresa, su acompañante parecía bastante sincera y abierta.
Le contó brevemente la historia de su llegada al búnker y los años que llevaba allí abajo junto a su hermano, ambos aislados completamente del exterior.

Era una buena cantidad de información para digerir.

—¿Como te sientes después de ver este lugar? -preguntó Simone.

— Probablemente de la misma forma que sentiste tú cuando saliste, es irreal y extraño.

—¿Me viste diferente después de ver este lugar? 

— No en realidad. Pero si seguía desconfiando de ti hasta que salí de la ducha y vi que habías dejado una nota junto con la ropa -sonrió.- eso dejaron de hacerlo hace mucho tiempo.

— Lo interpretaré como un cumplido.

— Lo es -vió con atención como la chica comenzaba a sacar vajilla.- creo que acabas de devolverle un poco de humanidad al mundo.

La rubia miraba a la más joven con ternura. Poco había logrado preguntar sobre su vida y que había estado haciendo antes de su encuentro pues la pelirroja era más rápida y curiosa a la hora de hablar. Pero por el momento no era relevante, lo único que quería era que la menor descansara un poco.

Quizás después podía ayudarlos a moverse allá afuera. Simone era lo bastante inteligente y suspicaz como para evidenciar ciertas características en terceros, sin dejar de ser esta una excepción. Ayn era inteligente y rápida, eso podía deducir hasta ahora, pero el tiempo debía hablar por si solo y hasta ahora solo llevaban uno muy breve.

—¿Que quieres beber?

— Cualquier cosa que tengas está bien.

Aquello hizo que ganara puntos de humildad en la lista mental de Simone, junto con otra pequeña sonrisa de agrado.

— Tenemos café, té, chocolate caliente...

Los ojos verdes de Ayn parecieron brillar como linternas.

—¿Que acabas de decir?

—¿Puedo asumir que ese es tu favorito?

— Acabo de abrirte mi corazón -Simone río.- No sabes hace cuánto deseaba una taza.

— Eres muy peculiar.

— Lo dice el astronauta de amarillo.

— Y ya dejaste en claro que definitivamente ese no es mi color.

— Te salve de una vergüenza pública.

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora