VIII

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— No puedo más. -susurró Lea.

Hans y Ayn observaron el silencio a la rubia, quien era guiada por Beatrice mientras caminaban.

— No falta mucho, llegaremos pronto. -le dio ánimo Beatrice.

Ayn pensó unirse y darle ánimos a su amiga, pero la imagen de Beatrice girándose a observar a Rasmus para posteriormente sonreírle no le agradó para nada. Pronto, aquella inocente intención fue desplazada por una sensación de ardor que nacía desde su pecho y se expandía hasta su garganta, una sensación súbita y a la vez envolvente.

Hans, quien vio todo por casualidad, contuvo la risa que amenazaba con delatarlo.

— Quizás ya es hora de un descanso. -le comentó el rubio a Martin.- Lea debe recuperarse un poco.

— Estará mejor cuando lleguemos, si nos detenemos estaremos perdiendo tiempo. -le contestó con un tono calmado el mayor.

— Si la obligamos a esforzarse sobre sus límites volverá a desmayarse. -señaló.- y perderemos tiempo y fuerzas mientras la cargamos el resto del camino.

Martin se giró a observarlo unos segundos. Una leve sonrisa nació en sus labios antes de girarse a examinar los alrededores, estaba buscando un lugar seguro para descansar.

— Nos detendremos una vez que lleguemos al bosque, allí estaremos seguros.

— Ya no queda mucho. -señaló Simone.- dentro del bosque hay un lago, una vez que lo encontremos y caminemos un poco más allá de él estaremos próximos al búnker.

Hans le sonrió.

— Tienes una mente increíble ¿Lo sabias?

— Gracias. -le contestó con una sonrisa, se sentía halagada.

— Aún me parece irreal el hecho de que lograste memorizar un mapa completo.

— Supongo que tenía tiempo de sobra para ya estudiar. -bromeó.

—¿Como fue que lograste soportar tanto tiempo allí abajo? -preguntó realmente intrigado.

— No lo sé. -confesó.- sólo pensaba en cuidar de Rasmus.

—¿Que ocurrió con tus padres?

Simone lo observó en silencio unos segundos.

— Discúlpame, no tienes que contestar eso. No pensé en lo que diría.

— Está bien Hans. -lo tranquilizó.- No preguntaste nada malo.

— Eres reservada. -señaló el chico.- y también respetuosa con la privacidad de otros. Personalmente aprecio esas características y por lo mismo intento ser precavido con el espacio del resto.

— Eres una buena persona Hans. -señaló Simone de la nada.

Una sonrisa cálida se posó en los labios del rubio antes de que una repentina ola de vergüenza lo invadiera.

— Gracias. -fingió rascar su nariz mientras esperaba que el rubor desapareciera.

— Pensé que estabas acostumbrado  que la chicas te halagaran. -lo molestó.

— No lo entiendes, el rubor es una técnica para verme más tierno. -le siguió el juego.- ¿Y de que chicas hablas? Antes de que llegaran las parejas ya estaban formadas y dudo que Ayn cuente como una chica.

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora